Y vino uno y le dijo: "Maestro bueno, ¿qué bien haré para conseguir la vida eterna?" El le dijo: "¿Por qué me preguntas de bien? Sólo uno es bueno, que es Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". El le dijo: "¿Cuáles?" Y Jesús le dijo: "No matarás: no cometerás adulterio: no hurtarás: no dirás falso testimonio: honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". El mancebo le dice: "Yo he guardado todo eso desde mi juventud: ¿qué me falta aún?" Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo: y ven, y sígueme". Y cuando oyó el mancebo estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. (vv. 16-22)
Rábano
Sin duda este hombre había oído decir al Seńor que solamente son dignos de entrar en el Reino de los Cielos aquellos que desean ser semejantes a los nińos y para cerciorarse mejor pide que se le diga, no por parábolas, sino de un modo claro, por qué méritos se puede conseguir la vida eterna. Por eso se dice: "Y vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré?", etc.
San Jerónimo
Ese que pregunta era joven, rico y orgulloso y no pregunta con el deseo de saber sino de tentar al Seńor; cosa fácil de comprobar por las palabras que le dijo el Seńor: "Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos", etc.; insiste de nuevo en su pregunta, pero con más astucia aún, diciendo: "¿Cuáles?" Como si no los hubiera leído, o como si el Seńor pudiera mandar cosas contrarias a los mandatos de Dios.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 63,1
No dudo yo en llamar a ese hombre avaro y amante de las riquezas, puesto que así lo llamó el Seńor; pero dudo en llamarlo hipócrita, porque no estoy seguro de ello y no se debe juzgar sobre cosas inciertas, especialmente si se dirigen a formular una acusación. Pero San Marcos desvanece esta sospecha cuando dice (cap. 10): "Que él vino corriendo y se echó a los pies del Seńor para suplicarle" y ańade que Jesús le miró y le amó y si se hubiera acercado a Jesús con el objeto de tentarle, ya nos lo hubiera dicho el evangelista, como lo ha hecho en otras ocasiones y si él hubiera permanecido callado, no hubiera permitido Cristo ese silencio, sino que le hubiera reprendido o con una insinuación secreta, o de una manera pública; pero nada de esto hace, según lo que sigue: "El le dijo: ¿Por qué me preguntas de bien?".
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,63
Pudiera alguno creer que hay alguna diferencia entre las palabras de San Mateo: "¿Por qué me preguntas de bien?" y las que ponen San Lucas y San Marcos (
Mc 10,18;
Lc 18,19): "¿Por qué me dices bueno?". Las palabras: "¿Por qué me preguntas de bien?" parece que se refieren más bien a la pregunta del joven: "¿Qué bien haré?" Esta última frase contiene a la vez la palabra "bien" y la pregunta, mientras que en las otras: "Maestro bueno" no hay pregunta. Se comprenden perfectamente los dos pasajes: "¿Por qué a mí me llamáis el bien?" y "¿Por qué me preguntas del bien?" dicen una misma cosa.
San Jerónimo
Como el joven había llamado bueno al Maestro y no había confesado a Dios o al Hijo de Dios, dijo el Seńor que cualquier hombre santo no es bueno en comparación de Dios, de quien se dice: "Alabad al Seńor porque es bueno" (
Sal 117,1). Y por eso dice El: "Sólo uno es bueno, que es Dios" y a fin de que nadie piense que por estas palabras queda excluido de la bondad el Hijo de Dios. Leemos en otro lugar: "El buen pastor da su vida por sus ovejas" (
Jn 10,11).
San Agustín,
de Trinitate, 1,13
O también, como buscaba aquel joven la vida eterna, y la vida eterna consiste en aquella contemplación de Dios cuya visión no nos proporciona pena sino una alegría eterna y no comprendía con quién hablaba (porque le miraba tan sólo como Hijo del hombre), por eso el Seńor le contesta: "¿Por qué me preguntas sobre el bien y me llamas Maestro bueno en esta forma que ves en mí?" En esta forma de Hijo del hombre aparecerá en el juicio, no sólo para que la vean los justos, sino también los impíos y esta visión no será un bien para quienes obraron el mal. Pero además hay en mí otra visión de mi forma, por la que soy igual a Dios, porque hay un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es el único y sumo Bien. Porque nadie le ve de manera que con su vista esté abatido o lloroso, sino que con ella tiene salud y alegría.
