Por el día solemne acostumbraba el presidente entregar libre al pueblo un preso, el que querían. Y a la sazón tenía un preso muy famoso, que se llamaba Barrabás. Y habiéndose ellos juntado, les dijo Pilato: "¿A quién queréis que os entregue libre? ¿A Barrabás, o por ventura a Jesús, que es llamado el Cristo?" Pues sabía que por envidia lo habían entregado. Y estando él sentado en el tribunal, le envió a decir su mujer: "Nada tengas tú con aquel justo. Porque muchas cosas he padecido hoy en visión por causa de él". Mas los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo que pidiese a Barrabás, y que hiciese morir a Jesús. Y el presidente les respondió y dijo: "¿A cuál de los dos queréis que os entregue libre?" Y dijeron ellos: "A Barrabás". Pilato les dice: "¿Pues qué haré de Jesús, que es llamado el Cristo?" Dicen todos: "Sea crucificado". El presidente les dice: "¿Pues qué mal ha hecho?" Y ellos levantaban más el grito, diciendo: "Sea crucificado". Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que crecía más el alboroto, tomando agua, se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: "Inocente soy yo de la sangre de este justo: allá os lo veáis vosotros". Y respondiendo todo el pueblo dijo: "Sobre nosotros y sobre nuestros hijos sea su sangre". Entonces les soltó a Barrabás, y después de haber hecho azotar a Jesús, se lo entregó para que lo crucificasen. (vv. 15-26)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 86,1
Como Jesucristo no respondía a las acusaciones de los judíos, para poder Pilato absolverle de ellas, inventa otro medio para salvarle. Por eso dice: "Por el día solemne acostumbraba el Presidente entregar libre al pueblo un preso, el que querían".
Orígenes, in Matthaeum, 35
De este modo agradan los que gobiernan a los que les están subordinados, hasta que consiguen sentar sobre ellos su dominación absoluta. Entre los judíos también existió esta misma costumbre en algún tiempo. Saúl no mató a Jonatás, porque todo el pueblo así se lo pidió.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 86,2
Pilato también quiso salvar a Jesús, apoyado en esta costumbre. Y para que los judíos no tengan ninguna sombra de excusa, pone en parangón con Jesucristo a un homicida conocido de todos. Acerca de lo cual sigue: "Y a la sazón tenía un preso muy famoso, que se llamaba Barrabás". No solamente era ladrón, sino ladrón insigne, esto es, célebre por su maldad.
San Jerónimo
Este Barrabás, según el evangelio de los hebreos 1, se dice que fue hijo de un maestro de aquéllos, que había sido condenado por una sedición y homicidio. Pilato les da a elegir para que dejen en libertad al que quieran. Al ladrón o a Jesús; no dudando que Jesús sería el escogido. Por esto sigue: "Y habiéndose ellos reunido, les dijo Pilato: ¿a quién queréis que os entregue libre, a Barrabás, o por ventura a Jesús, que es llamado el Cristo?"
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 86,2
Como diciendo: si no queréis dejarlo en libertad como inocente, dejadlo, al menos, como condenado, pero libre por la festividad. Y si convenía dejarlo libre cuando fuese verdaderamente culpable, con mucha más razón en caso de duda. Véase cómo se invirtió el orden en esta ocasión. La petición en favor de los condenados, se hacía por medio del pueblo y la concesión era propia del príncipe. Pero ahora sucede lo contrario. El príncipe pide al pueblo, y el pueblo se vuelve más cruel.
Glosa
Por qué trabajó tanto Pilato por librar a Jesucristo, lo manifiesta el Evangelista cuando ańade: "Pues sabía que por envidia lo habían entregado".
Remigio
Cuál fuera aquella envidia, lo da a conocer San Juan, que en el capítulo 11 de su Evangelio dice: "He aquí que todo el mundo va en su seguimiento y si le dejamos libre así, todos creerán en El" ( Jn 11,48). Es de notar también, que en lugar de lo que dice San Mateo: "O a Jesús que es llamado Cristo", dice San Marcos: "¿Queréis que os deje en libertad al rey de los judíos?" ( Mc 15,9). Pues sólo los reyes de los judíos eran ungidos, y por esta unción se les llamaba cristos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 86,1
Después ańade otra razón que es suficiente para que todos desistiesen de su pasión. Sigue: "Y estando él sentado en el tribunal, le envió a decir su mujer: Nada tengas tú con aquel justo". Porque además de las pruebas que eran públicas, era de mucho peso lo que en sueńos había visto.
