Estos mismos días se llegaron a El ciertos fariseos y le dijeron: "Sal de aquí y vete, porque Herodes te quiere matar". Y les dijo: "Id, y decid a aquella raposa que yo lanzo demonios, y doy perfectas sanidades hoy y mańana, y al tercer día soy consumado. Pero es necesario que yo ande hoy y mańana y otro día, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti, ¿cuántas veces quise juntar tus hijos como el ave su nido debajo de sus alas, y no quisiste? He aquí que os será dejada desierta vuestra casa. Y os digo que no me veréis hasta que venga tiempo cuando digáis: Bendito, el que viene en el nombre del Seńor". (vv. 31-35)
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Las palabras del Seńor ya dichas excitaron la ira en el ánimo de los fariseos, porque veían que los pueblos ya arrepentidos abrazaban la fe de Jesucristo. Por eso, como perdían la autoridad que tenían sobre los pueblos y disminuía su lucro, aparentando que amaban al Salvador, le aconsejan que se marche de allí. Por esto dice: "Este mismo día se llegaron a El ciertos fariseos y le dijeron: Sal de aquí y vete, porque Herodes te quiere matar". Pero como Jesús conoce sus corazones y fines, les responde con mansedumbre y por medio de figuras. Por ello sigue: "Y El les dijo: id y decid a aquella raposa".
Beda
Por los engańos y por las acechanzas llama a Herodes zorra, la cual es un animal astuto que se esconde en las cuevas para acechar, que exhala un olor fétido y que nunca sigue los caminos rectos. Todo lo cual conviene a los herejes, cuyo tipo es Herodes, quienes se esfuerzan en extinguir en los fieles la humildad de la fe cristiana, es decir, a Cristo.
San Cirilo, ubi sup
Pero parece que estas palabras se han cambiado y que no se refieren a la persona de Herodes (como algunos han creído), sino más bien a las falsedades de los fariseos. Porque manifiesta que el fariseo queda cerca cuando dice: "Id y decid a esta raposa", como dice el texto griego. Luego mandó que se dijese lo que podía excitar a la turba de los fariseos: "Que yo lanzo demonios y realizo curaciones hoy y mańana y al tercer día soy consumado". Ofreció hacer lo que desagradaba a los judíos, esto es, que mandaría a los espíritus inmundos y libraría a los enfermos de sus enfermedades, hasta que sufriese el tormento de la cruz por su propia voluntad. Y como los fariseos creían que temería la mano de Herodes, El -que era Seńor de todos los poderes- rechazó este pensamiento diciendo: "Pero conviene que yo ande hoy y mańana y otro día". Cuando dice "conviene", no da a entender que hay una necesidad imperiosa, sino que más bien andaba por su propia voluntad por donde quería, hasta que sufriese la muerte en la venerada cruz; cuyo momento manifiesta diciendo: "Hoy y mańana".
Teofilacto
Como si dijera. ¿Qué pensáis de mi muerte? He aquí que se consumará pronto. Hoy y mańana significa muchos días, como entre nosotros suele decirse hoy y mańana se hará esto, lo cual no quiere decir que se haga en este espacio de tiempo. Y para que expongamos con más claridad este pasaje del Evangelio, no hemos de entender "Es necesario que yo ande hoy y mańana", sino que "me detenga en el día de hoy y el de mańana" y ańadir después "marcharé al día siguiente", como muchas veces acostumbramos decir cuando contamos: domingo, lunes, martes yo saldré, como hablando de dos días para seńalar el tercero. Así, el Seńor como contando, dice: "Pero es necesario que yo ande hoy y mańana y después en el tercero entre en Jerusalén".
San Agustín, De cons. Evang. 2,75
En sentido místico se comprende que estas palabras las dijo refiriéndose a su cuerpo, que es la Iglesia. Porque son expulsados los demonios cuando, abandonadas las supersticiones, los gentiles creen en El. Y se verifican las curaciones cuando según sus mandatos se renuncie al diablo y a las vanidades del mundo y llegue la Iglesia al fin de la resurrección (que se verificará como en el tercer día) a la perfección angélica por la inmortalidad del cuerpo.
Teofilacto
Pero como ellos decían "sal de aquí, porque Herodes te quiere matar" y como hablaban en Galilea, donde reinaba Herodes, manifiesta que no estaba ordenado que padeciese en Galilea, sino en Jerusalén. Por esto sigue: "Porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén". Cuando dice no cabe (esto es, no conviene) que un profeta sea muerto fuera de Jerusalén, no creas que obliga a los judíos con una fuerza coactiva, sino que les dice esto, refiriéndose a la avidez que tenían de su sangre. Como si alguno viendo a un cruel asesino dijese: este camino en el que acecha el asesino, debe estar regado con la sangre de los pasajeros. Así, no convenía que el Dios de los profetas muriese en otro lugar que en donde habitan ladrones, porque acostumbrados a derramar la sangre de los profetas, matarían también al Seńor. Por esto continúa: "Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas", etc.
