"Mirad los lirios cómo crecen, que ni trabajan ni hilan: pues os digo, que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Pues si a la yerba, que hoy está en el campo y mańana se echa en el horno, Dios viste así, ¿cuánto más a vosotros, de poquísima fe? No andéis, pues, afanados, por lo que habéis de comer o beber; y no andéis elevados, porque todas estas son cosas por las que andan afanadas las gentes del mundo. Y vuestro Padre sabe que de éstas tenéis necesidad. Por tanto, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán ańadidas". (vv. 27-31)
Crisóstomo,
homil. 23, in Matth
Como el Seńor nos hablaba antes de los alimentos, así ahora nos habla del vestido, diciendo: "Mirad los lirios cómo crecen, que ni trabajan ni hilan"; es decir, para hacerse vestidos. Del mismo modo que al decir el Seńor que las aves no siembran no reprobó el que se sembrase, sino el excesivo cuidado, así ahora, cuando dice "no trabajan ni hilan", no condena el trabajo, sino el excesivo celo por él.
San Eusebio,
ut sup
Si alguno de los mortales quiere adornarse con un rico vestido, observe con sus propios ojos cómo Dios extendiendo su infinita sabiduría hasta las flores que nacen de la tierra, las engalanó con distintos colores, produciendo en sus tenues membranas tintas mejores que el oro y la púrpura. Lo hizo de tal modo, que ni los reyes más poderosos, ni aun el mismo Salomón -que fue tan célebre entre los antiguos por sus riquezas, por su sabiduría y por su grandeza-, hallaron nunca obra más perfecta. Por esto ańade: "Pues os digo, que ni Salomón en su gloria se vistió como uno de éstos", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Aquí no cita el ejemplo de las aves, poniendo por modelo los cisnes o los pavos reales, sino los lirios. Quiere expresar con una hipérbole
1 uno y otro. Esto es, la debilidad de las cosas que han recibido tanto brillo y la riqueza del brillo que ha sido consentido a los lirios. Por esta razón no los llama después lirios sino yerba, cuando ańade: "Pues si a la yerba que hoy está en el campo". Y no dice que mańana no estará, sino que ańade: "Y mańana se echa en el horno". No dice sencillamente: "Dios viste", sino: "Dios viste así", lo que es más expresivo. Y ańade: "¿Cuánto más a vosotros?". Lo que expresa la excelencia y la providencia del género humano. Finalmente, como convenía reprender, lo hace con moderación. Y no habla de infidelidad, sino de la poca fe cuando ańade: "De poquísima fe". Esto lo hace con el fin de persuadirnos más, para que no sólo no pensemos en los vestidos, sino que ni aun nos fijemos en el adorno de ellos.
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Porque a los prudentes les basta un vestido que no traspase la modestia y el alimento puramente necesario. Los santos se dan por muy satisfechos con disfrutar de las delicias espirituales que se encuentran en Jesucristo y de la gloria que es consiguiente.
San Ambrosio
No parece inútil que la flor se compare al hombre, y que se la anteponga a los hombres y a Salomón. De esta manera manifestada en la excelencia de sus colores la gracia de los espíritus celestiales, que son las verdaderas flores de este mundo. porque Ellos lo adornan con sus resplandores y despiden el buen olor de la santidad; y sin ser presa de ninguna solicitud, ni ejercitarse en trabajo alguno, conservan en sí la gracia de la liberalidad divina y los dones de la naturaleza celeste. Por tanto, se cita aquí así a Salomón
revestido de gloria, y en otro lugar se dice
cubierto; porque vestía las miserias de la naturaleza humana con la virtud de su alma y la gloria de sus obras. No obstante, los ángeles, cuya naturaleza divina está exenta de los defectos corporales, son puestos justamente sobre el mayor de los hombres. Y sin embargo no debemos desconfiar de la misericordia de Dios respecto de nosotros, puesto que el Seńor nos ofrece hacernos semejantes a los ángeles por la gracia de la resurrección.
San Cirilo,
ubi sup
No era conveniente que los discípulos, que debían dar a los demás la norma y el ejemplo de una vida honesta, cayesen en lo mismo que debían cuidar que se separasen aquellos a quienes enseńaban. Y por tanto el Seńor ańade: "No andéis, pues, afanados por lo que habéis de comer", etc. En esto también aconseja el Seńor un gran celo en la santa predicación, amonestando a sus discípulos a prescindir de toda humana solicitud.
