"Tened ceńidos vuestros lomos, y antorchas encendidas en vuestras manos. Y sed vosotros semejantes a los hombres, que esperan a su seńor cuando vuelva de las bodas: para que cuando viniere y llamare a la puerta, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos que hallare velando el Seńor cuando viniere. En verdad os digo, que se ceńirá, y los hará sentar a la mesa y pasando los servirá. Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela y así los hallare, bienaventurados son los tales siervos. Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre". (vv. 35-40)
Teofilato
Después que el Seńor estableció a su discípulo en la moderación despojándolo de todo cuidado de la vida y del orgullo, lo induce ahora a servir diciendo: "Tened ceńidos vuestros lomos" -es decir estad siempre dispuestos a imitar a vuestro Dios-. "Y antorchas encendidas", esto es, no viváis entre tinieblas, sino que la luz de la razón os alumbre siempre dándoos a conocer lo que habéis de evitar. Este mundo es una noche, pero tienen ceńidos sus lomos los que llevan una vida práctica o activa. Porque tal es costumbre de los que trabajan, a quienes convienen antorchas ardientes, esto es el don de la discreción, para que puedan conocer en la práctica, no sólo lo que conviene hacer, sino cómo debe hacerse. De otra manera, los hombres caen en el precipicio de la soberbia. Y debe observarse que primero manda ceńir los lomos y después encender las antorchas, porque primero es la acción y después la reflexión, que es la luz del espíritu. Por tanto, estudiemos el modo de ejercer nuestras facultades y entonces tendremos dos antorchas ardientes, a saber: la inhabitación del Espíritu -que nos ilumina brillando en nuestra mente- y la doctrina con la que ilustramos a los demás.
San Máximo,
in Cat. graec. Patr
O también nos enseńa a tener encendidas las antorchas por la oración, la contemplación y el afecto espiritual.
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
O bien el ceńirse los lomos significa la agilidad y prontitud con que debemos sufrir todos los males por el amor de Dios, y la antorcha encendida significa que no debemos permitir el que algunos vivan en las tinieblas de la ignorancia.
San Gregorio,
in homil. 13, in Evang
De otro modo: ceńimos nuestros lomos cuando reprimimos la lujuria de la carne por la continencia. Porque la lujuria del hombre se encuentra en sus rińones y la de la mujer en el ombligo, aunque se designa por los rińones a la lujuria, por ser el sexo masculino el principal. Pero como no basta no obrar mal, sino que cada cual debe esforzarse por practicar buenas obras, ańade: "Y antorchas encendidas en vuestras manos". Nosotros tenemos las antorchas encendidas en nuestras manos cuando con las buenas obras damos a nuestros prójimos ejemplos brillantes.
San Agustín,
De quaest. Evang., lib. 2, cap. 25
O también, nos enseńa a tener ceńidos los lomos por la continencia del amor de las cosas terrenas y a tener encendidas las antorchas. Esto es, para que todo ello lo hagamos con buen fin y recta intención.
San Gregorio,
in homil. 13, ut sup
Pero aun cuando todo lo hagamos así, falta todavía que pongamos toda nuestra esperanza en la venida de nuestro Redentor. Por esto ańade: "Y sed vosotros semejantes a los hombres que esperan a su Seńor cuando vuelva de las bodas", etc. El Seńor marchó a las bodas, porque cuando subió al cielo, se incorporó el hombre nuevo a la multitud de los ángeles.
Teofilato
Todos los días desposa en los cielos las almas de los santos, las que San Pablo u otro santo le ofrece como una casta virgen. Y vuelve de las bodas celebradas en los cielos, quizás de una manera universal, cuando al fin del mundo venga del cielo en la gloria del Padre, o quizás particularmente, apareciendo de repente en la hora de la muerte de cada uno de nosotros.
San Cirilo,
ubi sup
Considera también que vuelve de las bodas como de una solemnidad en la que siempre existe la divinidad, porque nada puede causar tristeza a su naturaleza incorruptible.
