"Por eso el reino de los cielos es comparado a un hombre rey que quiso entrar en cuentas con sus siervos. Y habiendo comenzado a tomar las cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Y como no tuviese con qué pagarlos, mandó su Seńor que fuese vendido él, y su mujer y sus hijos y cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: Seńor, espérame, que todo te lo pagaré. Y compadecido el Seńor de aquel siervo, le dejó libre, y le perdonó la deuda. Mas luego que salió aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios: y trabando de él, le quería ahogar, diciendo: paga lo que debes. Y arrojándose a sus pies su compańero, le rogaba diciendo: Ten un poco de paciencia, y todo te lo pagaré. Mas él no quiso: sino que fue y le hizo poner en la cárcel hasta que pagase lo que le debía. Y viendo los otros siervos sus compańeros lo que pasaba, se entristecieron mucho y fueron a contar a su seńor todo lo que había pasado. Entonces le llamó su seńor y le dijo: siervo malo, toda la deuda te perdoné, porque me lo rogaste; ¿pues no debías tú también tener compasión de tu compańero, así como yo la tuve de ti? Y enojado el seńor le hizo entregar a los atormentadores, hasta que pagase todo lo que debía. Del mismo modo hará también con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazones cada uno a su hermano". (vv. 23-35)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,1
El Seńor ańade una parábola, a fin de que a nadie le resulte excesivo el número setenta veces siete veces.
San Jerónimo
Era muy común entre los sirios y sobre todo en la Palestina, el ańadir una parábola a las cosas que decían, con el objeto de que los oyentes que no podían conservar en la memoria los preceptos dichos sencillamente los conservaran mediante comparaciones y ejemplos. De ahí que se diga: "Por eso el Reino de los Cielos es comparado", etc.
Orígenes,
homilia 6 in Matthaeum
El Hijo de Dios, así como es sabiduría, justicia y verdad, así también es El mismo, Reino; pero no de alguno de aquellos que están aquí abajo, sino de todos los que están allí arriba, en cuyos sentidos reinan la justicia y todas las demás virtudes y que, si han sido hechos habitantes del cielo, es porque llevan la imagen del hombre celestial. Este Reino de los Cielos, es decir, el Hijo de Dios, cuando tomó carne, uniéndose entonces así al hombre, fue hecho semejante al hombre rey.
Remigio
O también, por Reino de los Cielos se puede entender muy bien la Iglesia santa en la que opera el Seńor lo que dice en esa parábola. Por la palabra hombre se designa algunas veces al Padre, como en aquel pasaje: "El Reino de los Cielos es semejante a un hombre rey, que trató de casar a su hijo" (
Mt 22,2); otras veces se designa al Hijo. Aquí puede aplicarse a los dos, al Padre y al Hijo, que son un solo Dios; y a Dios se le llama Rey porque dirige y gobierna todo lo que creó.
Orígenes,
homilia 6 in Matthaeum
Los servidores en esta parábola son los dispensadores de la palabra, a quienes está confiado el negociar y hacer producir los intereses del cielo.
Remigio
O también se entiende por siervos del hombre rey a todos los hombres, a quienes creó para que lo alabaran y a quienes dio la ley de la naturaleza y a quienes pide cuentas cuando discute su vida, sus costumbres y sus actos, para dar a cada uno según sus obras (
Rom 2). Por eso sigue: "Y habiendo empezado a tomar las cuentas", etc.
Orígenes,
homilia 6 in Matthaeum
El rey nos hará rendir cuentas de nuestra vida cuando sea necesario que todos nosotros seamos manifestados delante del tribunal de Cristo (
2Cor 5). No queremos decir con esto que Cristo necesite mucho tiempo para tomar esta cuenta. Porque el Seńor hará por virtud admirable -al querer poner a las claras las almas de todos- que cada uno recuerde en poco tiempo todas sus acciones y dice: "Y habiendo comenzado a tomar las cuentas", etc. porque dará principio a tomar las cuentas por la casa de Dios (
1Pe 4). De ahí es que le será presentado al principio del juicio el hombre a quien El dio muchos talentos y que en lugar de hacerlos fructificar presentó, a pesar de la obligación que se le había impuesto, grandes pérdidas. Es verosímil que en estos talentos que él perdió, estén representados los hombres que por causa suya se han perdido, resultando de aquí el haberse hecho deudor de muchos talentos por seguir a esa mujer, que se sienta sobre un talento de plomo y que lleva el nombre de iniquidad.
