"¿Por qué, pues, ves la paja en el ojo de tu hermano, y no ves la viga en tu ojo? O ¿cómo dices a tu hermano: Hermano, deja, sacaré la paja de tu ojo, y se está viendo una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás de sacar la paja del ojo de tu hermano". (vv. 3-5)
San Agustín,
de sermone Domini, 2,19
El Seńor nos había amonestado sobre los juicios inicuos o temerarios que hacemos respecto de nuestros prójimos (especialmente a los que juzgan temerariamente, a quienes juzgan sin estar ciertos de la culpa que reprenden y lo hacen con suma facilidad, a los que se ocupan más bien en censurar y condenar a otros, cuando ellos son los primeros que necesitan corrección, cuya mala inclinación nace de la soberbia o de la envidia), y consiguientemente ańade: "¿Por qué ves la paja en el ojo ajeno, y no ves la viga en el tuyo?".
San Jerónimo
Habla de los que desconociendo sus propios pecados mortales no disculpan la menor falta en sus prójimos. Reprende a aquellos que se escandalizan de la ira de sus hermanos, cuando ellos viven ennegrecidos por el odio.
San Agustín,
de sermone Domini, 2,19
Tanta distancia hay de la paja a la viga, cuanta hay de la ira al odio: el odio es una ira inveterada. Muchas veces sucede que nos incomodamos con un hombre a quien deseamos corregir, pero que no lo odiamos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 23,2
Hay muchos que si viesen a un monje con un vestido de lujo o comiendo con abundancia, lo acusarían amargamente, siendo así que ellos roban todos los días y viven en continua crápula.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17
O de otro modo, esto que aquí se dice, conviene a los maestros. Todo pecado se juzga grave o leve por la importancia de la persona que lo comete. Para un seglar un pecado leve es una paja, pero para un sacerdote el mismo pecado es una viga.
San Hilario,
homiliae in Matthaeum, 5
De otra manera, se llama pecado contra el Espíritu Santo negar el poder infinito de Dios, y no admitir sustancia eterna en Cristo, por quien como Dios vino a ser hombre, el hombre, a su vez, viene a ser Dios. Por ello, cuanta diferencia hay entre la paja y la viga, otra tanta hay entre los pecados cometidos contra el Espíritu Santo y los demás pecados. Igual que sucede cuando los infieles censuran a otros los delitos de su cuerpo, y no ven en sí el peso de sus pecados que constantemente están cometiendo, dudando de las promesas del Seńor, y cayendo la viga en sus ojos (como en la cima del alma). Prosigue: "¿Cómo dices a tu hermano, deja, sacaré la paja de tu ojo, y se está viendo una viga en el tuyo?".
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17
Esto es, ¿cómo reprendes a tu hermano en pecado, cuando vives en el mismo pecado, si no es que tienes otros mayores?
San Agustín,
de sermone Domini, 2,19
Cuando nos veamos precisados a reprender a otros, pensemos primero si alguna vez hemos cometido aquel pecado que vamos a reprender. Y si no lo hemos cometido, pensemos que somos hombres, y que hemos podido cometerlo. O si lo hemos cometido en otro tiempo, aunque ahora no lo cometamos, entonces toque la memoria la común fragilidad, para que la misericordia, no el odio, preceda a aquella corrección. Pero si nos halláramos con el mismo pecado no reprendamos, sino lloremos, movidos a la enmienda, con mutuos esfuerzos. Rara vez, y por gran necesidad, se han de hacer las reprensiones, en las cuales no debemos insistir por nuestro interés personal, sino para servir al Seńor.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17
De otro modo: "¿Cómo dices a tu hermano?", esto es, "¿con qué fin?" ¿Por caridad, para que se salve? No, porque antes te salvarías a ti mismo. ¿Quieres, pues, no sanar a otros, sino ocultar los actos malos con la buena doctrina, y buscar la alabanza de tu saber entre los hombres y no la recompensa que Dios concede al que edifica? Eres, pues, un hipócrita. Por esto se ha dicho: "Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo".
San Agustín,
de sermone Domini, 2,19
El acusar los vicios es propio solamente de los buenos. Por lo cual, cuando hacen algo malo, imitan a los demás. Semejantes entonces a los hipócritas, ocultan en su persona lo que son, y manifiestan por fuera lo que no son.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 23,2
Y debe advertirse que cuando el Seńor quiere mostrar algún gran pecado, empieza por la injuria, como cuando dice: "Siervo malo, te he perdonado toda tu deuda". Por lo mismo dice aquí: "Hipócrita, saca primero". Porque las cosas que son propias de uno, se conocen mejor que las que son propias de los demás, y se ven mejor las que son mayores que las que son menores, y uno se ama a sí mismo más que a su prójimo. Por esto manda el Seńor que aquel que sea capaz de cometer muchos pecados, no sea juez severo de los pecados de otro (y especialmente si son pequeńos). Lo que el Seńor nos prohíbe no es la reprensión y corrección de las faltas de nuestros enemigos, sino el menosprecio u olvido de los propios pecados, cuando se reprenden los ajenos. Primero conviene que con sumo cuidado inspeccionemos nuestros defectos, y entonces pasemos a reprender los de los demás. Por ello sigue: "Y entonces verás de sacar la mota del ojo de tu hermano".
San Agustín,
de sermone Domini, 2, 19
Sacando de nuestro ojo la viga de la envidia y de la malicia y de la afectación, veremos de arrojar la paja del ojo de nuestros hermanos.