En fin, apareció a los once apóstoles cuando estaban a la mesa, y les dio en rostro con su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Por último, les dijo: "Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas. El que creyere y se bautizare se salvará; pero el que no creyere, será condenado. A los que creyeren acompańarán estos milagros: en mi nombre lanzarán los demonios; hablaran nuevas lenguas; manosearán las serpientes, y si algún licor venenoso bebieren, no les hará dańo; pondrán las manos sobre los enfermos, y quedarán éstos curados". (vv. 14-18)
Glosa
Para terminar su narración evangélica, refiere San Marcos la última aparición de Jesús a sus discípulos después de la resurrección, diciendo: "En fin, apareció", etc.
San Gregorio Magno,
homilia in Evangelia, 29
Es de notar lo que dice San Lucas en los Hechos de los Apóstoles: "Y por último, comiendo con ellos, les mandó que no partiesen de Jerusalén" (
Hch 1,4), y poco después: "Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos por los aires" (
Hch 1,9). Comió y se elevó, para hacer ver, comiendo, la realidad de su carne, que es por lo que dice el Evangelista que se apareció a los once Apóstoles cuando estaban a la mesa.
Pseudo Jerónimo
Se apareció a los once cuando estaban reunidos, para que todos fuesen testigos, y refiriesen a todo el mundo lo que habían visto y oído.
"Y les dio en rostro su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado".
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 3,25
¿Cómo, pues, pasó esto en el último día? El último día fue aquel en que vieron los Apóstoles al Seńor por última vez en la tierra, que fue el cuadragésimo después de la resurrección. ¿Cómo, pues, se les tacha de no haber creído a los que vieron su resurrección, siendo así que ellos mismos le habían visto tantas veces después de ella? Debemos entender por tanto que, por abreviar, dijo San Marcos
el último día, porque en él, a la entrada de la noche, tuvo lugar el último hecho, después que volvieron los discípulos del campo a Jerusalén, y encontraron, como dice San Lucas, a los once y a los que con ellos estaban hablando de la resurrección del Seńor. Pero se encontraban allí también otros que no creían. En medio de los que estaban a la mesa, como dice San Marcos, y de los que hablaban del asunto, según nota San Lucas, se presentó el Seńor y les dijo: "La paz sea con vosotros", palabras citadas por San Lucas (24,36) y San Juan (20,19). Y bien: entre las palabras que, según estos Evangelistas, dirigió el Seńor a sus discípulos, se interpone el reproche del que habla San Marcos. Pero aquí se presenta otra dificultad, y es que no podrían estar comiendo juntos los once. Dice San Marcos que se apareció, a la entrada de la noche del día del Seńor, siendo así que San Juan dice en términos precisos que no estaba con ellos Tomás, el cual debió salir de allí antes que entrara el Seńor, y después que se unieron a los once los dos que volvieron del campo, como hallamos en San Lucas. Pero este Evangelista da lugar en su narración a suponer que había salido ya Tomás cuando hablaron del asunto, y que después entró el Seńor. Y como San Marcos dice que se apareció a los once Apóstoles cuando estaban a la mesa, nos obliga a pensar que estaba Tomás allí, a menos que se refiriera a todos los Apóstoles, aunque estuviera uno ausente, puesto que con el número once se designaba a todo el colegio apostólico antes de que Matías ocupase el lugar de Judas. Y si esto es inadmisible, convengamos en que, después de haberles dado tantas pruebas de su resurrección, se apareció a los once reunidos en la mesa el día cuadragésimo. Y antes de subir al cielo, quiso reprocharles más en aquel día el que no hubiesen creído a los que habían visto su resurrección antes de verla ellos mismos, tanto más, cuanto que después de la ascensión habían de predicar el Evangelio a gentes que debían creer sin haber visto. Después de citar este reproche, dice San Marcos: "Por último, les dijo: Id por todo el mundo", y más adelante: "Pero el que no creyere será condenado". Y ¿acaso no era preciso que los que habían de predicar el Evangelio fueran reprendidos antes fuertemente porque, no viéndolo, no habían querido creer que se hubiese aparecido a otros el Seńor?
San Gregorio Magno,
homilia in Evangelia, 29
Increpó también el Seńor a sus discípulos cuando iba a dejarlos corporalmente, para que sus palabras quedasen impresas más profundamente en sus corazones.
