Jesús les dice: "Venid, comed". Y ninguno de los que comían con El osaba preguntarle: "¿Tú quién eres?", sabiendo que era el Seńor. Llega, pues, Jesús, y tomando el pan se lo da, y asimismo el pez. Esta fue ya la tercera vez que se manifestó Jesús a sus discípulos después que resucitó de entre los muertos. (vv. 12-14)
San Agustín,
in Ioannem, tract., 123
Hecha la pesca, el Seńor los llama a comer. Y sigue: "Jesús les dice: Acercaos a comer".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 86
Este Evangelista no dice que comió con ellos. Esto lo dice San Lucas. Comía, no por necesidad de la naturaleza, sino por condescendencia, para probar su resurrección.
San Agustín,
De civ. Dei 13, 22
En la futura resurrección, los cuerpos de los justos no necesitarán del árbol de la vida que les preserve de la muerte por enfermedad ni decrepitud, ni tampoco de ningunos otros alimentos que los libren de las molestias del hambre y de la sed, porque se hallarán revestidos de una verdadera e inviolable inmortalidad, y no tendrán, si no quieren, necesidad de comer, pues aunque no estarán privados de la facultad, estarán exentos de esta necesidad, así como nuestro Salvador, después de resucitado en verdadera carne, aunque espiritual, comió y bebió con sus discípulos, no por necesidad, sino por potestad.
Sigue: "Y ninguno de los comensales se atrevía a preguntarle".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 123
Nadie osaba dudar quién fuese, pues tanta era la evidencia de la verdad, que nadie se atreviera, no sólo a negar, pero ni aun a dudar, porque de haber dudado hubieran preguntado.
Crisóstomo,
ut supra
O quiere decir con esto que los discípulos no tenían ya la misma confianza que antes para hablarle, sino que estaban sentados con gran respeto y reverencia, fijos los ojos en El, viéndole transformado admirablemente y queriendo preguntarle estupefactos. Pero por cuanto sabían que era el Seńor, el temor les contenía de preguntar, y sólo comían lo que les daba con supremo dominio. Ahora no mira al cielo, ni hace nada que no demuestre que obra por pura condescendencia. Sigue: "Y vino Jesús", etc.
San Agustín,
ut supra
Místicamente, es el pez asado figura de Cristo crucificado; El mismo es el pan que bajó del cielo. A éste está incorporada la Iglesia para participar de la bienaventuranza eterna. Por esto les dijo: "Traed de los peces que cogisteis ahora", a fin de que todos los que participamos de la misma esperanza sepamos que en el número de los siete discípulos (en el que está figurada la universalidad de los fieles) estamos llamados a la comunión de tan grande sacramento y a la sociedad de la misma bienaventuranza.
San Gregorio,
ut supra
El convite último de los siete discípulos revela que en el banquete de la gloria sólo estarán con Jesús aquellos que están llenos de los siete dones del Espíritu Santo. También los siete días comprenden todo el tiempo de este mundo, y con frecuencia se designa la perfección con este número. Aquellos, pues, que animados del deseo de perfección se sobreponen a las cosas terrenas, son los que gozarán del eterno convite de la verdad.
Crisóstomo,
ut supra
Como no estaba continuamente con ellos como antes, dice el Evangelista: "Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después que resucitó de entre los muertos".
San Agustín,
ut supra
Este número no se refiere a las entrevistas, sino a los días, esto es, el primer día, el de la resurrección, y después de ocho días, cuando Tomás oyó y creyó, y éste en el que hizo el milagro de los peces, y después cuantas veces quiso hasta el día cuadragésimo, en que subió a los cielos.
San Agustín,
De cons. evang. 3, 26
Nosotros encontramos acordes a los cuatro evangelistas en que el Seńor fue visto diez veces después de su resurrección: una vez en el sepulcro por las mujeres; otra por las mismas en el camino, cuando regresaban del sepulcro; la tercera vez por Pedro; la cuarta por los dos discípulos que iban a la aldea; la quinta por muchos en Jerusalén, en donde no estaba Tomás; la sexta cuando le vio Tomás; la séptima en el mar de Tiberíades; la octava por todos los once en el monte de Galilea, como afirma Mateo; la nona en la última comida, después de la cual ya no volverían a comer con El, según refiere Marcos, y la décima en el día de la ascensión, no ya en tierra, sino elevado en una nube.