Entonces Jesús habló a la multitud y a sus discípulos diciendo: "Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los fariseos. Guardad, pues, y haced todo lo que os dijeren; mas no hagáis según las obras de ellos, porque dicen y no hacen. Pues atan cargas pesadas e insoportables, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover". (vv. 1-4)
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43
Después que el Seńor había humillado a los sacerdotes con su contestación dio a conocer la incorregible condición de ellos como sucede a los sacerdotes, que si obran mal ya no se enmiendan. Así como los seglares cuando faltan, se enmiendan fácilmente. Por esto se dirige a sus apóstoles y al pueblo. Prosigue: "Entonces Jesús habló a la multitud y a sus discípulos". Es infructuosa la palabra, cuando por medio de ella, unos son confundidos para que otros no sean enseńados.
Orígenes,
homilia 23 in Matthaeum
Hay unos discípulos de Jesús que son mejores que los que componen las turbas, y encontrarás en las iglesias algunos que se acercan con más afecto al Verbo divino, y que son discípulos de Jesucristo, mientras que los otros solamente pueden llamarse su pueblo; y a veces, dice ciertas cosas sólo a sus discípulos; otras veces dice algunas cosas a las turbas y a los discípulos a la vez, como son las que siguen: "Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los fariseos". Los que creen que pueden gloriarse de interpretar bien la ley de Moisés, son los que se sientan sobre su cátedra, y los que no se separan de la letra de la ley, se llaman escribas; los que, dando a entender que saben algo más, se distinguen a sí mismos, como mejores que los demás, se llaman fariseos, que quiere decir, divididos. Los que comprenden y exponen los escritos de Moisés en sentido espiritual, se sientan, en verdad, sobre la cátedra de Moisés. Pero no son escribas ni fariseos, sino que son mejores que éstos, y discípulos amados de Jesucristo. Por lo tanto, después de la venida de Jesucristo, se sientan sobre la cátedra de la Iglesia, que es la cátedra de Jesucristo.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43
Debe observarse cómo se sienta cada uno de estos sobre la cátedra, porque la cátedra no es la que hace al sacerdote, sino el sacerdote a la cátedra. El lugar no santifica al hombre, sino el hombre al lugar. Por lo tanto, un mal sacerdote, del sacerdocio sacará deshonra, no dignidad.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 72,1
Para que algunos no digan, soy peor para obrar, porque, quien me ha enseńado es malo, rechaza esta razón cuando ańade: "Guardad, pues, y haced todo lo que os dijeren", etc. Porque no dicen cosa alguna de sí mismos, sino que hablan cosas de Dios, que publicó su ley por medio de Moisés. Y observa con cuánto honor habla de Moisés, manifestando la unidad que hay entre lo que se dice y el Antiguo Testamento.
Orígenes,
homilia 23 in Matthaeum
Si los escribas y los fariseos que se sientan sobre la cátedra de Moisés son los doctores de los judíos, que enseńan según la letra los preceptos de la ley, ¿cómo es que el Seńor nos manda hacer lo que éstos nos ordenan; siendo así que los apóstoles prohiben a los fieles, en el libro de los Hechos (cap. 15), que vivan, según la letra de la ley? Pero aquéllos la enseńan según la letra porque no conocen su espíritu; lo que nos dicen pues acerca de la ley, lo hacemos y observamos, conociendo su sentido, pero no obrando como ellos obran; porque ellos no obran como la ley enseńa, ni comprenden que hay un velo sobre la letra de la ley. Y cuando se oyen estas cosas, no vayamos a creer que todas ellas son preceptos de la ley, porque hay muchas que tratan de las comidas, de los sacrificios, y otras cosas por el estilo; sino únicamente las que corrigen las costumbres. ¿Y cómo es que no mandó esto mismo acerca de la ley de gracia, sino únicamente acerca de la ley de Moisés? Porque todavía no era tiempo de dar a conocer los preceptos de la nueva ley, antes de su pasión. También a mí me parece que dijo esto, previendo algo más: como había de vituperar a los escribas y a los fariseos en sus palabras siguientes, para que no pareciera que deseaba la jefatura entre los necios, o que hacía esto por enemistad, primeramente retira toda sospecha; y entonces empieza a reprender, con objeto de que las turbas no caigan en los mismos defectos, pero comprendan que aunque deben oírlos, no deben imitarlos en sus acciones; por esto ańade: "Mas no hagáis según las obras de ellos". ¿Qué cosa hay más miserable que un doctor, cuyos discípulos se salvan no siguiendo su ejemplo, y se condenan cuando le imitan?