San Jerónimo
No se me oculta que hay algunos que ven al diablo en el hombre que debía los diez mil talentos y que entienden por la mujer y los hijos vendidos (mientras continúa él en la malicia) la necedad y los malos pensamientos. Porque así como a la sabiduría se la llama esposa del justo, así también a la necedad se la llama mujer del injusto y del pecador. ¿Pero cómo el Seńor le perdona a él los diez mil talentos y él no nos perdona a nosotros, que somos sus consiervos, los cien denarios? Ni lo admiten los hombres prudentes y la interpretación eclesiástica lo rechaza.
San Agustín,
sermones, 83,6
Es preciso decir, que como la ley es dada en diez preceptos, él debía diez mil talentos, esto es, todos los pecados que se cometen contra la ley del Seńor.
Remigio
El hombre que peca, no puede levantarse sólo con su voluntad y consiguientemente no tiene en sí nada para que se le pueda perdonar los pecados. De aquí lo que sigue: "Y como no tuviese", etc. La mujer del necio es la necedad, el placer de la carne o la ambición.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 1,25
Esto significa que el trasgresor del Decálogo debe sufrir castigos por su ambición y sus malas obras, representadas aquí por su mujer y sus hijos. Ese es su precio, puesto que el precio del hombre vendido es el suplicio del hombre condenado.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,3
No manda esto llevado de un sentimiento cruel sino de un afecto inefable. Porque con esto quiere llenarle de santo temor y hacerle que suplique y no se venda. Resultado que se deja ver por lo que ańade: "Y arrojándose a sus pies el siervo, le rogaba", etc.
Remigio
En las palabras "Y arrojándose a sus pies" se ve la humillación y la satisfacción del pecador y en las palabras "Ten un poco de paciencia conmigo", la voz del pecador que pide tiempo para vivir y corregirse. Grande es la benignidad y la clemencia del Seńor para con los pecadores conversos; siempre El está preparado para perdonar los pecados mediante el bautismo y la penitencia. Por eso sigue: "Y compadecido el Seńor", etc.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,3-4
Ved la sobreabundancia del amor divino. Pide el siervo que se le prolongue el tiempo y El le concede más de lo que le pide, perdonándole y concediéndole todas las deudas. Incluso hizo más. El quería darle desde el principio, pero no quería que su donativo viniese solo, sino acompańado de las súplicas del siervo, a fin de que no se retirase éste sin mérito personal. Mas no le perdonó las deudas antes de pedirle cuentas, para enseńarle cuántas eran las deudas que le perdonaba y hacerle de este modo más benigno para su consiervo. Todas las cosas hechas hasta ahora, fueron efectivamente oportunas. Confesó él sus deudas y el Seńor prometió perdonárselas; suplicó arrojándose a sus pies y comprendió la grandeza de sus deudas; pero lo que después hizo fue indigno de lo primero. Porque sigue: "Y habiendo salido halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios y trabando de él le quería ahogar", etcétera.
San Agustín,
sermones, 83,6
Cuando se dice, "que le debía cien denarios" ese número se refiere al número diez, que es el de la Ley. Ciento repetido cien veces, hace el número diez mil y diez veces diez ciento; así los números diez mil talentos y cien talentos no se separan del número consagrado a expresar las transgresiones de la Ley. Los dos servidores son deudores y los dos tienen necesidad de pedir perdón porque todo hombre es deudor a Dios y tiene a su hermano por deudor.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,1
La diferencia que existe entre los pecados que se cometen contra el hombre y los que se cometen contra Dios, es tan grande como la que hay entre diez mil talentos y cien denarios. Esto se hace aun más claro por la diferencia de pecados y el corto número de los que pecan. Nosotros nos abstenemos y evitamos pecar delante del hombre que nos ve, y delante de Dios, que nos está viendo, no cesamos de pecar, obrando y hablando todo lo que nos parece sin el menor miedo. De aquí es, que la gravedad de estos pecados proviene no solamente porque los cometemos contra Dios, sino también porque los cometemos abusando de los beneficios con que El nos ha llenado. Porque El nos ha dado la existencia y todo lo ha creado por nosotros. Inspiró en nosotros un alma racional, nos mandó a su Hijo, nos abrió el cielo y nos hizo hijos suyos. ¿Le recompensaríamos nosotros dignamente aunque muriéramos todos los días por El? De ninguna manera, esto redundaría principalmente en utilidad nuestra y a pesar de esto, infringimos sus leyes.