San Gregorio Niceno,
in Cat. graec. Patr., ex illius orat., vel. hom. 11, in cant
O de otro modo: terminadas las bodas y habiéndose desposado con la Iglesia y admitiéndola en el tálamo de sus misterios, se regocijarán los ángeles por la vuelta del rey a su natural beatitud. Con ellos conviene que esté conforme nuestra vida, porque así como ellos, exentos de malicia, están siempre preparados a celebrar el regreso de su Seńor, así nosotros, vigilando a su puerta, debemos estar prontos a obedecer cuando venga llamando. Sigue pues: "Para que cuando viniere y llamare a la puerta luego le abran".
San Gregorio,
in Evang hom, 13
Viene cuando nos llama a juicio, pero llama cuando da a conocer por la fuerza de la enfermedad que la muerte está próxima. Y le abrimos inmediatamente si lo recibimos con amor. No quiere abrir al juez que llama el que teme la muerte del cuerpo y se horroriza de ver a aquel juez a quien se acuerda que despreció. Pero aquel que está seguro por su esperanza y buenas obras, abre inmediatamente al que llama porque cuando conoce que se aproxima el tiempo de la muerte, se alegra por la gloria del premio. Por esto ańade: "Bienaventurados aquellos siervos, que hallare velando el Seńor, cuando viniere". Vigila aquel que tiene los ojos de su inteligencia abiertos al aspecto de la luz verdadera, el que obra conforme a lo que cree y el que rechaza de sí las tinieblas de la pereza y de la negligencia.
San Gregorio Niceno,
ubi sup
Por esta vigilancia que, como queda dicho, nos mandó tener el Seńor, dice que cińamos nuestros lomos, teniendo encendidas las antorchas. Porque la luz puesta delante de nuestra vista rechaza el sueńo, y cuando nuestros lomos están ceńidos con un cíngulo nuestro cuerpo no se duerme fácilmente. Porque el que está ceńido por la castidad e ilustrado por una conciencia limpia, vela siempre.
San Cirilo,
ubi sup
Así pues, cuando venga el Seńor y encuentre a los suyos despiertos y ceńidos, teniendo la luz en su corazón, entonces los llamará bienaventurados. Prosigue pues: "En verdad os digo que se ceńirá". En lo que comprendemos que nos retribuirá con lo mismo, porque se ceńirá El mismo con los que están ceńidos.
Orígenes,
in Cat. graec. Patr
Estará ceńido por la justicia alrededor de sus lomos, según lo que dijo Isaías (
Is 11).
San Gregorio,
ut sup
Se cińe por la justicia, es decir, se prepara para la retribución.
Teofilato
O también: Se ceńirá en el sentido de que no dispensará toda la abundancia de sus bienes, sino que la retendrá en una cierta medida. Porque, ¿quién puede recibir a Dios en toda su grandeza? Por esto se dice que los mismos serafines velan sus rostros a causa de la excelencia del resplandor divino (
Is 6). Prosigue: "Y los hará sentar a la mesa", etc. Así como el que se sienta hace descansar todo su cuerpo, así a su futura venida los santos descansarán totalmente. Aquí no tuvieron descanso corporal, pero allí, hechos sus cuerpos espirituales e incorruptibles, gozarán con sus almas de eterno descanso.
San Cirilo,
ubi sup
Hará que se sienten como queriendo desahogarlos del cansancio, ofreciéndoles satisfacciones espirituales y poniéndoles delante la mesa espléndida (u opípara) de sus dones.
San Dionisio,
in epist. 9 ad Titum
Por el acto de sentarse creen algunos que debe entenderse el descanso de muchos trabajos, la vida sin molestias y el trato con Dios en la claridad y en la región de los vivos, cumplido con todo santo afecto y abundante donación de todas sus gracias, lo cual será el complemento de la alegría. Esto es lo que Jesús hará con los que haga sentarse, dándoles el descanso eterno y distribuyéndoles multitud de beneficios. Por esto sigue: "Y pasando los servirá".