Rábano
Debe observarse que el tribunal es el asiento de los jueces, el solio el de los reyes y la cátedra el de los maestros; mas la mujer de este hombre gentil comprendió en visiones y sueńos lo que los judíos, aun despiertos, no habían querido creer y entender.
San Jerónimo
Nótese también que Dios revela muchas veces en sueńos a los gentiles su voluntad y que cuando Pilato y su mujer confiesan que es justo son testimonio del pueblo gentil.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 86,1
¿Pero por qué Pilato no veía el mismo sueńo? Porque ella era más digna, o porque si Pilato lo hubiese visto, tampoco hubiese sido creído, o tal vez no lo hubiera revelado. Y por esto es disposición de Dios, lo que ve la mujer, para que sea manifiesto a todos. Y no ve más, sino que sufre mucho. Sigue pues: "Porque muchas cosas he padecido hoy en visión por causa de él". Con esto se proponía moverlo a compasión, para que sintiese como ella y desistiera de la condenación a muerte; pero el tiempo apremiaba, pues en aquella misma noche había tenido el sueńo.
San Agustín, in serm. de Passione
Así, pues, el juez se aterró tanto, con lo que le dijo su mujer, de que no consintiera en juzgar del modo criminal que pretendían los judíos, que fue juzgado por la visión y tormentos de su mujer. Es juzgado el mismo que juzga y es atormentado antes que atormente.
Rábano
Entendiendo ahora, por fin, el diablo que iba a perder su presa por Jesucristo, quiso que a la manera que en el principio del mundo había introducido la muerte por medio de una mujer, así por medio de otra mujer lograra librar a Cristo de las manos de los judíos, a fin de que por su muerte no perdiera su imperio.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 86,2
Nada de lo dicho movió a los enemigos del Salvador, cegados enteramente por la envidia. Por lo que se dedican a contaminar a la plebe, con su misma malicia. Y esto es lo que dice a continuación: "Mas los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo que pidiese a Barrabás, y que hiciese morir a Jesús".
Orígenes, in Matthaeum, 35
Y es digno de verse ahora, cómo el pueblo judío es persuadido y excitado por sus ancianos y por sus doctores, en contra de Jesús para que le pierdan.
Prosigue: "Y el Presidente les respondió y dijo: a cuál de los dos queréis que os entregue libre?"
Glosa
Se dice que Pilato se expresó en estos términos, ya por lo que le había dicho su mujer, o ya por lo que pedía el pueblo, que según costumbre pedía la libertad de algún reo, en los días de las fiestas.
Orígenes, in Matthaeum, 35
Y entonces las turbas, como fieras que corren desenfrenadas, quisieron que les diese en libertad a Barrabás. Por esto sigue: "Y ellos dijeron: A Barrabás". Esto demuestra que aquella gente era dada a la sedición, al homicidio y al latrocinio. Según algunos de su gente, esto era sólo en las cosas exteriores, pero en la realidad lo eran en el interior. En donde no está pues, Jesús, allí se encuentran los pleitos y las guerras; pero en donde está, todo es bonanza y paz. Todos los que se asemejan a los judíos en la doctrina y en la vida, desean la libertad de Barrabás, porque el que obra mal, tiene en su cuerpo libre a Barrabás y atado a Cristo; así como el que obra bien, tiene a Cristo en libertad y a Barrabás encadenado. Pero quiso, por tanto, Pilato, descargar sobre los judíos la ignominia de tan gran crimen. Por eso que sigue: "Pilato les dice: ¿Pues qué haré de Jesús?", etc., no sólo para que contesten, sino para ver adónde llega su impiedad. Pero ellos, lejos de avergonzarse de oír que Pilato confesaba a Jesucristo, no se detienen, en manera alguna, en su perversidad. Sigue: "Dicen todos: sea crucificado", con lo que colmaron la medida de su impiedad, no sólo pidiendo la vida para un homicida, sino que también la muerte ignominiosa de cruz para un justo.
Rábano
Los crucificados, pendientes del leńo, clavados de pies y manos, para que murieran, vivían largo tiempo en la cruz, no porque se prefería que su vida fuese más larga, sino porque se prolongase la muerte, a fin de que el dolor no concluyera tan pronto. Los judíos no pensaban más que en darle una muerte ignominiosa, no comprendiendo que era la elegida por el Seńor, pues vencido el diablo por esta misma cruz, había de ser ella como un trofeo, que brillaría en la frente de todos los fieles.