Remigio
Así, en el deudor de diez mil talentos están simbolizados aquellos que cometen los mayores crímenes y en el de cien denarios los que cometen los menores.
San Jerónimo
Para que esto se comprenda mejor, es preciso explicarlo con algunos ejemplos. Si alguno de vosotros cometiere un adulterio, un homicidio o un sacrilegio -crímenes horrorosos- estos diez mil talentos le serán perdonados cuando lo suplique y perdone los males menores que otro ha cometido contra él.
San Agustín,
sermones, 83,6
Pero aquel siervo malo, ingrato, inicuo, no quiso perdonar lo que a él, que no lo merecía, se le perdonó. Sigue el pasaje: "Y trabando de él, le quería ahogar diciendo: "Paga lo que debes".
Remigio
Esto es, insistía con energía para que le pagase lo que le debía.
Orígenes,
homilia 6 in Matthaeum
Según mi opinión, lo quería ahogar porque había salido de la presencia del rey. Porque delante del rey no hubiera tratado de ahogarlo.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Cuando se dice que salió, no se entiende que fue después de pasado mucho tiempo, sino inmediatamente, resonando aun en sus oídos las palabras del beneficio, abusó maliciosamente del perdón que le dio su Seńor. Lo que después hizo, se ve por lo que sigue: "Y arrojándose su compańero a sus pies, le rogaba diciendo: Ten un poco de paciencia", etc.
Orígenes,
homilia 6 in Matthaeum
Observad la finura de la Escritura, que nos presenta al siervo que debía mucho arrojado a los pies del Seńor y en actitud de adorarle y al que debía cien denarios, arrojado, pero sin actitud de adorar, sino de suplicar a su consiervo, diciendo: "Ten un poco de paciencia".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Pero el ingrato siervo no respetó las palabras que lo salvaron. Porque sigue: "Mas él no quiso".
San Agustín,
quaestiones evangeliroum, 1,25
Es decir, tuvo tan mala voluntad, que trató de que castigaran a un compańero, pero él se marchó.
Remigio
Esto es, de tal manera se encendió en cólera, que llegó al punto de querer ser vengado y le mandó a la cárcel hasta que le pagase la deuda; es decir, que después de prender a su hermano se vengó de él.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Ved la caridad del Seńor y la crueldad del siervo. El primero perdona diez mil talentos y el segundo no quiso perdonar cien denarios; el siervo pide a su Seńor y obtiene el perdón completo de toda la deuda y al siervo su compańero le suplica que le deje tiempo para poder ganarlo y ni aun esto le concede. Se movieron a compasión los que no debían y por eso sigue: "Y viendo los otros siervos sus compańeros lo que pasaba, se entristecieron mucho".
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,25
Se entiende por consiervos a la Iglesia, que liga a unos y desliga a otros.
Remigio
También pueden entenderse por consiervos a los ángeles, los predicadores de la santa Iglesia, o cualquier fiel, que al ver que a un hermano suyo, que ha conseguido el perdón, no quiere compadecerse de su consiervo, se entristece a causa de su perdición. Sigue: "Y fueron a contar a su Seńor todo lo que había pasado", etc. Ciertamente vienen, pero no con el cuerpo sino con el corazón, a contar a su Seńor su dolor y a manifestarle sus tristezas. Sigue: "Entonces le llamó su Seńor", etc.; le llama ciertamente por la sentencia de muerte y le manda dejar este mundo diciéndole: "Siervo malo, te perdoné toda la deuda porque me lo rogaste".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Y a decir verdad no lo llamó siervo malo cuando debía diez mil talentos, ni tampoco le injurió, sino que se compadeció de él. Por el contrario, cuando correspondió con ingratitud, entonces es cuando le dice siervo malo. Esto es lo que significan las palabras: "¿pues no debías tú también tener compasión?", etc.
