Y Jesús les dijo: "ĦOh necios y tardos de corazón, para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿Pues qué, no fue menester que el Cristo padeciese estas cosas, y que así entrase en su gloria?" Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, se lo declaraba en todas las Escrituras, que hablan de El. Y se acercaron al castillo a donde iban; y El dio muestras de ir más lejos. Mas lo detuvieron por la fuerza, diciendo: "Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y está ya inclinado el día". Y entró con ellos. Y estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, y habiéndolo partido se lo daba. Y fueron abiertos los ojos de ellos, y lo conocieron; y El entonces se desapareció de su presencia. Y dijeron uno a otro: "¿Por ventura no ardía nuestro corazón dentro de nosotros cuando en el camino nos hablaba y nos explicaba las Escrituras?" Y levantándose en seguida, volvieron a Jerusalén; y hallaron congregados a los once, y a los que estaban con ellos, que decían: "Ha resucitado el Seńor verdaderamente, y ha aparecido a Simón". Y ellos contaban lo que les había sucedido en el camino, y cómo le habían conocido al partir el pan. (vv. 25-35)
Teófil
Como los antedichos discípulos estaban sumidos en la mayor duda, el Seńor los reprendió. Por esto dice: "Y Jesús les dijo: ĦOh necios...!"; casi lo mismo habían dicho los que presenciaron la crucifixión (
Mt 27,42): a otros salvó y no ha podido salvarse a sí mismo. "...y tardos de corazón para creer en todo lo que los Profetas han dicho!" Sucedió que creían algo de lo sucedido, pero no todo. Creen lo que dicen los Profetas sobre la crucifixión del Salvador, como aquello del Salmo (
Sal 21,17): "Taladraron mis pies y mis manos"; pero no creían lo que se decía de la resurrección, como aquella otra cita del salmo (
Sal 15,10): "No permitirás a tu santo experimentar la corrupción". Conviene, por lo tanto, dar fe a lo que dicen los profetas tanto de los tormentos, como de las glorias del Seńor, ya que los tormentos abren el paso a las glorias. Por esto sigue: "¿Pues qué, no fue menester que el Cristo padeciese estas cosas, y que así entrase en su gloria?", esto es, según la humanidad.
San Isidoro
Aun cuando convenía que el Cristo padeciese, los que le crucificaron merecían castigo porque no se proponían realizar lo que Dios tenía dispuesto, por ello su acción fue impía. Pero Dios convirtió su iniquidad en remedio general de los hombres, como se emplea la carne de las víboras en curar a los envenenados.
Crisóstomo
El Seńor probó a continuación que todo esto no sucedió de un modo eventual, sino como realización de lo que ya tenía planificado. Por esto sigue: "Y comenzando desde Moisés y de todos los profetas, se lo declaraba en todas las Escrituras que hablaban de El", como diciendo: a pesar de que sois tardos, yo os volveré prontos explicándoos los misterios de las Sagradas Escrituras. Porque el sacrificio de Abraham, cuando sacrificó el cordero -después de dejar a Isaac- prefiguró todo esto, pero también en las demás Escrituras proféticas se encuentran distribuidos los misterios de la pasión y resurrección del Seńor.
Beda
Y si Moisés y los profetas han hablado de Jesucristo y han predicho que entraría en la gloria por medio de la pasión, ¿cómo puede gloriarse de llevar el nombre de cristiano quien no se ocupa de investigar de qué modo las Escrituras se refieren a Cristo? En este concepto no aspira a la gloria que desea tener con Cristo por medio de la pasión.
Griego
Como dijo el evangelista: "Los ojos de ellos estaban detenidos, para que no le conociesen". El Seńor tuvo sujetos sus sentidos en su misma presencia hasta el momento en que iluminase sus corazones por medio de la fe. Por esto sigue: "Y se acercaron a la aldea a donde iban, y El dio muestras de ir más lejos".
San Agustín De quaest evang. 2,
51
Ello no pertenece a la mentira, porque no todo lo que fingimos es mentira, sino que, cuando fingimos lo que nada significa, entonces es cuando mentimos. Pero cuando nuestra ficción tiene algún objeto no es mentira, sino que lleva un viso de verdad, de otro modo todo lo que han dicho los sabios y los santos varones, y aun el mismo Dios, en sentido figurado, lo consideraríamos como mentira, porque según se cree generalmente, la verdad no consiste en tales expresiones. Como las palabras, también las obras se figuran sin mentira, para significar alguna cosa.
San Gregorio in evang. hom. 22
Como todavía era peregrino en sus corazones por la fe, fingió que iba más lejos. Fingir decimos que es componer, por esto a los que hacen obras de barro los llamamos alfareros
1. La verdad sencilla nada hace con doblez, sino que se les presentó como cuerpo como lo tenían en la inteligencia. Pero no podía ser extrańos a la caridad estos que marchaban con la caridad, así que lo invitan a su hospedería. Por esto sigue: "Mas lo detuvieron por fuerza". De lo que deducimos que no sólo debemos ofrecer hospitalidad a los peregrinos, sino que debemos obligarles.
Glosa
Y no sólo le obligan con obras, sino también con palabras. Sigue, pues: "Diciéndole: 'Quédate con nosotros, porque es tarde, y está ya inclinado el día'", esto es, al ocaso.
San Gregorio ut supra
Aquí se ve cómo Jesucristo es recibido por los suyos, y cómo honra por sí mismo a los que le invitan. Prosigue: "Y entró con ellos". Le ponen la mesa, le ofrecen alimentos y conocen en el modo de partir el pan al que no habían conocido por la explicación de las Escrituras. Prosigue: "Y estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, y lo bendijo, y habiéndolo partido, se lo dio. Y fueron abiertos los ojos de ellos, y lo conocieron".