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43
Así como el oro se saca de la tierra, despreciando a ésta, así también reciban la enseńanza los que la oyen, y no hagan caso de las costumbres de los que la predican. Frecuentemente suelen enseńar buena doctrina los hombres malos. Y así como los sacerdotes juzgan preferible enseńar junto con los buenos a los malos, y no despreciar por éstos a los buenos, así también los súbditos honren también a los malos sacerdotes en vistas a los buenos, para que no sean despreciados también los buenos junto con los malos. Pues mejor es favorecer, aunque injustamente, a los malos, que quitar lo que sea justo a los buenos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 72,1
Considera también cómo empieza a vituperarlos, pues sigue: "Porque dicen y no hacen". Especialmente, es digno de censura, aquel que teniendo obligación de enseńar, quebranta la ley. En primer lugar, porque falta cuando debe corregir a otro; en segundo lugar, porque el que peca es digno de mayor castigo, cuanto mayor es su dignidad; y en tercer lugar, porque hace más dańo, en atención a que peca siendo doctor. Además, reprende también a aquéllos, porque son duros para los que les están subordinados. Por esto prosigue: "Pues atan cargas pesadas e insoportables", etc. En esto da a conocer la malicia doble de éstos: lo uno, porque exigen una vida perfecta a los que les están subordinados, sin dispensarles lo más mínimo; y lo otro, porque son altamente condescendientes consigo mismos. Pero conviene que el jefe proceda como juez inexorable en las cosas que a él afectan; y que sea bueno y pacífico en las que afectan a sus subordinados. Obsérvese, pues, cómo agrava su reprensión: no dijo que no pueden, sino que no quieren; ni dijo llevar, sino mover; esto es, ni aun acercarse, ni tocar.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43
Indudablemente llama a esas observancias de la ley cargas pesadas e insoportables, a propósito de los fariseos y de los escribas, de quienes está hablando. De estas cargas dice el apóstol San Pedro dice en los Hechos de los Apóstoles: "¿A qué fin queréis colocar sobre los cuellos de los discípulos un yugo que no hemos podido llevar ni nosotros ni nuestros padres?" (
Hch 15,10). Porque algunos, al recomendar con falsas razones a sus oyentes las cargas de la ley, ataban como con ciertos lazos sus corazones, a fin de que, creyéndose obligados por la razón, no se atreviesen a arrojar lejos de sí semejantes ligaduras. Mas éstos no cumplían ninguna de sus obligaciones, no sólo por completo, sino ni siquiera ligeramente, es decir, ni aun tocando con los dedos.
Glosa
O también: atan las cargas, esto es, recogen de todas partes esas tradiciones, que lejos de elevar la conciencia, la rebajan y la abaten.
San Jerónimo
Los hombros, los dedos, las cargas y los lazos con que son atadas las cargas de los que se ven oprimidos deben tomarse en sentido espiritual. Aquí también habla el Seńor en general contra todos los maestros, que mandan lo más pesado y ellos no hacen ni aun lo menor.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43
Tales son los que imponen un gran peso sobre los que vienen a hacer penitencia, y así, mientras se huye de la pena presente, se menosprecia el castigo de la otra vida. Por lo tanto, si colocas un gran peso sobre los hombros de un joven que no pueda llevarlo, tendrá necesidad o de arrojar la carga, o de sucumbir debajo de ella. Y al hombre a quien se le imponga una penitencia grave le sucederá que: o la despreciará o, si la acepta, cuando no pueda llevarla, escandalizado, pecará más. Por lo tanto, aunque no obremos bien imponiendo poca penitencia ¿no será mejor errar a causa de la caridad que de la crueldad? Cuando el padre de familia es condescendiente, el que dispensa sus gracias, debe serlo también. Si Dios es bueno, ¿por qué su sacerdote ha de ser austero? ¿Quieres aparecer como santo? En toda tu vida no dejes de ser austero contigo, y benigno respecto de los demás; que los hombres te oigan exigiendo poco y que te vean haciendo cosas grandes. El sacerdote que es condescendiente consigo, pero que exige cosas graves de los demás, es como un mal repartidor de contribuciones en una ciudad, que se dispensa de pagar y carga a los demás.