Pseudo Jerónimo
Reprueba la incredulidad, para que la reemplace la fe; reprueba la dureza del corazón de piedra, para que le reemplace otro de carne lleno de caridad.
San Gregorio Magno,
homilia in Evangelia, 29
Increpa, pues, su dureza, para que oigamos nosotros sus avisos. "Por último, les dijo: Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas". Con el nombre de toda criatura seńala al hombre, puesto que tiene algo de todas ellas, como el ser con las piedras, el vivir con los árboles, el sentir con los animales, el entender con los ángeles. Así que se predica el Evangelio a toda criatura cuando se predica para el hombre solo. Porque sólo él es enseńado, y para él ha sido creado todo, no siéndole extrańo nada por cierta semejanza que tiene con todo. También se puede entender por todas las criaturas a todas las naciones. Antes había sido dicho: "No vayáis
ahora a tierra de gentiles " (
Mt 10,5); ahora se dice: "Predicad el Evangelio a todas las criaturas"; para que la predicación apostólica, que antes fue rechazada por los judíos, venga en nuestro auxilio cuando, por haberla rechazado éstos en su soberbia, sea un testimonio de su condenación.
Teofilacto
O bien: a todas las criaturas, esto es, creyentes e incrédulos. "El que creyere, prosigue, y se bautizare", etc. Porque no basta creer; que el que cree y no está bautizado todavía, el catecúmeno, no ha alcanzado aún la salvación, sino imperfectamente.
San Gregorio Magno,
homilia in Evangelia, 29
Pero se dirá tal vez cada cual a sí mismo: Yo seré salvo porque he creído. Y así será en efecto, si une las obras a la fe; porque la verdadera fe consiste en que no contradiga la obra lo que dice la palabra.
"Pero el que no creyere será condenado".
Beda,
in Marcum, 4,45
¿Y qué podremos decir de los nińos que por su edad no pueden todavía creer? Que en cuanto a los mayores no hay nada que decir. Porque en la Iglesia de Jesucristo los nińos creen por la fe de los otros, así como por los otros contrajeron los pecados que les son borrados en el bautismo.
"A los que creyeren, continúa, acompańarán estos milagros: en mi nombre lanzarán los demonios".
Teofilacto
Esto es, dispersarán las potencias sensibles e intelectuales, conforme al sentido de estas palabras: "Hollaréis con vuestros pies a las serpientes y los escorpiones" (
Lc 10,19). Puede entenderse también de las serpientes ordinarias, como la víbora que mordió a Pablo sin causarle dańo. "Y, si algún licor venenoso bebieren, no les hará dańo". Muchos hechos semejantes encontramos en las historias de hombres a quienes, defendidos bajo el estandarte de Cristo, no ha podido causar dańo el veneno que habían bebido.
"Pondrán las manos sobre los enfermos", etc.
San Gregorio Magno,
homilia in Evangelia, 29
¿Pero es que, porque no hacemos estos milagros, creemos menos nosotros? Mas estas cosas fueron necesarias en los principios de la Iglesia. Ha sido preciso, para que creciera la fe de los creyentes, que fuese nutrida por los milagros. Porque cuando plantamos un arbusto lo regamos hasta que crece suficientemente, y suspendemos el riego cuando conocemos que ha arraigado bien. Pero nos es preciso considerar más atentamente otros milagros especiales, que hace todos los días ahora la santa Iglesia, y que hacía entonces corporalmente por medio de los Apóstoles. Cuando los sacerdotes imponen sus manos sobre los creyentes, y se oponen, con la gracia que se les ha dado de exorcizar, a la permanencia del espíritu maligno en el corazón de aquéllos, no hacen otra cosa que lanzar de ellos a los demonios. Y el fiel que abandona el espíritu mundano y canta los santos misterios, hablará nuevas lenguas; dominará las serpientes, si con sus buenas exhortaciones quita la malicia del corazón de su prójimo; beberá licor venenoso y no le hará dańo, si oye malos consejos y no se deja llevar al mal por ellos; pondrá, en fin, las manos sobre los enfermos, y quedarán éstos curados, todas las veces que, viendo vacilar a su prójimo en el camino del bien, le fortifica con el ejemplo de sus buenas obras. Y sus milagros, son tanto mayores, cuanto que son espirituales, y cuanto que por ellos despiertan de su sueńo, no los cuerpos, sino las almas.