"La antorcha de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo fuere simple, todo tu cuerpo será luminoso. Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Pues si la lumbre que hay en ti, son tinieblas, ¿cuán grandes serán las mismas tinieblas?" (v. 22-23)
San Juan Crisóstomo homiliae in Matthaeum,
hom. 20,3
Después que hizo mención del entendimiento reducido a esclavitud y cautivado, como esto no podía conocerse fácilmente por muchos, pasa a enseńar sobre cosas exteriores, diciendo: "La antorcha de tu cuerpo", etc. Como diciendo: "Si no has conocido aún qué se entiende por detrimento del entendimiento, conócelo ahora en las cosas temporales". Lo que es el ojo para tu cuerpo, eso es el entendimiento para tu alma. Así como una vez perdidos los ojos se pierde el poder para obrar en los demás miembros, porque se les apaga la luz, así, una vez oscurecida la inteligencia, la vida es abrumada por muchos males.
San Jerónimo
Todo esto se refiere a los sentidos, del mismo modo que el cuerpo queda en tinieblas si el ojo no está sano, así el alma, si pierde su inocencia, todos sus sentidos (o lo que es lo mismo, la parte sensible del alma), quedan envueltos en la oscuridad. Por ello dice: "Pues si la lumbre que hay en ti son tinieblas, ¿cuán grandes serán las mismas tinieblas?" Esto es, si el sentido, que es la luz del alma, se oscurece por el vicio, verás cómo aquello que es oscuro por sí mismo será envuelto en tinieblas.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Parece que aquí no habla del ojo corporal ni de este cuerpo que se ve en el exterior, porque entonces hubiera dicho: "Si tu ojo fuere sano o enfermo". Pero lo que dice es: "Sencillo o malo". ¿De qué le serviría como luz exterior tener un ojo benigno pero enfermo? Y si le tuviese maligno, pero sano, ¿no le sepultaría en las tinieblas?
San Jerónimo
El hombre que tiene los ojos legańosos ve multiplicadas las luces, mientras que el ojo simple y puro ve las cosas simples y puras.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
O bien se habla del ojo interior, no del exterior. Este lucero es la inteligencia, por medio de la cual el alma ve a Dios. Todo aquél que tiene su corazón inclinado hacia Dios tiene su ojo luciente, esto es, su inteligencia está limpia y no está oscurecida por las concupiscencias de la tierra. Las tinieblas, pues, en nosotros, son los sentidos corporales, que siempre apetecen las cosas que son propias de las tinieblas. Por lo tanto, el que tiene su ojo limpio, esto es, la inteligencia espiritual, conserva su cuerpo luminoso, esto es, sin pecado, pues aunque la carne desea las cosas malas el hombre la mortifica por medio del temor divino. Pero el que tiene su ojo malo, esto es, la inteligencia oscurecida por la maldad o perturbada por la concupiscencia, tiene su cuerpo tenebroso. No resiste a la carne cuando desea las cosas malas, porque no tiene esperanza en el cielo, que es la que nos concede valor para resistir a las pasiones.
San Hilario,
homiliae in Matthaeum, 5
Hablando del oficio de la luz del ojo, expresó también la luz del corazón, la que, si es sencilla y luciente, permanecerá así, dando al cuerpo la claridad de la eterna luz, e infundirá a la corrupción de la carne el esplendor de su origen, esto es, en la resurrección. Pero si está oscurecido por los pecados y la mala voluntad, el ojo será malo y la naturaleza del cuerpo estará sujeta a los vicios de la inteligencia.
San Agustín,
de sermone Domini, 2, 13
O bien debemos entender aquí por ojo nuestra intención, la cual si está limpia y es recta, todas las obras que hacemos según ella son buenas, y a todas éstas llamó Jesús "todo el cuerpo". También el Apóstol llama miembros nuestros a nuestras mismas obras, cuando dice en su carta a los Colosenses: "Mortificad vuestros miembros que están sobre la tierra: la fornicación, la inmundicia", etc (
Col 3,5). Debe considerarse lo que cada uno hace no por la manera que cada uno lo haga, sino según el fin que se proponga. Esta es, pues, en nosotros la luz, porque siempre creemos que hacemos con buen fin todo lo que hacemos: todo lo que se manifiesta se llama luz (
Ef 5,13). Los hechos que se realizan en la sociedad de los hombres tienen para nosotros un éxito dudoso, y por esto los llamó tinieblas. ¿Puedo yo saber, cuando doy una limosna a un pobre, qué es lo que hará con ella? Luego si la misma intención del corazón que ya te es conocida, se oscurece con el deseo de las cosas temporales, con mucha más razón el mismo hecho cuyo resultado es incierto, será tenebroso, porque aun cuando de él resulte alguien beneficiado, como tú no ibas con buena intención, no podrá decirse que aquel beneficio se deba a ti en la forma que haya podido resultarle al otro. Pero si haces algo con buena intención, esto es, con el fin de hacer una obra de caridad, entonces tus acciones serán puras y agradarán en la presencia del Seńor.
San Agustín,
contra mendacium, 7
Las cosas que son ciertamente pecados no pueden hacerse con buena intención, sea lo que fuere. Todas las acciones de los hombres, según respondan a causas buenas o malas, se llamarán también buenas o malas, cuando por sí mismas no sean pecados. Así como es bueno dar de comer a los pobres si esto se hace por caridad, así también es malo si esto se hace por jactancia. Pero cuando las acciones son ya pecados en sí mismas como el robo, el estupro y otras cosas por el estilo, ¿quién dirá que pueden hacerse por buen motivo, o que no son pecado? Entonces diría cualquiera: "Robemos a los ricos para que tengamos qué dar a los pobres".
San Gregorio Magno,
Moralia, 28, 15
O de otro modo: "Si la luz que está en ti son tinieblas", etc. Si aquello que hemos empezado a hacer con buen fin lo estropeamos con una intención torcida, ¿cuánto más tenebrosas serán las cosas que no ignoramos que sean malas, aun cuando las hacemos?
Remigio
La fe se asemeja a la antorcha, porque por ella se ilumina la marcha del hombre interior, esto es, su acción, para que no tropiece, según aquellas palabras del Salmo: "Tu palabra es la antorcha para mis pies" (
Sal 118,105). Pues si ésta estuviese limpia y fuere sencilla, todo tu cuerpo estaría perfectamente iluminado, pero si estuviese sórdida, todo tu cuerpo será tenebroso. O bien por antorcha se entiende el jefe de una iglesia, el cual, con toda propiedad, se llama el ojo, porque debe procurar el bien de toda la feligresía sujeta a él, que sería el cuerpo. Por lo tanto, si el jefe de una iglesia se equivoca, ¿con cuánta más razón se equivocará el pueblo que le está encomendado?