Teofilato
Lo mismo hará cuando vuelva; porque así como ellos lo sirvieron, El los servirá.
San Gregorio,
, in Evang hom. 13, ut sup
Se dice que pasando cuando vuelva del juicio a su reino. O bien, el Seńor pasa a nosotros después del juicio porque nos eleva de la forma de la humanidad a la contemplación de su divinidad.
San Cirilo,
ut sup
El Seńor conoce, pues, la fragilidad humana para caer en el pecado. Pero como es bueno, no nos deja desesperar, sino que más bien se compadece y nos da la penitencia como remedio saludable. Por tanto ańade: "Y si viniese en la segunda vela", etc. Los que velan en las murallas de las ciudades dividen, pues, en tres o cuatro vigilias la noche para que observen las acometidas de los enemigos.
San Gregorio,
in homil. 13, ut sup
La primera vela es el primer tiempo de nuestra vida, esto es, la infancia. La segunda, la adolescencia o la juventud. La tercera, la ancianidad. Por tanto, el que no quiso vigilar en la primera vela, vigile en la segunda y el que no quiso vigilar en la segunda, no pierda el remedio de la tercera, para que aquellos que no se hayan convertido en la infancia se conviertan al menos en la juventud o en la ancianidad.
San Cirilo,
ubi sup
No hace mención de la primera vigilia porque la nińez no es castigada por Dios, sino que merece perdón. Pero la segunda y la tercera edad deben obedecer a Dios y llevar una vida honesta para complacerlo.
Griego,
id est, Servus Antiochenus, in Cat. graec. Patr
O bien pertenecen a la primera vigilia los que por su virtuosa vida han llegado al primer rango, a la segunda los que no son tan virtuosos y a la tercera los inferiores a éstos. Lo mismo debe pensarse de la cuarta y de la quinta, si la hubiera, porque son diversos los grados de la virtud y el buen remunerador mide a cada uno la recompensa que merece.
Teofilato
O bien, porque las vigilias son las horas de la noche que provocan el sueńo, hemos de entender también que en nuestras vidas hay algunas horas que nos hacen bienaventurados si se nos halla vigilantes. ¿Te ha quitado alguno lo que es tuyo? ¿Se te han muerto tus hijos? ¿Has sido acusado? Pues si en todas estas ocasiones no haces nada en contra de lo que Dios tiene mandado, te encontrará despierto en la segunda y en la tercera vigilia, es decir en el tiempo de la desgracia que sume a las almas débiles en un sueńo pernicioso.
San Gregorio,
in homil. 13, ut sup
Para sacudir la pereza de nuestro espíritu, el Seńor también nos da a conocer los dańos exteriores con una comparación. Por esto ańade: "Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón", etc.
Teofilato
Algunos creen que este ladrón es el diablo, la casa el alma y el padre de familia el hombre, pero esta opinión no parece conforme con lo que sigue. La venida del Seńor se compara con este ladrón porque viene cuando menos se espera, según lo que dice el Apóstol (
1Tes 5,2): "El día del Seńor vendrá como el ladrón en la noche". Por esto se ańade aquí: "Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis", etc.
San Gregorio,
in Evang hom. 13
No sabiéndolo el padre de familia, el ladrón entra en la casa. Porque mientras el espíritu duerme abandonando la custodia, llega la muerte de manera imprevista e irrumpe en nuestro interior. Resistiría al ladrón si estuviese despierta. Porque precaviendo la venida del juez, que en secreto arrebata el alma, le saldría al encuentro con el arrepentimiento para no sucumbir impenitente. Quiso el Seńor, por tanto, que nos fuese desconocida la última hora, para que no pudiendo preverla, estemos siempre preparándonos para ella.