Beda
Llama Jerusalén, no a las piedras ni a los edificios, sino a los habitantes, a quien llora con afecto de padre.
San Crisóstomo
La repetición de la palabra Jerusalén demuestra compasión o demasiado amor, porque le habla como a una amiga que desprecia a su amante y que por ello habrá de ser castigada.
Grec. vel Severus in Cat. graec
La repetición de la palabra es también una vehemente reprensión, porque aquella que conoce a Dios, ¿cómo persigue a sus ministros?
San Crisóstomo
Manifiesta cuánto se habían olvidado de las divinas bondades ańadiendo: "¡Cuántas veces quise juntar tus hijos como el ave su nido debajo de sus alas y no has querido!". Los llevó como de la mano por el sapientísimo Moisés, los advirtió por medio de sus profetas, quiso tenerlos bajo sus alas (esto es, al amparo de su poder), pero ellos se privaron de beneficios tan grandes mostrándose desagradecidos.
San Agustín, in Enchirid
Dice pues: Yo quise y tú no has querido, como diciendo, cuando he reunido a tantos por mi voluntad siempre eficaz, lo he hecho contra la tuya, porque siempre has sido ingrata.
Beda
Con mucha propiedad llama zorra a Herodes, que fraguaba su muerte. Y se compara a sí mismo con un ave, porque las zorras acechan siempre con engańo a las aves.
San Basilio, in Esaiam, cap. 16
También compara a los hijos de Jerusalén con los pollos que están en el nido, como diciendo: Las aves que pueden volar a lo alto, están libres de las asechanzas de sus perseguidores, pero tú serás como el pollo, que necesita de la protección y de la defensa ajena. Y cuando la madre vuele, serás arrancada del nido, impotente para defenderte y débil para huir. Por ello sigue: "He aquí que os será dejada desierta vuestra casa".
Beda
Esto significa que a la misma ciudad a que había llamado nido, ahora la llama casa de los judíos. Porque habiendo sido crucificado el Seńor, vinieron los romanos, rompieron aquel nido vacío y se apoderaron de la ciudad que ocupaban, de su gente y de su reino.
Teofilacto
O de otro modo, vuestra casa, esto es vuestro templo, como si dijese: Mientras erais virtuosos, el templo era mío, pero desde que lo hicisteis cueva de ladrones, no es ya mi casa sino vuestra. O, llama casa a toda la nación judía, según el salmo ( Sal 134,19): "Casa de Jacob, bendecid al Seńor", con lo que manifiesta que era El mismo quien los gobernaba y los libraba de las manos de sus enemigos.
Prosigue: "Y os digo que", etc.
San Agustín, De cons. Evang., lib. 2, cap. 75
No parece que contradice a esta narración de San Lucas lo que dijo la muchedumbre al llegar el Seńor a Jerusalén ( Mt 21): "Bendito el que viene en el nombre del Seńor", porque todavía no había ido allí y no se había dicho esto.
San Cirilo, ubi sup
El Seńor se había separado de Jerusalén, como abandonando a los que no eran dignos de su presencia. Pero después de haber realizado muchos milagros volvió a Jerusalén, cuando le salió al encuentro la muchedumbre diciendo ( Mt 21,9): ¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Seńor!
San Agustín, ubi sup
Pero como San Lucas -para no venir hasta el tiempo en que se dirían estas palabras- no dice a dónde fue el Seńor cuando se separó de allí, porque continúa su camino hasta que llega a Jerusalén, alude con esto a su gloriosa venida.
Teofilacto
Y entonces, aunque contra su voluntad, lo confesarán como Salvador y Seńor, cuando ningún provecho les resultará de ello. Diciendo pues, "No me veréis hasta que venga", etc., no indica aquella hora, sino el tiempo de su crucifixión, como diciendo: Después que me crucifiquéis no me veréis ya hasta que vuelva a venir.
San Agustín, De cons. Evang. ubi sup
Debe entenderse que San Lucas quiso ocuparse de esto antes de llevar a Jesús en su narración hasta Jerusalén, o que, estando ya cerca de esta ciudad, respondió a los que le aconsejaban que se preservase de Herodes, lo que San Mateo dice que habló cuando ya había llegado a Jerusalén.
Beda
O bien: No me veréis, es decir: no veréis mi rostro cuando venga por segunda vez si no hacéis penitencia y confesáis que yo soy el Hijo del Padre Omnipotente.