Entonces el Sumo sacerdote, levantándose en medio interrogó a Jesús diciéndole: "¿No respondes nada a los cargos que te hacen éstos?" Jesús, empero, callaba, y nada respondió. Interrogóle el Sumo sacerdote nuevamente, y le dijo: "¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios bendito?" A esto respondió Jesús: "Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra de la majestad de Dios, y venir sobre las nubes del cielo". Al punto el Sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dice: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Vosotros mismos habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?" Y todos ellos le condenaron reo de muerte. Y luego empezaron algunos a escupirle y tapándole la cara dábanle golpes, diciéndole: "Profetiza (o adivina) quien te ha dado". Y los ministros le daban de bofetadas. (vv. 60-65)
Beda,
in Marcum 4, 43
Cuanto mayor era el silencio que guardaba Jesús ante aquellos indignos y falsos testigos y de aquellos sacerdotes impíos, tanto más le provoca a que conteste el pontífice ciego de furor, a fin de encontrar en cualquier palabra pretexto para acusarle. "Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio del congreso", etc. Airado e impaciente el pontífice, y no hallando motivo de calumnia, se levantó del solio, manifestando con este movimiento la demencia que le embargaba.
Pseudo - Jerónimo
Pero el mismo Dios, nuestro Salvador, que ha salvado al mundo, viniendo en su auxilio por su piedad, sin decir una palabra se deja conducir a la muerte como una oveja, y ni se queja, ni se defiende. "Jesús, empero, callaba, y nada respondió". El silencio de Cristo absuelve a Adán que se excusa.
Teofilacto
Calla, pues, porque sabía que no habían de oírle; por esto responde, según San Lucas: "Si os respondiere, no habíais de creerme" (
Lc 22,67). Y continúa: "Interrogóle el sumo sacerdote nuevamente, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios bendito?" Le pregunta el sumo sacerdote, no para informarse, sino para buscar pretexto de condenarle. Pregunta: ¿Eres Cristo, Hijo de Dios bendito? Porque había muchos cristos, es decir, ungidos, como los reyes y los sumos sacerdotes, pero ninguno se decía Hijo de Dios bendito, como siempre alabado.
Pseudo - Jerónimo
Al que no ven, pues, de cerca, le miraban de lejos, a semejanza de Isaac que veía en sus cantos, estando ciego, lo que había de suceder, y no conocía a Jacob tentándole con sus manos. "A esto le respondió Jesús: Yo soy", para quitarles toda excusa.
Teofilacto
Aunque sabía que no habían de creerle, contestó para que no pudieran decir luego: Si nos hubiera dicho algo, le hubiésemos creído. Todo esto, pues, redundó en perjuicio suyo, porque oyeron y no creyeron.
San Agustín,
De consensu Evangelistarum 3, 6
San Mateo (26,64) no dice que contestara Jesús:
Yo soy, sino
tú lo has dicho; pero San Marcos nos muestra que
tú lo has dicho equivale a
Yo soy.
"Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra de la majestad de Dios, y venir sobre las nubes del cielo".
Teofilacto
Es como si dijese: Me veréis como Hijo del hombre sentado a la derecha del Padre, con cuyo nombre significa aquí el poder divino. No vendrá sin cuerpo, sino que aparecerá en el juicio ante los que le crucificaron tal y como le vieron en la cruz.
Beda,
in Marcum 4, 43
Por tanto, Ħoh judío, pagano y hereje! si la cruz se presenta a vosotros como un menosprecio, una enfermedad o una injuria, ved que por esto ha de sentarse el Hijo del hombre a la derecha de Dios Padre, y ha de venir en su majestad sobre las nubes del cielo.
Pseudo - Jerónimo
Y cuando el sacerdote pregunta al Hijo de Dios, entonces le responde Jesús: "al Hijo del hombre", para que entendamos que el Hijo de Dios es el mismo Hijo del hombre, y para que no hagamos cuatro en la Trinidad, entendiendo que el hombre está en Dios y Dios en el hombre. Dijo: sentado a la diestra de la majestad de Dios, es decir, reinando en la vida eterna y en el poder divino. "Y venir sobre las nubes del cielo": subió en una nube, y sobre nubes vendrá, es decir, que subió solamente en su cuerpo, que tomó de la Virgen, y que ha de venir al juicio con la Iglesia múltiple en sus formas, que es su cuerpo y su plenitud.
San León Magno,
in sermone 5 de Passione
Caifás, para exagerar la envidia que le causaba lo que acababa de oír, rasgó sus vestiduras, y sin darse cuenta de lo que significaba esta insensatez, se privó del honor sacerdotal, olvidando aquel precepto que se lee del príncipe de los sacerdotes: No se descubrirá quitándose la tiara, y no rasgará sus vestiduras (
Lev 21,10). "Al punto el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dice: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Vosotros mismos habéis oído la blasfemia", etc.
Teofilacto
De este modo sigue el sacerdote una costumbre de los judíos, que cuando les ocurría algo intolerable y triste rasgaban sus vestidos. Y Caifás rasga los suyos para hacer ver que Cristo había dicho una grande e intolerable blasfemia.
Beda,
in Marcum 4, 43
Aquí se encierra un misterio más alto, puesto que en la pasión del Seńor rasgó el pontífice de los judíos sus vestiduras, esto es, el éfod, mientras que los soldados que crucificaron al Seńor no pudieron rasgar la suya. En esto se figura al sacerdocio de los judíos, que debía ser desgarrado por los crímenes de sus pontífices, y la solidez de la Iglesia, que suele llamarse vestido de su Redentor, y que nunca puede romperse.
Teofilacto
De aquí que el sacerdocio de los judíos debía ser desgarrado, porque condenaron a Cristo como reo de muerte. "Y todos ellos le condenaron por reo de muerte".
Pseudo - Jerónimo
Le condenan por reo de muerte, para que pague nuestra pena con la suya. "Y luego empezaron algunos a escupirle", con lo que quedó lavada la faz de nuestro espíritu y descorrido con el velo de su faz el de nuestros corazones. Los golpes con que hirieron su cabeza curaron la cabeza del género humano, que es Adán; y por las bofetadas que recibió en sus mejillas, merece la alabanza de nuestros labios y el aplauso de nuestras manos, conforme a estas palabras: "Naciones todas, dad palmadas de aplauso" (
Sal 46,2).
Beda,
in Marcum 4, 43
Diciéndole: "Profetiza", o
adivina quién te ha golpeado, pretenden afrentar al que quiso que todos los pueblos le tuviesen por profeta.
San Agustín,
De consensu Evangelistarum, 3, 6
Debe entenderse que Jesús sufrió todo esto hasta la mańana en la casa del príncipe de los sacerdotes, a donde fue llevado primero.