Mas los príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban algún falso testimonio contra Jesús para entregarle a la muerte; y no le hallaron aunque se habían presentado muchos falsos testigos. Mas por último llegaron dos testigos falsos y dijeron: "Este dijo: puedo destruir el templo de Dios y reedificarlo en tres días". Y levantándose el príncipe de los sacerdotes, le dijo: "¿No respondes nada a lo que éstos deponen contra ti?" Y Jesús callaba. Y el príncipe de los sacerdotes le dijo: "Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios". Jesús le dice: "Tú lo has dicho. Y aun os digo que veréis desde aquí a poco al Hijo del hombre sentado a la derecha de la virtud de Dios, y venir en las nubes del cielo". Entonces el príncipe de los sacerdotes rasgó sus vestiduras y dijo: "Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos de testigos? He aquí ahora acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?" Y ellos respondiendo dijeron: "reo es de muerte". Entonces le escupieron en la cara y le maltrataron a puńadas, y otros le dieron bofetadas en el rostro, diciendo: "Adivínanos, Cristo, ¿quién es el que te ha herido?" (vv. 59-68)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 84,2
Congregados los príncipes de los sacerdotes, quería todo aquel asqueroso conciliábulo dar forma de juicio a sus asechanzas contra el Salvador. Por lo que se dice: "Los príncipes, pues, de los sacerdotes, y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús", etc. Pero que el tribunal era incompetente y todo tumulto y confusión, se manifiesta por lo que sigue, "y no hallaron prueba a pesar de haberse acercado muchos testigos falsos".
Orígenes,
in Matthaeum, 35
Los falsos testimonios tienen cabida cuando se presentan con cierto colorido. Pero ni color se encontraba en las mentiras que proferían contra Jesús, aunque eran muchos los que querían congraciarse con los príncipes de los sacerdotes. De lo que resulta gran gloria a Jesús, que tan irreprensiblemente habló y obró en todo, que aun los hombres más malos y astutos no pudieron hallar ni en la apariencia cosa digna de reprensión.
Sigue: "Por último llegaron dos falsos testigos", etc.
San Jerónimo
¿Cómo pueden llamarse testigos falsos si dicen aquello mismo que leemos que dijo el Seńor? Pero es falso el testigo que no da su verdadero sentido a lo que se ha dicho. El Seńor, pues, había hablado del templo de su cuerpo. Pero en sus mismas palabras le calumnian ańadiendo o mudando algo, para que resulte justificada la acusación. El Salvador había dicho: "Destruid este templo" (
Jn 2,19), y los testigos lo tergiversan diciendo: puedo destruir el templo de Dios. Vosotros, dice, destruid, no yo; pues no nos es lícito atentar contra nosotros mismos. Después ellos inventan: "Y después de tres días lo reedificaré", para que pareciese que hablaba del templo judío. Pero el Seńor para manifestar que hablaba del templo vivo y animado, había dicho: y yo en tres días lo resucitaré
1; una cosa es edificar, y otra resucitar.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 84,3
¿Mas por qué no adujeron la acusación sobre la violación del sábado? Porque muchas veces los había convencido sobre este punto.
San Jerónimo
La cólera y la impaciencia de no hallar lugar a la calumnia hizo saltar de su solio al pontífice, poseída su alma de furor y de agitación su cuerpo. Y por esto sigue: "Y levantándose el príncipe de los sacerdotes, le dijo: ¿no respondes nada a las acusaciones de éstos?"
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 84,2
Dijo esto queriendo obligar a Jesús a dar una respuesta para cogerle. Inútil era, pues, toda respuesta de excusa que no había de ser admitida. Y por eso sigue: "Pero Jesús callaba", pues aquello era tan sólo una farsa de juicio. En verdad no era sino una invasión de ladrones como en una caverna, y por esto calla.
Orígenes,
in Matthaeum, 35
Esto nos enseńa a despreciar a los calumniadores y falsos testigos, para que ni siquiera consideremos dignas de respuesta las falsas acusaciones que nos imputan; mayormente cuando es más noble y valeroso callar que defenderse sin provecho alguno.
San Jerónimo
Sabía bien como Dios, que cuanto dijese se había de torcer en calumnia. Cuanto, pues, más callaba Jesús ante las acusaciones de los falsos testigos y sacerdotes impíos, con tanto mayor furor le provocaba el pontífice a contestar a fin de encontrar en su respuesta motivo de acusarle. Por lo que sigue: "Y el príncipe de los sacerdotes le dijo: te conjuro por Dios vivo que nos digas", etc.
Orígenes,
in Matthaeum, 35
Encontramos algunas veces en la ley el uso del juramento. Pero creemos, sin embargo, que el hombre que quiere vivir según el Evangelio, no debe permitirse el conjurar a otro. Porque si no es lícito jurar, tampoco es lícito provocar el juramento. El que contempla a Jesús imperando a los demonios y dando poder a sus discípulos sobre ellos, debe entender que la facultad concedida por el Salvador no es juramento.