San Jerónimo
Cuando respondieron esto, no condescendió Pilato al momento, sino que en virtud de la advertencia de su mujer, que le había dicho: "Nada tengas tú con aquel justo", Pilato respondió a los judíos. Por esto sigue: "El Presidente les dice: ¿Pues qué mal ha hecho?" Diciendo esto Pilato absolvía a Jesús. Sigue: "Y ellos levantaban más el grito, diciendo: Sea crucificado". Así se cumplía lo que estaba escrito en el Salmo: "Me rodearon muchos perros; la congregación de los malévolos me sitió" ( Sal 21,17); y aquellas palabras de Jeremías: "Mi heredad se hizo para mí, como el león en la selva; dieron voces sobre mí" ( Jer 12,8).
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,8
Pilato procuró muchas veces que los judíos dejasen en libertad a Jesús, lo cual atestigua San Mateo cuando dice: "Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que crecía más el alboroto". Lo cual no hubiese dicho, si no hubiere tenido grande interés (aun cuando se lo callaba cuantas veces intentaba esto), en librar a Jesús del furor de los judíos.
Sigue: "Tomando agua se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: inocente soy yo", etc.
Remigio
Era costumbre entre los antiguos, cuando alguno quería aparecer como inocente de algún delito, tomar agua y lavarse las manos en presencia del pueblo.
San Jerónimo
Por esto Pilato tomó agua según aquella expresión del profeta, que dice: "lavaré entre los inocentes mis manos" ( Sal 25,6). Como contestando a esto y diciendo: yo he querido librar a un inocente, pero como se levanta una sedición, y como se me hace aparecer como un criminal contra el César, yo soy inocente de la sangre de este justo. Por lo tanto, el juez que es obligado a pronunciar sentencia contra el Seńor, no condena al acusado, sino que reprende a los que se lo presentan, declarando que es justo aquél que ha de ser crucificado. Sigue: "Allá os lo veáis vosotros"; como diciendo: Yo soy ministro de las leyes, pero vuestro clamor derrama sangre. "Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Sobre nosotros, y sobre nuestros hijos sea su sangre". Persevera esta imprecación hasta nuestros días entre los judíos, y la sangre del Seńor pesa sobre ellos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 87,1
Mira aquí la gran perfidia de los judíos, su impiedad y su funesto apasionamiento no les permite ver lo que les conviene prever. Y se maldicen a sí mismos, diciendo: su sangre sea sobre nosotros, y atraen también la maldición divina sobre sus hijos, diciendo: y sobre nuestros hijos. Pero nuestro Dios misericordioso, no aceptó esta imprecación, y se dignó recibir a muchos de sus hijos, que hicieron penitencia: porque San Pablo era de ellos, y muchos miles de fieles, que creyeron, cuando se predicó en Jerusalén.
San León Magno, sermones, 59,2
Excedió, pues, a la culpa de Pilato, el crimen de los judíos. Pero con todo no quedó libre de responsabilidad, por haber dejado su propia opinión, y haber tomado parte en el crimen de los demás. Sigue: "Entonces les soltó a Barrabás; y después de haber hecho azotar a Jesús, se lo entregó", etc.
San Jerónimo
Debe tenerse en cuenta que Pilato cumplió con lo que estaba prescrito en las leyes romanas, en las que se establecía que fuese azotado primero el que después había de ser crucificado. Jesús es entregado a los soldados para que le azoten, y aquel cuerpo santísimo y aquel pecho del Seńor, recibieron los azotes.
San Agustín, in serm. de Passione
He aquí que preparan al Seńor para azotarle. Mira, ya es herido; la violencia de los azotes rompe su santa piel; repetidos golpes desgarran sus espaldas y sus hombros. ĦOh dolor! Dios se encuentra tendido delante del hombre, y sufre el suplicio de un reo, cuando en el Seńor no pudo encontrarse vestigio alguno de pecado.
San Jerónimo
Esto sucedió porque estaba escrito: "Muchos son los azotes de los pecadores" ( Sal 31,10), pero nosotros nos libramos por ellos de nuestros castigos. Por el acto de lavarse Pilato las manos, quedan purificadas las acciones de los gentiles, y nosotros quedamos ajenos a la impiedad de los judíos.
San Hilario, in Matthaeum, 33
Excitando los sacerdotes al pueblo, éste eligió a Barrabás, que quiere decir hijo de su padre, en lo que se revela el secreto de su futura iniquidad, dando la preferencia sobre Cristo al anticristo, que es el hijo del pecado.
Rábano
Barrabás es también el que levantaba las sediciones en los pueblos, y fue puesto en libertad por el pueblo judío, esto es, el diablo, que hasta hoy reina sobre ellos, por cuya razón no pueden tener paz.
Notas
1. Evangelio apócrifo.