Entonces se llegaron a El unos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: "¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan". Y El respondiendo, les dijo: "Y vosotros, ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? pues Dios dijo: Honra al padre y a la madre. Y: Quien maldijere al padre o a la madre, muera de muerte. Mas vosotros decís: Cualquiera que dijere al padre o a la madre: Todo don que yo ofrezco a ti aprovechará. Y no honrará a su padre o a su madre: y habéis hecho vano el mandamiento de Dios por vuestra tradición". (vv. 1-6)
Rábano
Los hombres del Genesar y los menos instruidos creen, mientras que los que parecen sabios van al combate, según aquellas palabras ( Mt 11,25): "Ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeńuelos". Por eso se dice: "Entonces se llegaron".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,49
El evangelista ha enlazado el orden de su narración, de manera que las palabras: "Entonces se llegaron", indican una trasmisión a fin de seguir el mismo orden en lo que va a decir después.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1
Designa el evangelista aquí la época para manifestar la inefable perversidad de ellos, superior a la de todo hombre. Se llegan ellos al Seńor cuando ven los muchos milagros que obra y los muchos enfermos que se curan con sólo tocar la orla de su vestido. Y cuando se dice que los escribas y fariseos vinieron de Jerusalén, no debemos olvidar que estaban diseminados por todas las tribus y que los peores de todos eran los que habitaban en la metrópoli, en atención a que gozaban de mayores honores y eran por lo mismo más soberbios.
Remigio
Por dos motivos son reprensibles. Porque venían de Jerusalén, lugar santo, y porque, siendo ellos los ancianos del pueblo y los doctores de la ley, vinieron no a aprender del Seńor, sino a combatirlo, diciendo: "Por qué tus discípulos traspasan la tradición", etc.
San Jerónimo
Gran necedad la de los fariseos y de los escribas. Arguyen al Hijo de Dios el no observar las tradiciones y las órdenes de los hombres.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1
Mirad cómo son cogidos en su misma pregunta. Porque no dicen: por qué traspasan la ley de Moisés; sino: la tradición de los ancianos. Por donde se ve bien claro que los sacerdotes introducían muchas novedades, a pesar de haber dicho Moisés ( Dt 4,2): "No ańadiréis nada a la palabra que os propongo hoy, ni quitaréis nada de ella" y cuando les convenía quedar exentos de ciertas observancias, se comprometían con otras nuevas, por temor de que alguno les usurpara el poder supremo, queriendo ser más temibles, como si fueran ellos los legisladores.
Remigio
San Marcos nos refiere esas tradiciones con estas palabras ( Mc 7,3): "Los fariseos y todos los judíos no comían pan, si antes no se lavaban muchas veces las manos" y por eso reprenden a los discípulos de Cristo, diciendo: "¿Por qué no se lavan?" etc.
Beda
Ellos toman en sentido carnal las palabras de los profetas parecidas a éstas ( Is 1,16): "Lavaos y sed puros". Observaban el lavarse sólo el cuerpo y por eso establecieron que no se debía comer sino con las manos lavadas.
San Jerónimo
Las manos, esto es, no las obras del cuerpo, sino del espíritu, deben lavarse para que por ellas se obre la Palabra de Dios.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1
Precisamente los discípulos comían sin lavarse las manos porque despreciaban todo lo superfluo y sólo atendían a lo necesario y no tenían por precepto de la ley el lavarse o no lavarse. Practicaban lo uno y lo otro, según se presentaban las ocasiones. Porque ¿cómo se habían de ocupar de estas superficialidades los que despreciaban hasta el alimento indispensable?
Remigio
O bien, los fariseos reprenden a los discípulos del Seńor, no porque se laven según lo exigen las costumbres y la oportunidad de los tiempos, sino porque no se lavaban según tradición supersticiosa de los ancianos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1
Mas Cristo no se excusó, sino que les replicó inmediatamente, haciéndoles ver que aquellos que cometían las faltas más grandes no debían preocuparse de las faltas ligeras cometidas por otros y por eso sigue: "Y El respondiendo, les dijo: Y vosotros, ¿por qué traspasáis?" No les dice que los discípulos obren bien con esta infracción, a fin de no dar a los judíos motivo para calumniar, ni tampoco condena a los discípulos, por evitar el que creyeran que aprobaba semejantes tradiciones; ni acusa a los ancianos porque hubieran rechazado esa acusación como injuriosa, sino que hace recaer su reprensión sobre los que habían venido a verlo. Y con respecto a los ancianos que habían establecido esa tradición, dice: "Y vosotros, ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?" Como si dijera
San Jerónimo
"¿con que vosotros, que despreciáis los preceptos divinos a causa de una tradición humana, pretendéis reprender a mis discípulos porque tienen en poco aprecio los preceptos de los ancianos cuando se trata de cumplir los mandamientos de Dios? Porque Dios ha dicho: "Honra a tu padre y a tu madre" y este honor del que habla la Escritura no consiste sólo en los saludos y respetos exteriores, sino en los socorros y donativos que hay obligación de hacer". "Honra -dice el apóstol ( 1Tim 5,3)- a las viudas que lo son en verdad" y aquí la palabra honor significa donativo. Por eso el Seńor, teniendo en consideración la indigencia, la edad y la pobreza de los padres, tiene mandado que los hijos honren a sus padres; es decir, que les den o les proporcionen las cosas necesarias a la vida.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,2
Quiso el Seńor manifestar la necesidad de honrar a los padres y por esta razón manda premiar al que observe este precepto mientras que el que lo quebrante padecerá. Y el premio que promete a los que honran a sus padres consiste en una larga vida sobre la tierra y la pena que sufrirán los que los abandonan, será tan terrible que los llenará de asombro a ellos mismos, y convertirá a otros. Por eso ańade: "Y quien maldijere al padre o a la madre, muera de muerte". Son palabras que nos dicen bien claro que esa clase de gente es digna de la pena de muerte. De aquí se sigue que, si el que deshonra a sus padres de palabra es digno de muerte, mucho más dignos de muerte sois vosotros que los deshonráis con vuestras obras. Y no sólo deshonráis a los padres, sino que enseńáis a otros a hacer lo mismo. ¿Cómo, pues, vosotros, que debéis morir, acusáis a mis discípulos?
