"Mirad yo os envío como a ovejas en medio de los lobos; sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os harán comparecer en sus asambleas, y os azotarán en sus sinagogas: os conducirán a los gobernadores y a los reyes por causa mía, y para que sirváis de testimonio a ellos y a las naciones". (vv. 16-18)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 33,1
Cristo, después de haber alejado de los Apóstoles todo género de preocupaciones y de haberlos armado con el brillo de sus milagros, les anunció con anticipación los males que les amenazaban. Lo hace así: primero para que aprendieran la virtud de su presciencia; en segundo lugar para que no sospecharan que los males que experimentaban eran resultado de la incapacidad del maestro; tercero, para que no quedasen ellos al sufrir esos males, admirados, como si dichos tormentos les acontecieran inopinadamente y fuera de lo que esperaban y finalmente, para que oyéndolo ahora no tuvieran miedo en los días de los tormentos. Les da en seguida las reglas para este combate, enviándolos desprovistos de todo y mandándoles exijan su alimento de aquellos a quienes evangelizan y no se para en esto, sino que pasa más adelante y les hace ver su poder con las palabras: "He aquí que yo os mando como a ovejas en medio de los lobos, etc". En estas palabras debemos considerar, que no los manda simplemente a donde están los lobos, sino en medio de los lobos. De esta manera, venciendo las ovejas a los lobos y existiendo en medio de ellos y no pereciendo a pesar de sus mordeduras, sino atrayéndolos a sí mismos, hace ver de un modo más claro su poder. Y ciertamente causa más admiración la transformación de sus mentes, que el hacerlas perecer. La dulzura, les dice, es lo que debéis desplegar en medio de los lobos.
San Gregorio,
in Matthaeum, 17,4
Porque aquel que ejerce el ministerio de la predicación no debe hacer el mal, sino sufrirlo, a fin de aplacar con su mansedumbre el furor de aquellos que se ensańan con él y para que vean que a pesar de estar cubiertos de otras heridas, curan las de los pecadores. Si bien es cierto que en muchas ocasiones el celo por la justicia enciende en el apóstol la ira contra sus discípulos, esta ira debe tener origen en el amor y no en la crueldad y manifestar exteriormente la regla de disciplina: amad con amor paternal en el fondo de vuestros corazones a aquellos que castigáis exteriormente. Hay muchos, que en cuanto reciben el poder de gobernar, se muestran ansiosos de castigar a los que están a su cargo, hacen ver el terror del poder, quieren parecer dominadores, no se reconocen como verdaderos padres y cambian la humildad por el orgullo de dominar. Y aun cuando alguna vez se muestran bondadosos, interiormente arden en deseos de castigar. De éstos se dice: "Vienen a vosotros vestidos de ovejas; pero en su interior son lobos rapaces" (
Mt 7,15). Es preciso no olvidar que es contra éstos, contra quienes somos enviados como a ovejas en medio de los lobos, a fin de que nos preservemos de la mordedura del mal, conservando el sentido de la inocencia.
San Jerónimo
Llama lobos a los escribas y fariseos, que eran los clérigos de la religión judía.
San Hilario,
in Matthaeum, 10
También se llama lobos a todos aquellos que se habían de ensańar con un odio implacable contra los Apóstoles.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 33,1-2
El consuelo de todos los males lo tenían ellos en el poder de aquel que los enviaba, por eso les dijo lo primero de todo: "Mirad, yo os envío" que equivale a si dijera: No os asustéis porque os envíe en medio de los lobos; porque puedo yo hacer que no sufráis dańo alguno y no sólo el que vosotros os mostréis superiores a los lobos, sino el que seáis más terribles que los leones. Y conviene que así suceda, porque de esta manera os haréis más ilustres y se extenderá más mi poder. En seguida, a fin de que ellos pusieran algo de su parte y no creyesen que serían coronados sin mérito alguno, ańade: "Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas".
