"O haced el árbol bueno, y su fruto bueno; o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque el árbol por el fruto es conocido. Raza de víboras, ¿cómo podéis hablar cosas buenas siendo malos? porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del buen tesoro saca buenas cosas; mas el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas". (vv. 33-35)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 42,1
Vuelve el Seńor a repetir sus ataques contra los judíos con nuevos argumentos. Y lo hace así, no para librarse de su acusación -porque para esto basta lo ya dicho-, sino por el deseo que tenía de corregirlos. De aquí las palabras: "O haced un árbol bueno", etc., que equivale a decir: Ninguno de vosotros ha dicho que es cosa mala librar a algunos hombres de los demonios. Pero como ellos no atacaban la obra en sí, y se contentaban con mirar al origen de ella, que en su opinión era el diablo, El les demuestra la inconsecuencia de esta acusación, concebida fuera de las reglas ordinarias. Es, en efecto, una simpleza abrigar tal modo de concebir las cosas.
San Jerónimo
Los estrecha mediante el silogismo, que los griegos llaman aphycton, que es lo que nosotros podemos llamar inevitable. El saca su conclusión contra ellos después de haberlos atacado por los dos extremos que abraza la argumentación. Si el diablo, dice, es malo, no puede hacer obras buenas, pero si veis que las que se han hecho son obras buenas, resulta que tales obras no son del diablo, porque de una cosa mala no sale una buena ni de una buena una mala.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 42,1
Porque se juzga el árbol por su fruto y no el fruto por el árbol, y por eso ańade: "Porque el árbol por el fruto es conocido". Y aunque el árbol da el fruto, el fruto, sin embargo, especifica al árbol. Pero vosotros hacéis lo contrario, porque no tenéis que decir nada contra las obras, y formáis un juicio falso del árbol llamándome endemoniado.
San Hilario, in Matthaeum, 12
Si refuta, pues, ahora a los judíos, que después que vieron las obras de Cristo comprendieron que eran efecto de un poder sobrenatural y, sin embargo, se resistieron a creer que eran propias de Dios, su respuesta puede extenderse a todos aquellos que en adelante negaren la fe, a todos los que se arrojaren a la herejía, y a todos los que rehusaren dar a Cristo el nombre de Dios, y desconocieren su participación con la sustancia divina. Estos malvados no son capaces ni para indagar el conocimiento de la verdad, ni para vivir entre las gentes bajo el velo de la ignorancia. El árbol figura la humanidad de Cristo; porque por la fecundidad de su virtud puede producir todo buen fruto, de ahí es que un árbol será bueno llevando frutos buenos, mas un árbol será malo llevándolos malos. No porque un árbol malo pueda ser tenido por bueno y recíprocamente; sino que se pone esta comparación para darnos a entender, que o se debe abandonar a Cristo como cosa inútil, o se lo debe seguir como fuente de todos los frutos buenos. Por lo demás, el querer guardar un medio y atribuir a Cristo ciertas cosas y negarle sus grandes prerrogativas, el respetarle como a Dios y no admitir en El su participación con la Divinidad, es una blasfemia contra el Espíritu. Vosotros no os atrevéis a negarle el nombre de Dios por la admiración que os causa la grandeza de sus obras, y por sostener vuestra malicia rebajáis su nobleza y negáis su comunión con la sustancia del Padre.
San Agustín, sermones, 72,1
O bien en este pasaje nos aconseja el Seńor que seamos buenos árboles para que llevemos buenos frutos: Las palabras: "Haced un árbol bueno, y os dará buenos frutos" es un precepto saludable y que debemos obedecer. Y las palabras: "Haced un árbol malo, y os dará frutos malos" no son un precepto de que así lo hagáis sino una advertencia para que lo evitéis. El Seńor combate en este lugar a los que decían que se podían hablar cosas buenas y hacer obras buenas permaneciendo malos; pero el Seńor dice que esto no puede ser: a no ser que se cambiase el hombre para poder cambiar las obras. Porque el hombre que continúa en la maldad no puede tener obras buenas, así como el que continúa en el bien, no puede tener obras malas. Cristo, pues, encontró a todos los hombres malos, pero dio el poder de hacerse hijos de Dios a todos los que creyeren en El.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 42,1
Y como el Salvador hablaba no por El, sino por el Espíritu Santo, por eso rińe a los judíos con las siguientes palabras: "Raza de víboras, ¿cómo podéis hablar cosas buenas, cuando sois tan malos?" Estas palabras son una acusación contra ellos y una demostración de lo que se acaba de hablar, como si dijera: Mirad, vosotros que sois árboles malos, no podéis llevar frutos buenos. No me admiro de que os expreséis de esa manera, porque habéis sido mal educados por padres malos y tenéis un alma mala. Y tened presente que no dijo: ¿cómo podéis vosotros hablar cosas buenas, siendo raza de víboras? Porque este modo de expresarse no está en relación con lo anterior, sino que dijo: "¿Cómo podéis hablar cosas buenas, cuando sois tan malos?". Los llama raza de víboras porque se vanagloriaban en sus antepasados. Para no dejarles motivo alguno de orgullo los separó de la raza de Abraham y les atribuyó otros progenitores de costumbres semejantes a las suyas.
Rábano
O también los llama raza de víboras, es decir, hijos o imitadores del diablo, porque calumnian a sabiendas las obras buenas, cosa verdaderamente diabólica. Sigue: "La boca habla de la abundancia del corazón". Habla de la abundancia del corazón el hombre que sabe la intención que se lleva en el hablar, cosa que parece decir más claro cuando ańade: "El hombre bueno saca el bien de un tesoro bueno, y el malo saca del tesoro malo el mal". El tesoro del corazón es la intención del pensamiento, que mediante un juicio interior aprecia la utilidad de una obra. Sucede algunas veces, que las grandes obras reciben una recompensa pequeńa, y que los que hacen resplandecer exteriormente las más grandes virtudes, son, a causa de la flojedad de su corazón tibio, menos premiados por el Seńor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 42,1
De esta manera, penetrando lo íntimo del corazón, nos da una prueba de su divinidad; porque El nos dice que no solamente serán castigadas las malas palabras, sino también los malos pensamientos. Y es natural que así sea, porque la superabundancia de la malicia interior, se derrama exteriormente mediante las palabras. De ahí es que, cuando se ve que un hombre habla mal, podemos juzgar que es mayor su malicia interior que la que manifiestan sus palabras. Porque lo que sale al exterior no es más que la superabundancia de lo que existe en el interior. De esta manera tocó vivamente a la culpabilidad de los judíos, porque si lo que ellos dijeron era tan malo, ¿qué malicia no encerrará la raíz de sus palabras? Y es apropiado que así sea. No siempre la lengua del hombre manifiesta la malicia que hay en su interior; pero el corazón, como no tiene por testigo a ningún hombre, engendra sin miedo los males que quiere. Como le importa poco el que Dios lo sepa, sólo cuando la malicia interior es grande es cuando sale al exterior mediante la palabra; y por eso dijo: "De la abundancia del corazón habla la boca"."
San Jerónimo
Las palabras: "El hombre bueno saca del tesoro bueno el bien", etc., o bien manifiestan la clase de tesoro de donde sacaron los judíos la blasfemia cuando blasfemaban contra la divinidad del Seńor, o bien se refieren a lo que precede, y nos dan a entender que, así como un hombre bueno no puede dar cosas malas, ni un hombre malo cosas buenas, así Cristo no puede hacer obras malas, ni el diablo obras buenas.