Crisóstomo. vel anonimus un Cat. graec. Patr
Esto se dice, no de los ojos materiales, sino de los del espíritu.
San Agustín De conc. evang. lib. 3,
cap. 25
No estaban, sin embargo, tan ciegos, que no vieran algo, pero había algún obstáculo que les impedía conocer lo que veían (lo que suele llamarse niebla, o algún otro obstáculo). No porque Dios no podía transformar su carne y aparecer diferente de como lo habían visto en otras ocasiones, ya que también se transformó en el Tabor antes de su pasión, de tal modo que su rostro brillaba como el sol. Pero ahora no sucede así, pues no recibimos este impedimento inconvenientemente, sino que el que Satanás haya impedido a sus ojos el reconocer a Jesús, también ha sido permitido por Cristo. Hasta que llegó al misterio del Pan, dando a conocer que cuando se participa de su Cuerpo desaparece el obstáculo que opone el enemigo para que no se pueda conocer a Jesucristo.
Teofilacto
También dio a entender otra cosa, a saber: que se abren los ojos a quienes comen de este Pan para que puedan conocer al Seńor. En verdad es grande el poder de la Carne de Jesús.
San Agustín De quaest. 2,
51
Que el Seńor haya hecho ademán de ir más lejos cuando acompańaba a sus discípulos, explicando las Sagradas Escrituras a quienes ignoraban que fuese El mismo, significa que ha inculcado a los hombres el poder acercarse a su conocimiento a través de la hospitalidad; para que cuando El mismo se haya alejado de los hombres -al cielo- sin embargo, se quede con aquellos que se muestran como sus servidores. Aquel que una vez instruido en la doctrina participa de todos los bienes con el que lo catequiza, detiene a Jesús para que no vaya más lejos. He aquí, por qué estos fueron catequizados por la palabra, cuando Jesucristo les expuso las Escrituras. Y como honraron con la hospitalidad a Aquel que no conocieron en la exposición de las Escrituras, lo conocieron en el modo de partir el Pan. No son buenos delante de Dios los que oyen su palabra, sino los que obran según ella (
Rom 2,13).
San Gregorio in evang. hom. 3
Todo el que quiere entender lo que oye, apresúrese a practicar lo que ya puede comprender. El Seńor no fue conocido mientras habló, pero se dejó conocer cuando fue alimentado. Prosigue: "Y El entonces, se desapareció de su vista".
Teofilacto
No tenía el cuerpo de tal modo que debiese permanecer con ellos por mucho tiempo para acrecentar así su afecto. Por esto sigue: "Y se dijeron uno a otro: ¿por ventura no ardía nuestro corazón dentro de nosotros, cuando nos hablaba en el camino, y nos explicaba las Escrituras?".
Orígenes
En esto dan a conocer que los sermones pronunciados por el Salvador, encienden los corazones de los que los oyen en el fuego del amor divino.
San Gregorio in homil. pentec
El alma se enardece al oír la palabra divina, desaparece el hielo de la pereza y el espíritu se eleva al deseo y a la ansiedad de las cosas del cielo. Conviene, pues, oír las divinas enseńanzas, y lo que es enseńado por medio de la ley, como si se inflamase por una porción de antorchas.
Teofilacto
Ardía, pues, el corazón de aquéllos o por el fuego de las palabras del Salvador, por las que se sostenían tantas verdades, o bien porque mientras El explicaba las Escrituras, tocaba interiormente el corazón de los que le escuchaban, haciéndoles comprender que era el Seńor quien hablaba. Se alegraron tanto que se volvieron a Jerusalén sin detenerse ni un momento. Prosigue: "Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén". Se levantaron al momento y anduvieron once kilómetros por espacio de muchas horas.
San Agustín De conc. evang. lib. 3,
cap. 25
Ya corría la voz de que Jesús había resucitado, y era proclamado por las mujeres y Pedro, a quien se había aparecido. Por lo tanto, estos dos encontraron a los de Jerusalén hablando de lo mismo cuando vinieron a comunicarles sus experiencias. Sigue pues: "Y encontraron congregados a los once, y a los que estaban con ellos, diciendo que había resucitado el Seńor verdaderamente, y se había aparecido a Simón".
Beda
Parece muy natural que el primero de los hombres a quien Jesús debía aparecerse era a Pedro, como atestiguan los cuatro evangelistas y San Pablo.
Crisóstomo
No se aparecía a todos del mismo modo cuando sembraba la semilla de la fe, porque el primero que lo vio y se cercioró, lo refería a los demás; después, continuando con el uso de la palabra, disponía el ánimo de quien le oía para que viese. Por esto se apareció primero al más digno y fiel de todos. Convenía, pues, que el alma fiel que lo había visto primero, no se turbase con aquella visión inesperada, por esto lo vio Pedro antes que los demás porque el primero que le había confesado como el Cristo era el primero que había merecido verle después de la resurrección. Del mismo modo, porque le había negado quiso aparecérsele primero para que no desesperase. Después de San Pedro se apareció a los demás, unas veces a muchos, otras veces a pocos, como dicen los dos discípulos. Prosigue: "Y ellos contaban lo que les había sucedido en el camino, y cómo le habían conocido al partir el pan".
San Agustín ut supra
San Marcos dice: "Lo anunciaron a los demás, aunque no les creyeron" (
Mc 16,13), cuando San Lucas dice que ya estaban diciendo que verdaderamente había resucitado el Seńor, no indica otra cosa sino que había allí algunos que no querían creer.
Notas