San Jerónimo
No rechaza nuestro Salvador el testimonio de bondad que le da el joven, pero sí el error de llamarlo maestro sin creer que es Dios.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 63,1
¿Qué utilidad hay en contestarle de esa manera? Porque de ese modo le gana poco a poco, le enseńa a despreciar la adulación y a retirarse de las cosas terrenales, le convence de que se una a Dios, que busque las cosas de la otra vida y que conozca al que es el verdadero Bien, la raíz y la fuente de todo lo bueno.
Orígenes,
homilia 8 in Matthaeum
También respondió Cristo de esa manera por causa del joven que le preguntó: "¿Qué bien haré?" Porque cuando nos separamos del mal y practicamos el bien llamamos bien a lo que hacemos por comparación con lo que hacen los demás hombres. Pero en cuanto a lo que se dice: "Uno solo es bueno", nuestro bien no es bien. Mas puede alguno decir: Porque el Seńor, que sabía que quien le preguntaba no tenía intención de que hiciera algún bien humano, le dijo: "¿Por qué me preguntas del bien?", que es como si le dijera: ¿Por qué me preguntas sobre el bien cuando te he dado los mandamientos que contienen el bien? Y después de esto le ańadió: "Si quieres entrar en la vida", etc. En estas palabras debemos considerar que el Seńor contestó al joven como si estuviera fuera de la vida. En efecto, el que está fuera de Jesús que dice "Yo soy la vida" (
Jn 11,6), está de algún modo fuera de la vida. Por otro lado el hombre, incluso el más justo, mientras vive sobre la tierra está en la sombra de la vida, porque está aún rodeado de un cuerpo mortal.
1 Mas aquel que se abstuviere de las obras de muerte y deseare las de la vida, entrará en la vida. Hay palabras muertas y palabras vivas, pensamientos muertos y pensamientos vivos y por eso dice: "Si quieres entrar en la vida", etc.
San Agustín,
sermones, 84,1
Y no dijo: Si quieres venir a la vida eterna, sino: "Si quieres entrar en la vida", definiendo de esta manera lo que es la vida eterna. De aquí resulta cuánto debemos amar la vida eterna, cuando así se ama esta vida pasajera.
Remigio
Demuestra este pasaje que la Ley promete a los que la cumplen no sólo los bienes temporales, sino también la vida eterna, y como el joven había escuchado con atención las palabras del Seńor, insiste y lleno de solicitud le pregunta: "El le dijo: ¿Cuáles?"
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 63,1
No dijo esto con la intención de tentar al Salvador, sino porque creía que fuera de los preceptos de la Ley habría otros que le abrirían la puerta de la vida.
Remigio
Mas Jesús, tratando al joven con la misma condescendencia que a un enfermo, le expuso con mucha amabilidad los preceptos de la Ley. Por eso sigue: "Y Jesús le dijo: No matarás", etc. La siguiente sentencia: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", es el compendio de todos esos preceptos, según aquel pasaje del apóstol: "El que ama a su prójimo ha cumplido la Ley" (
Rom 13,8). Debemos preguntar: ¿por qué el Seńor hizo mención solamente de los preceptos de la segunda tabla? Sin duda debió ser porque el joven estaba lleno del amor de Dios o también porque el amor del prójimo era un grado para subir hasta el amor de Dios.
Orígenes,
homilia 8 in Matthaeum
Probablemente sean suficientes estos preceptos para entrar en lo que llamamos principio de la vida, aunque ni éstos ni otros preceptos parecidos basten para entrar en el interior de la vida. Pero el que no cumpliere cualquiera de estos preceptos, ni aun en el principio de la vida entrará.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 63,1
Después de mencionar el Seńor los preceptos de la Ley, continua el evangelista: "El joven dice: Yo he guardado todo eso desde mi juventud" y no se detiene aquí, sino que pregunta de nuevo: "¿Qué me falta aún?", pregunta que indica un deseo vehemente.