Remigio
Y es digno de saberse que no se lee que aquel siervo diese a su Seńor respuesta alguna; en esto se manifiesta que cesará toda clase de excusa en el día del juicio y en seguida después de esta vida.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Y puesto que no se hizo mejor por el beneficio, se le deja la pena para que se corrija. Por eso sigue: "Y enojado su Seńor le hizo entregar a los atormentadores", etc. Y no dijo simplemente: "le entregó", sino "enojado", palabra que no empleó cuando mandó que fuese vendido y que es más bien propia de un amor que quiere corregir, que no de un desahogo de la cólera; mas aquí es la sentencia de un suplicio y de un castigo.
Remigio
Se dice que se enoja el Seńor cuando se enfurece contra los pecadores. Los atormentadores son los demonios que siempre están preparados para recibir las almas perdidas y para atormentarlas con los castigos de una condenación eterna. ¿Mas por ventura el que ha sido arrojado a la condenación eterna, podrá hallar espacio para corregirse, o puerta para salirse? No; la palabra "hasta que" significa lo infinito. De manera que forma el siguiente sentido: siempre estará pagando, pero jamás satisfacerá completamente y siempre por lo mismo sufrirá la pena.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Todo esto nos manifiesta que será continuamente, esto es, eternamente castigado y que jamás habrá pagado. Aunque son irrevocables los dones y las vocaciones de Dios, sin embargo, la malicia ha llegado a tal punto, que parece destruye esta misma ley.
San Agustín,
sermones, 83,7
Dice el Seńor: "Perdonad y os será perdonado" (
Lc 6,37); pero yo os he perdonado primero, perdonad vosotros al menos después. Porque si no perdonareis, os volveré a llamar y os reclamaré cuanto os haya perdonado. No engańa ni es engańado Cristo, que ha dicho estas palabras: "Del mismo modo hará también con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazones cada uno a su hermano". Mejor es que claméis con la boca y perdonéis con el corazón, que el que seáis dulces en las palabras y crueles en el corazón. Dice el Seńor: "De vuestros corazones" a fin de que, cuando imponéis una penitencia por caridad, no abandone la mansedumbre a vuestro corazón. ¿Qué cosa hay tan caritativa como el médico que maneja el instrumento de hierro? Centra su atención en la herida para curar al hombre. Porque si no hace más que tocarla, se pierde el hombre.
San Jerónimo
Ańade el Seńor: "De vuestros corazones" para que nos alejemos de toda paz basada en la hipocresía y en la ficción y manda a Pedro bajo la comparación del rey Seńor y el siervo, que así como el deudor de diez mil talentos ha conseguido, suplicando a su Seńor, que se le perdone toda la deuda, así también Pedro debe perdonar a sus consiervos, que cometen pecados menores.
Orígenes,
homilia 6 in Matthaeum
También quiere enseńarnos que seamos fáciles en perdonar a los que nos han hecho algún dańo, especialmente si reparan sus faltas y nos suplican que los perdonemos.
Rábano
En sentido alegórico, el siervo que debía diez mil talentos es el pueblo judío, sometido al decálogo de la Ley, a quien perdonó muchas veces el Seńor las deudas, cuando en sus apuros y haciendo penitencia, imploraban su misericordia. Pero una vez que salían bien de sus aflicciones, no tenían compasión con nadie y exigían con rigor cruel todo lo que se les debía; no cesaba de maltratar al pueblo gentil, como si le estuviera sometido, le exigía la circuncisión y las ceremonias de la Ley como si fuese deudor suyo y atormentaba cruelmente a los profetas y a los apóstoles, que les traían la palabra de la reconciliación. Por esta perversa conducta los entregó el Seńor en manos de los romanos, para que demolieran hasta los cimientos de su ciudad, o en manos de los espíritus malignos, para que los castigaran con tormentos eternos.