Por tanto, el príncipe de los sacerdotes pecaba obligando insidiosamente a Jesús a contestar. Y así imitaba a su padre el demonio, que dudoso preguntó dos veces al Salvador: "Si tú eres Cristo Hijo de Dios" (
Mt 4,3.6) de lo que lógicamente se deduce, que el dudar si el Hijo de Dios es el mismo Cristo, es obra del diablo. No era, pues, decoroso al Seńor contestar al conjuro del príncipe de los sacerdotes, como obligado por fuerza. Por lo que ni negó ser Hijo de Dios, ni claramente lo confesó. "Dícele Jesús; tú dijiste"; pues no era digno de oír la doctrina de Cristo y así no le enseńa, sino que tomando su palabra le contesta con ella. "Pero en verdad os digo que dentro de poco veréis al Hijo del hombre", etc. A mí me parece que el acto de sentarse significa en el Hijo del hombre cierta realeza, porque junto al trono de Dios -que es el único poderoso- ha sido constituido el que recibió del Padre toda potestad en el cielo y en la tierra. Y esto se cumplirá el día en que hasta sus mismos enemigos lo reconocerán, aunque ya empezó a cumplirse, pues sus discípulos le vieron resucitado de entre los muertos y sentado a la diestra del Todopoderoso. O porque en comparación de la eternidad que existe en Dios, desde la creación del mundo hasta su fin, hay un día. No es, pues, de admirar que dijera el Seńor: "Dentro de poco" demostrando la brevedad del tiempo hasta el fin, y no sólo profetizaba que le verían sentado a la diestra del poder de Dios, sino que también sobre las nubes del cielo. Por eso sigue: "Y viniendo en las nubes del cielo". Estas nubes son los profetas y apóstoles de Cristo a los que les manda llover cuando quiere y son nubes del cielo que no pasan, porque llevan en sí la imagen del hombre celestial, y dignas de ser el trono de Dios como formadas de los herederos de El y coherederos de Cristo.
San Jerónimo
El pontífice, pues, a quien el furor había sacudido de su solio, rasga sus vestidos a impulsos de su ira. Y por eso dice: "Entonces el príncipe de los sacerdotes rasgó sus vestiduras, diciendo: blasfemó". Es costumbre judía rasgar los vestidos cuando se oye alguna blasfemia contra Dios.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 84,2
Esto lo hizo para agravar más la acusación y expresar con hechos lo que decía de palabra.
San Jerónimo
El hecho de rasgar sus vestiduras, demostró que los judíos habían perdido su dignidad sacerdotal y que estaba vacante la sede del sumo sacerdote, roto ya el velo que cubría la ley.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 84,3
Habiendo rasgado sus vestiduras no pronuncia por sí mismo la sentencia, y busca hacer recaer la responsabilidad en los demás, preguntando: ¿qué os parece? Como se acostumbra a preguntar contra los reos confesos y de blasfemia manifiesta y como obligando y haciendo violencia, prepara al auditorio para proferir la sentencia diciendo: "¿Qué necesidad tenemos de testigos? He aquí ahora acabáis de oír la blasfemia", etc. ¿Qué blasfemia fue ésta? Porque ante ellos mismos reunidos había dicho: "Dijo el Seńor a mi Seńor: siéntate a mi derecha" (
Mt 22,44). Y les dio la interpretación y callaron; ni le contradijeron en lo sucesivo. ¿Por qué pues, ahora llaman blasfemia a lo que ha dicho? "Pero ellos respondieron diciendo: Reo es de muerte"; eran los mismos los que acusaban, los que discutían y los que pronunciaban la sentencia.
Orígenes,
in Matthaeum, 35
¿Cuán grande crees que no fue el error de condenar a muerte a la principal de todas las vidas, y no atender al testimonio de tantos resucitados por la fuente de la que fluía la vida de todos?
San Juan Crisóstomo,
in Matth. hom. 85,1
Como el que se lanza sobre la presa, así demostraban su ciego furor.
Sigue: "Entonces escupieron en su rostro", etc.
San Jerónimo
Para que se cumpliera lo que estaba dicho: "Di mi mejilla a las bofetadas, y no aparté mi rostro del oprobio de las salivas" (
Is 50,6). Sigue: "Otros le daban bofetadas en el rostro diciendo: profetiza", etc.
Glosa
Por escarnio se le dice esto al que había querido ser tenido por profeta de las naciones.
San Jerónimo
Necedad hubiera sido responder y profetizar al verdugo, cuando era patente su furor.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 85,1
Observa cómo el Evangelista expone con suma exactitud todo lo que considera digno de reprobación, no ocultando nada ni avergonzándose; sino por el contrario, estimando como la mayor gloria el que el Seńor del universo padeciese por nosotros tales afrentas. Esto, pues, leamos continuamente, esto en nuestra mente grabemos, y gloriémonos de ello.
San Agustín,
quaestiones evangangeliorum 1,44
Lo que se ha dicho: "Escupieron sobre su rostro", habla de aquéllos que rechazan la presencia de la gracia; y asimismo le abofetean los que prefieren sus honores al de Dios; y dan palmadas en su rostro los que, obcecados por la perfidia, afirman que Jesucristo no ha venido, como queriendo exterminar y rechazar su presencia.
Notas