"Y así, todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo también con ellos: ésta es la ley y los Profetas". (v. 12)
San Agustín,
de sermone Domini, 2, 22
En las buenas costumbres, que llevan a los hombres hasta la limpieza y simplicidad del corazón, se halla constituida cierta firmeza y valentía para marchar por el camino de la sabiduría. Y después de haber hablado mucho de ella, concluye el Seńor diciendo: "Y así, todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo también con ellos". Nadie quiere que se le trate con doblez de corazón.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18
O bien, a fin de hacer nuestra oración más santa, había mandado más arriba que no juzgásemos a los que nos habían ofendido, y habiéndose apartado del orden de su narración para introducir otros pensamientos en ella, vuelve ahora al precepto con que había empezado, y dice: "Todas las cosas que queráis", etcétera. Esto es, no sólo no debéis juzgar, sino todas las cosas que queráis que hagan con vosotros los demás hombres, hacedlas vosotros con ellos, y entonces podréis orar con fruto.
Glosa
El que distribuye todos los bienes espirituales, para que se puedan practicar las obras de caridad, es el Espíritu Santo. Por ello ańade: "Todo lo que queráis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos", etc.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom 24,5
Quiere demostrar que conviene a los hombres impetrar de lo alto el divino auxilio, y que el que de ellos depende se lo concedan mutuamente. Por eso, después de haber dicho: "Pedid, buscad, llamad", enseńa claramente que los hombres deben ser solícitos para el bien de sus hermanos, y por lo mismo ańade: "Todo lo que queráis", etc.
San Agustín,
sermones, 61, 5
El Seńor había prometido a los que le pidieren que les concedería sus bienes. Pero para que El conozca a sus mendigos, conozcamos nosotros los nuestros. Dejando de lado, pues, el apoyo en las riquezas que cada uno pueda tener, los que piden son iguales a aquellos a quienes piden. ¿Con qué cara pedirás a tu Dios si no reconoces a tu semejante? Por esto se dice en los Proverbios: "El que cierra su oído al clamor del pobre también él clamará y no será oído" (
Prov 21,13). Qué es lo que debemos conceder al prójimo cuando nos pide para que nosotros seamos oídos por Dios, podemos deducirlo de lo que nosotros queremos obtener de los demás, y por ello ańade: "Todas las cosas que queráis", etc.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 24,5
No dijo simplemente:
todas las cosas, sino que ańadió:
pues, como si dijese: "Si queréis ser oídos haced con aquellos, de quienes os he hablado, esto mismo". No dijo, pues: "Haz con tu prójimo todo lo que quieras que Dios haga contigo", para que no digas: "¿Cómo es posible esto?", sino que dice: "Todo lo que quieras que haga contigo tu compańero de esclavitud, esto mismo debes hacer con tu prójimo".
San Agustín,
de sermone Domini, 2, 22
Algunos códices latinos ańaden la palabra
bienes, lo cual considero ańadido como explicación de esta sentencia. Podía preguntarse si interpreta bien esta sentencia aquel que, deseando que otro le haga algún dańo, se lo hace él primero, pero es ridículo pensar tal extravagancia. Debe entenderse, pues, que la sentencia es completa, aun cuando no se ańade esto. En cuanto a lo que se dice: "Todo lo que queráis", no debe tomarse a la ligera y vulgarmente, sino en su sentido propio. La voluntad no es tal sino en las cosas buenas, pues en las malas se llama propiamente codicia, no voluntad. No porque las Sagradas Escrituras hablen siempre con este rigor de lenguaje, sino que allí donde tienen palabras enteramente propias, no permiten que se entiendan de otro modo.
San Cipriano,
de oratione Domim, serm. 6
Habiendo venido el Verbo de Dios, nuestro Seńor Jesucristo, para todos, hizo un gran compendio de sus preceptos, cuando dijo: "Todo lo que queráis que os hagan los hombres, hacedlo vosotros a ellos", y ańadió: "Esta es la Ley y los Profetas".
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18
Porque cuanto han mandado la ley y los profetas en todos los tiempos, se encuentra compendiado en este sencillo precepto como innumerables ramas de un árbol en un solo tronco.
San Gregorio Magno,
Moralia 10,6
El que piensa que debe hacer a otro lo que espera recibir de él, debe pensar en que por los males debe volver los bienes, y que éstos debe pagarlos con otros mejores.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 24,5
En lo que se demuestra también que conocemos perfectamente lo que es digno de todos los hombres y que no es posible excusarnos con la ignorancia.
San Agustín,
de sermone Domini, 2, 22
Parece que este precepto pertenece al amor del prójimo y no al amor de Dios, puesto que en otro lugar dice que hay dos preceptos en los cuales están compendiados la ley y los profetas (
Mt 22). No habiendo ańadido aquí: "
Toda la ley " (lo cual ańadió allí), reservó el lugar a otro precepto, cual es el del amor de Dios.
San Agustín,
de Trinitate, 8,7
La Sagrada Escritura sólo recuerda el amor del prójimo cuando dice: "Todo lo que queráis", porque el que ama al prójimo es consiguiente que ame principalmente al mismo amor. Dios es el amor. Es lógico, por lo tanto, que ame principalmente a Dios.