Remigio
El Seńor seńala la manera de llegar a la perfección a todos los que quieren ser perfectos en la gracia, diciendo: "Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes", etc. Son dignas de atención estas palabras. No dice: Ve y come cuanto tienes, sino: "Ve y vende", y no dice: Algunas cosas, como hicieron Ananías y Safira (
Hch 5), sino todas las cosas. Y ańade con oportunidad: "Cuanto tienes", esto es, cuanto tenemos y poseemos con justicia. Debemos, por consiguiente, vender cuanto poseemos justamente; pero lo que poseemos injustamente debe entregarse a aquellos a quienes se lo hemos quitado. Y no dice: Dalo a los parientes o amigos, o a los ricos, de quienes recibirás semejantes cosas, sino: "Dalo a los pobres".
San Agustín,
de opere monachorum, 25
Y no es necesario elegir a un monasterio o a los hermanos pobres de un lugar determinado para darlo, porque todos los cristianos no forman más que una sola sociedad. Por consiguiente, de cualquier parte de donde recibe uno lo que necesita, lo recibe de aquello que pertenece a Cristo.
Rábano
Ved aquí trazadas dos vidas al hombre: la activa, a la que hacen relación los preceptos: "No matarás" y los demás mandamientos de la Ley; y la contemplativa, a la que se refieren las palabras: "Si quieres ser perfecto", etc. La primera pertenece a la Ley y la segunda al Evangelio. Porque así como el Antiguo Testamento precedió al Nuevo, así también la acción precede a la contemplación.
San Agustín,
contra Faustum, 5, 9
Pero, no solamente pertenecen al Reino de los Cielos aquellos que para ser perfectos venden o dejan todas sus cosas, sino que, por cierto lazo de caridad, se une a esta milicia cristiana un gran número de cierta milicia tributaria, a la cual se dirá al fin de los tiempos: "Tuve hambre y me disteis de comer" (
Mt 25,35). Lejos de nosotros el pensar que éstos serán separados del Reino de los Cielos, o de mirarlos como fuera del Evangelio.
San Jerónimo
No debo contestar a la pretensión de Vigilancio
2, de que es mejor usar los bienes y dividir sucesivamente los frutos a los pobres, que distribuírselos de una sola vez después de vendidos, puesto que el mismo Seńor le contesta en las palabras: "Si quieres ser perfecto, ve y vende". Esa pretensión, que tanto aplaude Vigilancio y que nosotros aceptamos con tal de que no sea preferida a las palabras del Seńor, no es para nosotros más que un segundo o tercer grado de perfección.
Genadio,
de ecclesia dogma, 71
Es cosa buena el dar su fortuna a los pobres, distribuyéndola poco a poco; pero es mucho mejor darla toda de una vez, con la intención de seguir al Seńor y de entrar en su compańía libre de todo cuidado.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 63,2
Y como el Seńor hablaba de la fortuna, aconsejando que nos debíamos despojar de ella, manifiesta que la recompensa que El dará será tanto mayor que la fortuna, como grande es la distancia que hay entre el cielo y la tierra. Y por eso dice: "Y tendrá un tesoro en el cielo". La palabra tesoro expresa la abundancia y la estabilidad de lo que nos dará.
Orígenes,
homilia 8 in Matthaeum
Si todos los mandamientos se unieran en estas palabras: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (
Mt 9,19), es claro que el que cumple este mandamiento es perfecto ¿Cómo, entonces, el Seńor dice al joven que contestó: "Yo he guardado todo eso desde mi juventud" (
Mt 9,20), "Si quieres ser perfecto" como si aún no lo fuera? Ved lo que está escrito en el Evangelio, según los hebreos
3: después que el Seńor oyó al joven y le dijo: "Ve y vende cuanto tienes", el rico empezó a rascarse la cabeza y a manifestar su desagrado y entonces el Seńor le dice: "¿Cómo dices: Yo he cumplido la Ley y los Profetas?" Porque en la Ley está escrito: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (
Lev 19,18) y he aquí que muchos hijos de Abraham, hermanos tuyos, están cubiertos de estiércol y muertos de hambre y tu casa está llena de muchos bienes y nada sale de ella para que sea partido entre los pobres. Queriendo, pues, el Seńor reprender al rico, le dice: "Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres", etc. De esta manera harás ver que efectivamente amas a tu prójimo como a ti mismo. Pero si es perfecto el que tiene todas las virtudes, ¿cómo se hace perfecto el que vende todo lo suyo y se lo da a los pobres? Supongamos que un hombre cualquiera ha hecho esto, ¿cómo desde aquel momento ese hombre queda, sin cólera, sin concupiscencia, colmado de todas las virtudes y libre de toda malicia? Sin duda parecerá propio de un sabio decir que al dar sus bienes a los pobres, éstos le favorecen con sus oraciones y que su pobreza espiritual recibirá la abundancia espiritual de aquellos y de este modo, aunque tenga algunas pasiones humanas, se hace perfecto. O también, el que cambió sus riquezas por la pobreza para hacerse perfecto, será ayudado por la fe que tiene en las palabras de Cristo, para que pueda llegar a ser sabio en Cristo, justo, casto y sin ninguna pasión; pero no de tal manera que en el momento mismo que entrega sus bienes a los pobres sea completamente perfecto, sino que desde aquel día la meditación sobre Dios le irá conduciendo hacia todas las virtudes. Se puede dar otra explicación: La interpretación moral, diciendo que los bienes son los actos del alma. Manda, pues, el Seńor vender todos los bienes que son malos y entregarlos a aquellos poderosos que trabajan en esos bienes y están pobres de todo bien verdadero. Porque así como la paz de los apóstoles se vuelve a ellos si no estuviera en ellos el Hijo de la paz (
Mt 10), así todos los pecados se vuelven a sus autores, si no hubiere alguno que haya querido valerse de ellos. De esta manera, no puede ser dudoso que el que de este modo vendió todos sus bienes sea inmediatamente perfecto. Y es claro, en efecto, que el que obra así tiene un tesoro en el cielo y ha llegado a ser hombre celestial. Porque tendrá en el cielo el tesoro de la gloria de Dios y las riquezas en la sabiduría de Dios. Ese tal podrá seguir a Cristo, porque no habrá posesión alguna que se lo impida.
San Jerónimo
Hay muchos que dejan sus riquezas y no siguen al Seńor, lo cual no es suficiente para ser perfecto. Es preciso, habiéndonos desapegado de las riquezas, seguir al Salvador, es decir, hacer el bien después de haber abandonado el mal. Con más facilidad se abandona un bolsillo que la propia voluntad. Por eso se dice: "Y ven y sígueme". Sigue al Seńor el que lo imita y marcha por sus mismos pasos. Prosigue: "Y cuando oyó el joven estas palabras, se fue triste". Esta es la tristeza que conduce a la muerte y la causa de ella son las palabras siguientes: "Porque tenía muchas posesiones", es decir, espinas y abrojos, que ahogaron la simiente del Seńor.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 63,2
No son igualmente esclavos de las riquezas los que tienen muchas y los que tienen pocas, porque las bajas riquezas levantan una llama siempre creciente y avivan el deseo con violencia cada vez mayor.
San Agustín,
epístolas, 31,5
No entiendo qué significa que encadene más la posesión de los bienes superfluos que el deseo de ellos, pues ¿por qué se queda triste este joven, sino porque tenía grandes riquezas? Porque una cosa es no querer incorporar lo que uno no tiene y otra cosa es arrancar lo que ya se tiene incorporado. En el primer caso se abandonan las riquezas como una cosa extrańa y en el segundo se arrancan como un miembro de su propio cuerpo.
Orígenes,
homilia 8 in Matthaeum
Según la historia, es digno de alabanza el joven, porque no mató ni cometió adulterio; pero es vituperable porque se entristeció por las palabras de Cristo que lo llamaban a la perfección. Era aún joven en el alma y por eso abandonó a Cristo y se marchó.
Notas
1.
No se trata de un desprecio de lo corporal como elemento negativo, pues el cuerpo forma parte de la unidad integral que es el ser humano, imagen y semejanza de Dios. Se indica más bien, que la plenitud de la vida está en la vida eterna, es decir, en el encuentro definitivo con Dios Comunión de Amor.
2.
Sacerdote de Aquitania a quien San Jerónimo hospedó en Belén en el 395 y que en el 406 lo denuncia como enemigo del culto a los mártires, de la pobreza monacal, del celibato del clero y de ciertas costumbres litúrgicas supersticiosas. San Jerónimo escribe un mordaz opúsculo en defensa propia, titulado precisamente "Contra Vigilancio".
3.
Evangelio apócrifo.