San Jerónimo
A fin de evitar con la prudencia las emboscadas y con la sencillez el mal. Y pone por ejemplo a la serpiente, porque este animal, con objeto de defender su cabeza, donde tiene la vida, la oculta con todo su cuerpo; de la misma manera debemos nosotros proteger aun con peligro de todo nuestro cuerpo a nuestra cabeza, que es Cristo, esto es, debemos conservar pura y sin mancha nuestra fe.
Rábano
Acostumbra la serpiente a elegir, a fin de dejar su piel vieja, escondrijos estrechos, para que al pasar por ellos, el roce la despoje de su piel; de la misma manera deja el predicador al hombre viejo, pasando por el camino estrecho.
Remigio
Es una palabra hermosa aquella, por la que manda el Seńor a los predicadores tener la astucia de la serpiente; porque el primer hombre fue engańado por la serpiente, que es como si dijera: Así como la serpiente fue astuta para perdernos, así debéis ser vosotros astutos para salvaros. Ella alabó al árbol, ensalzad vosotros la virtud de la Cruz.
San Hilario,
in Matthaeum, 10
Ella atacó primero al sexo débil, lo engańó después por la esperanza y le prometió participar de la inmortalidad; así igualmente debéis vosotros (teniendo en cuenta la naturaleza y disposición de cada uno), emplear palabras prudentes y revelar la esperanza de los bienes eternos, para que lo que ella negó, lo anunciemos nosotros con toda verdad según la promesa del Seńor (
Mt 22), a saber: que los que tienen fe, serán semejantes a los ángeles.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 33,2
Así como para no ser heridos en cosas de importancia, conviene tener la astucia de la serpiente, así también cuando nos vemos precisados a sufrir cosas injustas, no debemos abrigar el deseo de la venganza, sino desplegar la sencillez de la paloma.
Remigio
Enlazó el Seńor ambas cosas; porque la sencillez sin la prudencia puede ser engańada con facilidad y la prudencia, si no está suavizada por la sencillez, da origen a grandes peligros.
San Jerónimo
La figura de que se reviste el Espíritu Santo nos da a entender la sencillez de la paloma: por eso dice el Apóstol: "Sed pequeńos en malicia" (
1Cor 14).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 33,2
¿Qué puede haber más duro que estos mandatos? Porque no basta sufrir los males, sino que es preciso no alterarse por ellos como hace la paloma. No se quita la ira con la ira sino con la dulzura.
Rábano
Las palabras: "Guardáos de los hombres", nos dan a entender de una manera clara, que los lobos de que se ha hablado arriba, son los hombres.
Glosa
Por eso es preciso que seáis como las serpientes, es decir, astutos; porque según ellos acostumbran, os prohibirán primero el que prediquéis en mi nombre, después si no hacéis caso, os azotarán y finalmente, os presentarán a los reyes y a los gobernadores.
San Hilario,
in Matthaeum, 10
Los que intentan imponeros silencio o haceros cómplices.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 33,3
Causa admiración el que unos hombres, que jamás se habían separado del lago donde se ocupaban en pescar, no se marcharan inmediatamente que oyeron semejantes cosas. Pero esto no era efecto sólo de su valor, sino resultado de la sabiduría del Doctor, que puso el remedio a cada uno de los males. Por eso dice: "A causa mía"; porque no es pequeńo el consuelo de sufrir por Cristo y el de no ser perseguidos como hombres malvados y perjudiciales. También les dice el motivo de sus persecuciones con aquellas palabras: "Para que les sirva de testimonio":
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 35
Es decir, para aquellos que quitaron la vida con las persecuciones, o que mientras vivieron no cambiaron de conducta, porque la muerte del justo edifica a los buenos y condena a los malos; por eso los elegidos ven en ella un ejemplo que les conduce a la vida, mientras los males perecen sin excusas.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 33,3
Esto les servía de consuelo, no porque desearan ellos el castigo de otros, sino porque tenían la convicción de que Cristo estaba con ellos y lo presenciaba todo.
San Hilario,
in Matthaeum, 10
No solamente quita este testimonio a los perseguidores la excusa de haber ignorado a Dios, sino que abre el camino a las naciones para que crean en Cristo, predicado por la voz inflexible de los que le confesaban en medio de los tormentos; a esto se alude con la palabra "a las Naciones".