Y echando mano de El, le llevaron a la casa del príncipe de los sacerdotes; y Pedro le seguía a lo lejos. Y habiendo encendido fuego en medio del atrio, y sentándose ellos alrededor, estaba también Pedro en medio de ellos. Una criada, cuando le vio sentado a la lumbre, le miró con atención y le dijo: "Y éste con El estaba". Mas él lo negó, diciendo: "Mujer, no le conozco". Y un poco después, viéndole otro, dijo: "Y tú de ellos eres". Y dijo Pedro: "Hombre, no soy". Y pasada como una hora, afirmaba otro y decía: "En verdad éste con El estaba, porque es también galileo". Y Pedro: "Hombre no sé lo que dices". Y en el mismo instante, cuando aún él estaba hablando, cantó el gallo. Y volviéndose el Seńor, miró a Pedro. Y se acordó de la palabra del Seńor, como le había dicho: "Antes que el gallo cante, me negarás tres veces". Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente. (vv. 54-62)
San Ambrosio
No entendieron aquellos desgraciados, ni respetaron tanta clemencia aun con los enemigos, no permitiendo que se le defendiese. Dice pues: "Y echando mano de El, lo llevaron", etc. Cuando hablemos del prendimiento de Jesús, cuidemos de no caer en el error de creer que fue prendido según la divinidad, y obligado por debilidad: sólo fue prendido según la carne.
Beda
El príncipe de los sacerdotes, quiere decir Caifás, quien, según San Juan, era el pontífice en aquel ańo.
San Agustín. De conc. evang. 3, 6
Pero primero, antes que a la casa de Caifás, como dice San Mateo, fue llevado a la casa de Anás, que era suegro de Caifás, como dice San Juan. San Marcos y San Lucas no citan el nombre del pontífice.
Crisóstomo. in homil. 84, in matth
Por esto se dice a la casa del pontífice, para dar a entender que todo se hacía por consentimiento del príncipe de los sacerdotes. Todos se habían reunido allí para esperar a Jesucristo. Se da a entender el afecto de San Pedro, porque no huyó cuando vio que huyeron los demás. Prosigue: "Y Pedro le seguía a lo lejos".
San Ambrosio. lib. 10 in lucam, cap. De proditione Petri per ancillam
Le seguía a lo lejos, pero se acercaba a su negación, y acaso no lo hubiera negado si hubiese estado cerca de Jesús. Pero estuvo reverente, porque no abandonó al Seńor, aunque tanto miedo tenía. El miedo es propio de la naturaleza y el cuidado de la piedad.
Beda
El que San Pedro haya seguido a Jesús a lo lejos representa a la Iglesia, que habría de seguir su verdad, es decir, habría de imitar la Pasión del Seńor, pero de una manera diferente. La Iglesia sufre por sí misma, pero Jesús sufre por la Iglesia.
San Ambrosio
Ya ardía el fuego en la casa del príncipe de los sacerdotes. Prosigue: "Y habiendo encendido el fuego", etc. Se acercó San Pedro a calentarse porque, una vez preso el Seńor, el calor del afecto de San Pedro se enfrió.
Crisóstomo
Le habían sido entregadas las llaves del reino de los cielos. Le había sido confiada una multitud innumerable de pueblos, que estaba sumergida en el pecado. San Pedro estaba muy fuerte, como lo indica la oreja cortada del criado del príncipe de los sacerdotes. Este hombre, tan endurecido y tan severo, si hubiese obtenido el don de no pecar, ¿cómo hubiera podido perdonar a los pueblos? Pero la Providencia divina permitió que cayese él primero, para que fuese condescendiente con los demás, recordando su propia caída. Y cuando quería calentarse junto a las brasas, se acercó a él una criada, de quien se dice: "Una criada, cuando le vio", etc.
San Ambrosio
¿Cómo es que primero lo acusa una criada, cuando los hombres fueron los que lo pudieron reconocer, sino porque era preciso que apareciese también como pecador este sexo en la muerte del Seńor, para que también fuese redimido por la Pasión de Cristo? San Pedro, provocado, peca; pero es preferible que San Pedro negase, a que mintiese Jesucristo. Por esto sigue: "Pero él lo negó diciendo: Mujer, no le conozco".
Crisóstomo ut supra
¿Qué haces, Pedro? Tu voz se ha mudado de pronto. Tu boca llena de fe y de amor, se ha convertido en odio y en infidelidad; todavía no te amenazan los azotes, ni se te aplican tormentos; quien te pregunta no es juez ni goza de autoridad alguna para que tanto temas si confiesas: es una mujer quien te habla con su débil voz. ¿Acaso habrá de acusarte si confiesas? Ni aun mujer, sino una muchacha portera, una despreciable servidora.
San Ambrosio
Pero San Pedro negó porque prometió sin precaución. No lo niega en el monte, no en el templo, no en su casa, sino en el pretorio de los judíos. Lo niega allí, donde Jesús está preso, y donde no hay verdad. Cuando lo niega, dice: No conozco a ese hombre. Habría sido un atrevido si hubiere dicho que conocía a aquel a quien la inteligencia humana no puede comprender Mt 11,27: "Ninguno conoce al Hijo más que el Padre". Por segunda vez negó a Cristo. Prosigue: "Y un poco después, viéndole otro, dijo: Y tú de ellos eres".
San Agustín. De conc. evang. lib.3, cap 6
Se cree que fue obligado a esta segunda negativa por dos causas: por la criada de quien hacen mención San Mateo y San Marcos, y por otro de quien se ocupa San Lucas. Por esto dice así este Evangelista: "Y un poco después, viéndolo otro". Ya había salido San Pedro, y el gallo había cantado por primera vez, como dice San Marcos. Ya había vuelto, como dice San Juan, al fuego, y encontrándose allí por segunda vez, lo negó. Acerca de esta negación, se dice: "Y dijo Pedro: Hombre, no soy", etc.