Además, el Seńor les manifiesta cómo ellos infringen el mandamiento de Dios, cuando ańade: "Y cualquiera que dijere al padre o a la madre: Todo don que yo ofrezco a ti aprovechará", etc.
San Jerónimo
Deseando los escribas y los fariseos abolir la ley citada anteriormente, que era la manutención de los padres y de las madres e introducir la impiedad bajo el velo de la piedad, enseńaron a los hijos perversos que si alguno quisiere consagrar a Dios lo que estaba en la obligación de ofrecer a sus padres, debía preferir a Dios -que es el verdadero padre- a los socorros que reclamaban las necesidades de sus padres y de sus madres.
Glosa
El sentido es éste: lo que yo ofrezco a Dios, me aprovecha a mí y a vosotros y por lo tanto no debéis tomar mis cosas para vuestros usos, sino sufrir que yo las ofrezca a Dios.
San Jerónimo
De esta manera los padres, a fin de no incurrir en el crimen de sacrilegio, se abstenían de las cosas que creían consagradas a Dios y se morían de hambre; de donde resultaba que las ofrendas de los hijos, bajo el pretexto de que se destinaban al templo y al culto de Dios, daban una gran ganancia a los sacerdotes.
Glosa
De modo que esa enseńanza forma este sentido. Cualquiera -es decir, cualquiera de vosotros, oh, jóvenes- habrá dicho (esto es, podrá decir o dirá) a su padre o a su madre: "Oh padre, el donativo que viene de mí y yo ofrezco a Dios te aprovechará a ti. Maravilloso modo de pensar, como si dijera: pasará a vuestro uso, esto es, no debéis tomarlo a fin de no haceros culpables de sacrilegio". También puede entenderse de esta manera, sobreentendiendo algunas cosas. "Cualquiera que dijere al padre, etc.", sobreentienda que cumplirá el mandato de Dios, o cumplirá la ley, o será digno de la vida eterna.
San Jerónimo
Puede también entenderse en estas pocas palabras. Obligáis a los hijos a decir a sus padres: el donativo que yo debía ofrecer a Dios, lo consagro a vuestro alimento y te aprovecha a ti, oh padre y madre. Es como si dijera: ¡No!
Glosa
De esta manera persuadiendo con vuestra avaricia al joven, éste no honrará al padre y a la madre y por eso sigue: "Y no honrará a su padre y a su madre". Como si dijera: "vosotros inculcáis a los hijos estos principios perversos y por eso los hijos no honran después a sus padres. De esta manera hacéis servir el mandamiento de Dios sobre los socorros que deben dar los hijos a sus padres, para vuestra avaricia".
San Agustín, contra adversarium legis et prophetarum, 2,1
Evidentemente Cristo nos demuestra aquí que ésta es la ley de Dios de la que blasfeman los herejes y de la que los judíos tenían esas tradiciones, distintas de los libros proféticos y legítimos que el apóstol llama (1, Tim 4) "Fábulas profanas y cuentos de viejas".
San Agustín, contra Faustum, 16,24
Muchas cosas nos enseńa aquí el Seńor. Desde luego no trató de retraer a los judíos de su Dios ni de infringir los mandamientos de Dios. Tan lejos estuvo de esto, que reprendía a aquellos mismos que los quebrantaban y no los practicaban tal como los había dado Moisés.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,16
O de otra manera: "Todo don que yo ofrezco, a ti aprovechará", esto es, el donativo que ofreces por causa mía, te pertenece a ti desde luego. Palabras que significan que los hijos cuando han llegado a la edad de poder ofrecer por sí mismos, no necesitan de las ofertas de sus padres. Los fariseos miraban como exentos de toda culpabilidad a los hijos que llegaban a la edad de poder hacer esto y si se lo decían a sus padres, ni les faltaban al respeto ni al honor que se les debe.