"No queráis juzgar para que no seáis juzgados; pues con el juicio con que juzgareis, seréis juzgados: y con la medida con que midiereis se os medirá". (vv. 1-2)
San Agustín de sermone Domini,
2,18
Como es incierta la intención con que se procuran estos bienes temporales para el porvenir (pudiendo ser con corazón simple o doble), oportunamente ańade en este lugar: "No queráis juzgar".
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17
Hasta aquí expuso la consecuencia perteneciente a la limosna, y ahora va a exponer la relativa a la oración. Esta doctrina es, en cierto modo, parte de la oración, y para que el orden de la narración sea tal, después de decir: "Perdónanos nuestras deudas", ańade: "No queráis juzgar, para que no seáis juzgados".
San Jerónimo
Mas si prohíbe juzgar, ¿cómo San Pablo juzga al incestuoso de Corinto (
1Cor 5), y San Pedro acusa de mentira a Ananías y Sáfira (
Hch 4)?
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17
Algunos exponen este pasaje en el sentido de que Dios no prohíbe a los cristianos, por medio de este precepto, que corrijan a otros por benevolencia, sino que los cristianos desprecien a los cristianos por jactancia de su propia justicia, odiando y condenando a otros, muchas veces por solas sospechas, ejecutando su propio odio bajo las apariencias de piedad.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 23,2
Por eso no dijo: "No dejes descansar el pecado", sino más bien: "No juzgaréis", esto es, no seas amargo juez. Corrige, sí, pero no como enemigo que busca la venganza, sino como médico que brinda la medicina.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17
Para que unos cristianos no corrijan así a los otros, convienen las palabras que dicen: "No queráis juzgar". Pero si no los corrigen así, ¿acaso obtendrán el perdón de sus pecados, porque se ha dicho: "No seréis juzgados"? ¿Quién consigue la indulgencia del primer mal sólo por no ańadirle otro después? Hemos dicho esto, pues, queriendo manifestar que aquí no se trata de no juzgar al prójimo que peca contra Dios, sino del que peca contra nosotros. El que no juzga al prójimo por el pecado cometido contra él, no es juzgado por Dios respecto de su pecado, sino que le perdona su deuda, como él perdonó.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 23,1
O de otro modo, no manda simplemente que no se juzguen todos los pecados, sino que hizo esta prohibición a aquellos que han cometido muchas culpas, y juzgan a los demás por defectos ligeros. Así como San Pablo no prohíbe juzgar sencillamente a los que pecan, sino que reprende a los discípulos que se permiten juzgar a sus maestros, enseńándoles que no debemos juzgar a los que sean más que nosotros.
San Hilario,
homiliae in Matthaeum, 5
De otro modo, Dios prohíbe que se forme juicio acerca de sus disposiciones, porque así como los juicios entre los hombres se forman de cosas inciertas, así este juicio contra Dios se basa en la duda, lo cual rechaza enteramente de nosotros, para que se conserve mejor la certeza de la fe. Juzgar mal de las cosas de Dios no es un pecado como el juicio falso acerca de las demás cosas, sino que se hace principio de crimen.
San Agustín,
de sermone Domini, 2,18
Creo que en este lugar no se manda otra cosa, a mi juicio, sino que tomemos en el mejor sentido aquellos hechos que no sabemos con qué intención se han cometido. Dios nos permite juzgar aquellas cosas que no pueden hacerse con buena intención, como las blasfemias, los estupros y otras cosas parecidas. Mas de los hechos medios, que pueden hacerse con buen o mal fin, temerario es el juicio, sobre todo para condenarlos. Dos cosas hay en las que debemos evitar el juicio temerario: cuando no tenemos seguridad del fin que se propuso el que hizo la cosa, o cuando no se sabe lo que será aquel que ahora aparece bueno o malo. No reprendamos aquellas cosas que no sepamos con qué fin han sido hechas, ni reprendamos de tal modo al que hace públicamente las cosas malas que desesperemos su enmienda. Puede movernos a ello lo que dice el Seńor: "Pues con el juicio con que juzgareis seréis juzgados". Si nosotros juzgamos con juicio temerario, ¿habremos de ser juzgados por Dios del mismo modo? O si midiésemos con una medida mala, ¿Dios nos habrá de juzgar con otra de la misma clase? Yo creo que con el nombre de medida se significa el mismo juicio. Pero esto se ha dicho porque es necesario que la temeridad con que castigas a otro, a su vez te castigue, pues la iniquidad muchas veces no dańa a aquel que sufre la injuria, mas es preciso que perjudique al que la hace.
San Agustín,
de civitate Dei, 21, 11
Dicen algunos: "¿Cómo puede ser verdad lo que dice Jesucristo, que con la medida con que midamos seremos medidos, cuando El castiga un pecado temporal con el suplicio de un fuego eterno?" No consideran que se dice "la misma medida" no por la vicisitud del mal (esto es, que el que hizo lo malo sufra lo malo), aunque aquí pueda entenderse más propiamente de lo que el Seńor hablaba en aquel momento, esto es, de los juicios y de las condenaciones. Por lo tanto, el que juzga y condena injustamente, si es juzgado y condenado justamente, es medido con la misma medida, aunque esto no sea lo que dio, pues hizo en juicio lo que es inicuo y sufre en juicio lo que es justo.