San Ambrosio
Quiso más bien negarse a sí mismo, que negar a Jesucristo. Creía, sin duda, que negar la amistad de Jesús, equivalía a negarse a sí mismo.
Beda
En esta negación de San Pedro, decimos que no sólo fue negado Cristo por el que dice que no es Cristo, sino también por aquel que siendo cristiano niega que lo es.
San Ambrosio
Es preguntado por tercera vez. Prosigue: "Y pasada como una hora, afirmaba otro y decía: En verdad que éste con El estaba".
San Agustín ut supra
San Mateo (26,63) y San Marcos (14,70) dicen: un poco después. Pero San Lucas dice cuánto fue este tiempo, diciendo: "Y pasada como una hora". San Juan nada dice de este intervalo. Además, San Mateo y San Marcos no hablan en singular, sino en plural; citan los que estaban con San Pedro, mientras que San Lucas y San Juan hablan de uno. Pero puede decirse que San Mateo y San Marcos tomaron el plural en vez del singular, como es costumbre, o que afirmaban que era uno el que lo había visto, y que los demás lo confirmaban, y todos argüían a San Pedro: "En verdad que tú eres uno de ellos, porque lo demuestra tu modo de hablar". San Juan asegura también que se le dijo a San Pedro: "¿Verdad que te vi en el huerto?" San Marcos y San Lucas dicen del mismo modo que aquellos hablaban a San Pedro, o por lo menos debe entenderse que se referían a él, por lo mismo de que hablasen de él en su presencia, que se dirigiesen a él de modo directo; de cualquier manera que esto se diga siempre resultará que se ocuparon de él, en uno o en otro sentido.
Beda
Ańade: "Porque es galileo". No porque hablasen diferente lengua los galileos y los de Jerusalén: todos hablaban el hebreo, pero cada provincia tiene un modo especial de hablar, que no puede ocultarse.
Prosigue: "Y dijo Pedro: Hombre, no sé lo que dices".
San Ambrosio
Esto es, desconozco vuestros sacrilegios; pero nosotros nos excusamos, y él no se excusó. No es bastante la cautelosa contestación cuando se trata de confesar a Jesucristo; es preciso la confesión terminante. Por esto se dice que San Pedro no respondió así, sino que fue inducido, porque recordándolo luego, lloró.
Beda
Suele muchas veces la Sagrada Escritura, indicar el mérito de las causas por el del tiempo. Por ello, Pedro que pecó hacia la media noche, se arrepintió en seguida que cantó el gallo. Prosigue: "Y en el mismo instante, cuando él estaba aún hablando cantó el gallo". Lo que faltó durante las tinieblas del olvido, lo enmendó al volver la verdadera luz.
San Agustín De conc. evang. lib. 3, lib. 6
Creemos que cantó el gallo después que San Pedro negó tres veces a Jesús: así lo dice San Marcos.
Beda
Creo que debe entenderse por el gallo, alguno de los doctores que increpan a los que andan sońolientos o están echados, diciéndoles: "Vigilad, justos, y no queráis pecar" ( 1Cor 15,34).
Crisóstomo homil. 82, in Joan
Admirad el cuidado del Maestro, que aun estando preso, cuidaba mucho de su discípulo, a quien levantó de tal modo, que le incitó a llorar. Prosigue: "Y volviéndose el Seńor, miró a San Pedro".
San Agustín ut supra
Cómo deba entenderse esto, debemos examinarlo con atención. Dijo San Mateo (26,69) que San Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; lo cual no debió decir cuando se trataba de lo que sucedía dentro, donde estaba Jesús. También dijo San Marcos (14,66): "Y estando Pedro en el atrio de abajo", da a entender que no solo estaba Jesús en el interior, sino que esto sucedía en la parte alta. ¿Cómo pudo mirar Jesús a San Pedro? No con la vista corporal, porque San Pedro estaba fuera, y entre los que se calentaban, cuando lo referente a Jesús sucedía en el interior de la casa. Por estas razones, yo creo que aquella mirada debió ser espiritual, y como se dice en el Salmo (12,4): "Mírame y óyeme", y en el Salmo (6,5): "convierte tu rostro hacia mí, Seńor, y defiende mi alma". Así creo que debe entenderse que el Seńor se volvió y miró a San Pedro.
Beda
Mirar a uno equivale a compadecerse de él; porque no sólo cuando se hace penitencia, sino también para que pueda hacerse, es necesaria la divina misericordia.
San Ambrosio
Finalmente, todos aquellos a quienes Jesús mira, lloran su pecado. Prosigue: "Y Pedro se acordó de la palabra del Seńor, como le había dicho: Antes que el gallo cante me negarás tres veces. Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente". ¿Por qué lloró? Porque se equivocó como hombre: veo sus lágrimas, pero no su reparación. Las lágrimas lavan el pecado cuando la palabra no se atreve a confesarlo. Negó por primera y segunda vez, y no lloró, porque aún no lo había mirado el Seńor. Pero negó la tercera vez, lo miró el Seńor, y en seguida lloró amargamente. Tú también, si quieres lavar tus pecados, lava tus culpas con tus lágrimas.
Crisóstomo
No se atrevía San Pedro a llorar delante de los demás, no fuera que sus lágrimas lo traicionasen; sino que saliendo fuera, lloró. Lloraba, no por el castigo, sino porque había negado a quien tanto quería, lo que lo consumía más que cualquier castigo.