Después de esto, José de Arimatea (que era discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo a los judíos) rogó a Pilatos que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Y Pilatos se lo permitió. Vino, pues, y quitó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que había ido primeramente de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección, como de cien libras, de mirra y de áloe. Y tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con aromas, así como los judíos acostumbran a sepultar. Y en aquel lugar, en donde fue crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que aun no había sido puesto alguno. Allí, pues, por causa de la Parasceve de los judíos, porque estaba cerca el sepulcro, pusieron a Jesús. (vv. 38-42)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 84
Creyendo José que se había calmado el furor de los judíos al ser crucificado Cristo, se acercó confiadamente para procurar su descendimiento de la cruz y su entierro. "Después de esto, José de Arimatea rogó a Pilato", etc.
Beda
Arimatea es la misma Rámatha, pueblo de Helcana y de Samuel. Providencialmente dispuso el cielo que fuera un justo el que mereciese recibir el cuerpo del Seńor. Por eso se dice: "Por cuanto era discípulo de Jesús", etc.
Crisóstomo,
ut supra
No de los doce, sino de los setenta; pero ¿cómo no se acercó ninguno de los doce? Si alguno alegaba como causa el temor a los judíos, también éste tenía la misma causa, y por eso dice que se ocultaba por temor a los judíos. Pero era muy noble y conocido de Pilato, por lo que consiguió la gracia que sigue: "Y dio permiso Pilato", y él le enterró, no como sentenciado, sino como personaje célebre. Sigue: "Vino, pues, y se llevó el cuerpo de Jesús".
San Agustín,
De cons. Evang, 3, 22
En este postrer deber de sepultura se preocupa menos de los judíos que cuando solía guardarse de sus asechanzas para oír al Seńor.
Beda
Aplacada generalmente la ira de los judíos, porque se alegraban de haber triunfado de Cristo, pidió su cuerpo, porque en ello no se veía la razón de discípulo, sino la caridad de cumplir con los oficios de sepultura, cosa que los hombres, buenos y malos, suelen hacer. Se le une también Nicodemo, y por eso sigue: "Nicodemo, el que había ido primeramente de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección, como de cien libras, de mirra y de áloe"
San Agustín,
in Ioannem, tract., 120
La palabra
primeramente no se refiere al hecho de haber llevado primero la mixtura de la mirra, pues no debe unirse a
trayendo una confección, etc., sino que pertenece al verbo anterior: "el que había ido primeramente de noche a Jesús", lo cual refiere San Juan en los primeros capítulos de su Evangelio. Se entiende que, en aquella oportunidad, vino por primera vez y que después volvió a venir varias veces para hacerse discípulo de Cristo. Los aromas que llevaron son los más a propósito para preservar el mayor tiempo posible el cuerpo de la corrupción. Todavía consideraban a Jesús como simple hombre y, sin embargo, le demostraban tanto amor.
Beda
Es de notar que sería simplemente un ungüento, por no tener permiso para confeccionarlo de diferentes aromas.
Sigue: "Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo vendaron", etc.
San Agustín,
ut supra
Sobre esto advierte el Evangelista que debe respetarse la costumbre que en cada nación se observa respecto a la sepultura de los muertos. Era costumbre de aquella nación el embalsamar con varios aromas los cuerpos de los muertos, para conservarlos íntegros el mayor tiempo posible.
San Agustín,
De cons. Evang, 3, 23
En esto no está San Juan en oposición con los demás Evangelistas, porque los que no hicieron mención de Nicodemo no afirmaron que el Seńor fuese enterrado solamente por José de Arimatea. Aunque otros sólo hicieran mención de él diciendo que fue envuelto por José en una sábana, no quisieron dar a entender que Nicodemo no trajera otra, y resultará cierto lo que dice San Juan, que no fue envuelto en una sábana, sino en sábanas. Acerca del sudario y de las vendas con que todo el cuerpo estaba envuelto (porque todo era de lino), aun cuando hubiera sido una la sábana, pudo decirse con mucha verdad que fue envuelto en linos, porque generalmente así se llama lo que se teje de lino.
Beda
De aquí viene la costumbre de la Iglesia de consagrar el cuerpo de Jesús, no sobre telas de seda bordadas de oro, sino sobre sábana limpia.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 84
Como urgía el tiempo (pues Cristo había muerto a la hora de nona y la tarde avanzaba mientras se hicieron las diligencias de obtener el permiso de Pilato y descender a Cristo de la cruz), por eso le colocaron en el sepulcro inmediato. Y así dice: "Había un huerto en el lugar donde fue crucificado, y en el huerto un sepulcro nuevo", lo que sucedió por disposición divina para que, no habiendo enterrado con El ningún otro cadáver, no pudiera suponerse que la resurrección sea de otro que Jesucristo.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 120
Así como en el seno de la Virgen María no fue concebido otro que Jesús, así en este sepulcro, ni antes ni después, fue enterrado nadie.
Teofilacto
Este sepulcro nuevo es una figura mística de que la sepultura de Jesús es nuestra restauración sobre las ruinas de la muerte y de la corrupción. Observad la gran pobreza con que el Seńor fue enterrado, pues el que en su vida no tuvo casa, en su muerte es enterrado en sepulcro ajeno, cubriendo José su desnudez.
Sigue: "Allí, pues, porque era el tiempo de la
Parasceve, pusieron a Jesús en aquel sepulcro, que estaba cerca".
San Agustín,
ut supra
El Evangelista quiere dar a entender que se aceleró el acto de darle sepultura, a fin de que tuviese lugar antes de anochecer, desde cuyo momento no se habría obtenido permiso por la
Parasceve (que los judíos llaman cena sencilla en términos latinos).
Crisóstomo,
ut supra
El sepulcro estaba próximo para que los discípulos pudieran acercarse con facilidad y ser testigos de lo que ocurría, y para que también lo fueran hasta los mismos enemigos guardianes del sepulcro, a fin de que se comprobara la falsedad de la suposición de un robo.
Beda
En sentido místico el nombre José se interpreta
Aumentado, por el aumento de las buenas obras, cuya práctica se nos aconseja para que merezcamos recibir dignamente el cuerpo del Seńor.
Teofilacto
Ahora, pues, considera cuánto mortifica a Cristo el que es avaro con los pobres que padecen hambre. Sé tú, pues, también José y cubre la desnudez de Cristo, no una vez, sino con frecuencia, en el fondo de tu meditación. Cúbrela ungiéndole con la amargura de la mirra y aloe, considerando aquella sentencia que no puede ser más amarga: "Id, malditos, al fuego eterno" (
Mt 25,41).