Y Jesús, sabiendo los pensamientos de ellos, les dijo: "Todo reino, dividido contra sí mismo, desolado será; y toda ciudad, o casa dividida contra sí misma no subsistirá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido: ¿pues cómo subsistirá su reino?" (vv. 25-26)
San Jerónimo
Atribuían los fariseos al príncipe de los demonios las obras de Dios. El Seńor contesta, no a sus palabras, sino a sus pensamientos, para hacerles creer de esta manera en su poder, y enseńarles que El veía hasta el fondo de sus corazones. "Y el Seńor, sabiendo sus pensamientos, etc."
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 41,1
Ellos levantaron antes al Seńor la calumnia de que arrojaba los demonios en nombre de Beelzebub. El no los reprendió entonces, dejando que los milagros diesen a conocer su poder, y la doctrina misma su grandeza; pero ahora los reprende porque perseveraban en su calumnia, aunque su acusación fuese sin motivo. La envidia no examina lo que dice, sino sólo para qué lo dice. Cristo, sin embargo, no los despreció, sino que les contesta con una mansedumbre llena de decencia, enseńándonos de esta manera a ser amables con los enemigos, y a no asustarnos aunque nos digan cosas que no reconocemos en nosotros, ni tengan motivo alguno para imputárnoslas. En lo cual prueba que era un embuste cuanto ellos dijeron de El, puesto que es imposible que el que tiene demonio aparezca con tanta mansedumbre, y que conozca los pensamientos. Y porque su sospecha no tenía fundamento alguno, y porque temían a la multitud, por eso no se atrevieron a publicar la acusación de Cristo, y sólo la revolvían en el fondo de sus pensamientos. Por esta razón dice: "Sabiendo sus pensamientos". No hizo el Salvador mención alguna en sus respuestas de lo que lo acusaban, ni publicó su malicia, se contentó con decirles que no era su voluntad el denunciar a los pecadores, sino el serles útil. Y no les contestó valiéndose de la Escritura, porque sabía que dando ellos a ésta una interpretación torcida, se burlarían de la Escritura. Por esta razón les responde con razones fundadas en el sentido común: "Todo reino, dice, dividido contra sí se disolverá", etc. Porque nada hay en la tierra más poderoso que un reino, y sin embargo, habiendo luchas en él, perece. Y si esto pasa en un reino, ¿qué sucederá en una ciudad, o en una casa? Que perece, ya sea grande, ya sea pequeńa, cuando hay en su seno una lucha que la devora.
San Hilario,
in Matthaeum, 12
De aquí se sigue que las mismas razones militan para que perezca una ciudad o casa, que un reino, y por esta razón continúa el evangelista: "Y toda ciudad o casa dividida contra sí, no permanecerá.
San Jerónimo
Porque así como crecen las cosas pequeńas con la concordia, así también por la discordia caen las cosas más grandes.
San Hilario,
in Matthaeum, 12
La palabra de Dios, ya se la considere sencillamente, ya se la mire en su interior y se penetre en su profundidad, es rica y necesaria para todo progreso. Dejando, pues, todo lo que dice relación al sentido común, detengámonos en las causas interiores. El Seńor, teniendo que responder a aquello que había sido dicho respecto de Beelzebub, devuelve su respuesta y la aplica contra aquellos, a quienes contesta. La ley, en efecto, viene de Dios, pero la promesa del reino de Israel proviene de la ley. Si el reinado de la ley se divide contra sí mismo, preciso es que se destruya. De esta manera, el reino de Israel perdió la ley en el momento en que el pueblo de la ley atacó en Cristo el cumplimiento de la ley. La ciudad de la que se habla aquí es Jerusalén, que después de haber encendido el furor del pueblo bajo en contra del Seńor, y después de haber hecho huir a los Apóstoles con muchísimos fieles, no existirá después de la división. Y por esta razón, se anuncia su destrucción, como consecuencia de su división. Dice el Salvador después: "Y si Satanás arroja a Satanás, ¿cómo permanecerá su reino?"
San Jerónimo
Como si dijera: Si Satanás lucha consigo mismo, y el demonio es enemigo del demonio, debería venir el fin del mundo. Estas poderosas potestades, cuyas divisiones dejarían en paz a los hombres, no tendrían sitio para sus luchas.
Glosa
El Seńor les arguye con un dilema irresistible. Porque Cristo arroja al demonio o por el poder de Dios, o por el príncipe de los demonios. Si es por el poder de Dios, no hay motivo para calumniarlo; si es por el príncipe de los demonios, su reino está dividido y no podrá existir. Es por ello que se alejan del Reino de Cristo, que es lo que el Seńor insinúa que han elegido los fariseos en el hecho de no creer en El.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 41,1
O también, si está dividido, es endeble y perece; pero si perece, ¿cómo tiene poder para lanzar a otro?
San Hilario,
in Matthaeum, 12
O también, si el demonio fue forzado a esta división intestina, que perturba a los otros demonios entre sí, es necesario concluir que tiene más poder el que los dividió, que los que son divididos; luego el reino del diablo, teatro de esta división, queda destruido.
San Jerónimo
Mas si vosotros, o escribas o fariseos, pensáis que se retiran los demonios por obedecer a su jefe, para engańar a los hombres ignorantes con este falso estímulo, ¿qué podéis decir de las curas corporales que hizo el Seńor? Otra cosa es si atribuís a los demonios las curas y otros prodigios de las fuerzas espirituales.