Beda
Debe observarse, sin embargo, que no dice: no queráis buscar o andar solícitos respecto de lo que habeís de comer, de beber, o de vestir, sino
de lo que comeréis o beberéis; en donde me parece que son reprendidos todos aquellos que, despreciando el alimento o el vestido común, buscan alimentos o vestidos más ricos o más austeros que las personas con quienes viven.
San Gregorio Niceno in orat. dom. serm. 1
Algunos han alcanzado altos puestos, honores y riquezas cuando suplicaron. ¿Por qué se nos prohibe, pues, que nosotros busquemos tales cosas por la oración? Y en verdad que estas cosas dependen de la voluntad divina, como todos saben. Pero, sin embargo, las concede Dios a los que se las piden, para que viendo que nos oye en las peticiones más pequeńas, nos elevemos a desear cosas más altas. Así sucede con los nińos, que en seguida que nacen toman el pecho de su madre, pero así que crecen lo desprecian, buscando entonces algún colgante o algo con que sus ojos se deleiten. Y después, una vez desarrollada la inteligencia con el cuerpo, dejando a un lado todos los deseos de la nińez, piden a sus padres lo que se acomoda mejor con una vida perfecta.
San Agustín,
de quaest. Evang., lib. 2, quaest. 29
Después de habernos prohibido que andemos solícitos por los alimentos, nos aconseja que huyamos del orgullo, diciendo: "Y no andéis elevados". El hombre busca desde luego estas cosas para satisfacer su necesidad, y cuando las tiene en abundancia, empieza a ensoberbecerse por ellas. Esto es lo mismo que si alguno estando herido se jactase de tener en su casa muchas medicinas, como si no fuera mejor que no necesitase de ellas, si no estuviese herido.
Teofilato
O es que no llama ambición a otra cosa que a esa vaga agitación del espíritu que sueńa muchas cosas, pasando de una, comparándose a otra y pensando lo sublime.
Basilio
Y para que se comprenda esta agitación, acuérdate de la vanidad de tu juventud; si cuando has estado solo has pensado en la vida y en tus ascensos, discurriendo de una dignidad a otra, abrazándote a las riquezas; si has edificado palacio, si has dispensado beneficios a tus amigos y si te has vengado de tus enemigos. Estas abstracciones son pecaminosas, porque, fijándose nuestra inteligencia en las cosas superfluas, se separa de la verdad. Por lo que dice a continuación: "Porque todo esto son cosas, por las que andan afanadas las gentes del mundo", etc.
San Gregorio Niceno,
ubi sup
Es propio de todos aquellos que nada esperan de la otra vida, ni temen los juicios de Dios, el andar solícitos acerca de las cosas superfluas.
San Basilio ubi sup
Pero cuando se trata de las cosas necesarias para la vida, ańade: "Y vuestro Padre sabe que de éstas tenéis necesidad".
Crisóstomo in Matthaeum hom 23
No dijo Dios sino Padre, para excitar mejor en ellos la confianza. ¿Qué Padre hay que no deje a sus hijos lo necesario? Pero ańadió también: "No podrás decir que es un Padre que ignora lo que nosotros necesitamos, pues el que ha creado la naturaleza, conoce sus necesidades".
San Ambrosio
Manifiesta también que no faltará su gracia a los fieles ni al presente ni en lo futuro, si los que desean las cosas divinas no buscan las terrenas. Y no es digno ciertamente de los hombres que se cuiden de la comida, cuando combaten por un reino. El rey sabe bien cómo ha de mantener, alimentar y vestir a su familia. Por esto dice: "Por tanto, buscad primero el reino de Dios, y todas estas cosas os serán ańadidas".
Crisóstomo,
ut sup., in Cat. graec. Patr
No sólo ofrece el Seńor su reino, sino también sus riquezas con él. Porque si nosotros libramos de cuidado a los que, abandonando sus asuntos, se ocupan de los nuestros, con mucha más razón lo hace así el Seńor.
Beda
Hay que comprender que una cosa es lo que principalmente se da y otra lo que se ańade. Porque debemos proponernos por fin la eternidad y usar sólo de lo temporal.
Notas
1.
Figura que consiste en agrandar o disminuir exageradamente la verdad de aquello de que se habla.