Después, convocando al pueblo con sus discípulos, les dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y cargue con su cruz y sígame. Pues quien quisiere salvar su vida a costa de su fe, la perderá (para siempre); mas quien perdiere su vida por amor de mí y del Evangelio, la pondrá en salvo (eternamente). Por cierto, ¿de qué le servirá a un hombre el ganar el mundo entero si pierde su alma? Y una vez perdida, ¿por qué cambio podrá rescatarla? Ello es que quien se avergonzare de mí y de mi doctrina en medio de esta nación adúltera y pecadora, igualmente se avergonzará de él el Hijo del hombre cuando venga en la gloria de su Padre acompańado de los santos ángeles". Y les ańadió: "En verdad os digo que algunos de los que aquí están no han de morir sin que vean la llegada del reino de Dios, o al Hijo del hombre en su majestad". (vv. 34-39)
Beda,
in Marcum 2,36
Después de manifestar a sus discípulos el misterio de su pasión y resurrección, los exhorta a la vez que a la multitud a seguir el ejemplo de su pasión. "Después -continúa- convocando al pueblo con sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo".
San Juan Crisóstomo,
hom. in Matthaeum 55,1
Que es como si dijera a San Pedro: Tú me reprochas que quiera sufrir la pasión, pero yo te digo que no sólo es perjudicial el impedir que yo la sufra, sino que tú mismo no podrás salvarte más que sufriendo. "Si alguno quiere venir -prosigue- en pos de mí", esto es: Os llamo a bienes que todos deben querer, y no a males ni a nada nocivo como pensáis. El que usa de violencia no logra frecuentemente lo que desea, pero el que deja a su oyente libertad de elección, lo atrae más a su propósito. Renuncia, pues, a sí mismo el que no se aferra a su cuerpo, sufriendo con paciencia la flagelación u otro tormento semejante.
Teofilacto
Porque así como el que renuncia a otro, a su hermano por ejemplo, o a su padre, no se inquieta, ni se altera, porque se les haga dańo, o porque mueran, así nosotros debemos renunciar a nuestro cuerpo, de modo que no nos inquietemos de sus sufrimientos en general.
San Juan Crisóstomo
No dice que nos dispensemos del castigo sino, lo que es mucho más, que renunciemos a nosotros mismos, como si no tuviéramos nada de común con nosotros y como si, al encontrarnos en un peligro, se tratara de otro. Y esto es perdonarse a sí mismo, porque son benévolos los padres con sus hijos, cuando los entregan a sus maestros previniéndoles que les corrijan sus faltas. Y nos dice hasta dónde debe llevar nuestra abnegación en estas palabras: "Y cargue con su cruz". Esto equivale a decir: hasta la muerte más afrentosa.
Teofilacto
Porque se miraba entonces como afrentosa la cruz, puesto que se ponía en ella a los malhechores.
Pseudo-Jerónimo
O de otro modo: así como el experto piloto, previendo en la calma la tempestad, quiere tener preparados a sus marineros, así el Seńor dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo", etc.
Beda
Renunciamos a nosotros mismos cuando, renunciando a nuestra antigua vida, nos esforzamos por alcanzar el ideal que nos ofrece nuestra vocación. Llevamos, pues, nuestra cruz, mortificando al cuerpo con la abstinencia, o al alma con la compasión de los males ajenos.
Teofilacto
Pero porque después de tomar la cruz conviene que alcancemos otra virtud, dice: "Y sígame".
San Juan Crisóstomo in Matthaeum,
hom. 55, 2
Dice esto porque puede suceder que algunos de los que sufren no sigan a Cristo, lo cual acontece cuando no se sufre por El. Sigue a Cristo quien va detrás de El y se conforma con su muerte, despreciando a los príncipes y a las potestades, bajo las cuales pecaba antes de la venida de Cristo. "Pues quien quisiere salvar -dice- su vida, la perderá; mas quien perdiese su vida", etc. Que es como si dijera: Os mando esto por mi misericordia hacia vosotros, porque el que no corrige a su hijo lo pierde, y le salva el que lo corrige. Es conveniente, pues, que estemos siempre preparados para la muerte, porque, si el que está preparado para ella es el mejor soldado en las batallas materiales, no obstante que no ha de poder resucitar, mucho más lo será el que esté preparado para ella en los combates espirituales, teniendo tanta seguridad en que ha de resucitar y salvarse al perder la vida.
San Juan Crisóstomo in Matthaeum,
hom. 55,3
Porque después de haber dicho: "pues quien quisiere salvar su vida la perderá", para que no se estimen iguales esta pérdida y aquella salvación ańade: "Por cierto ¿de qué le servirá al hombre", etc. Como si dijese: No se salva quien evita los peligros de la cruz, porque aunque en esta vida llegase a conquistar el mundo entero, qué habría ganado perdiendo su alma? ¿Por ventura tiene otra alma para darla por la suya? Podemos cambiar nuestra casa por dinero, pero si perdemos nuestra alma, no podemos dar otra en cambio. Dice, pues, el Seńor prudentemente: "Por cierto de qué le servirá al hombre", etc. Porque por nuestra salvación dio en cambio Dios la preciosa sangre de Jesucristo.
Remigio
Por el alma se ha de entender aquí la vida presente, no la sustancia misma del alma.
Beda,
in Marcum 2,36
O bien se refieren estas palabras del Seńor al sacrificio a que debemos someternos en tiempo de persecución, puesto que en el de paz debemos quebrantar los apetitos terrenos. Esto es lo que da a entender cuando dice: "¿De qué le servirá a un hombre el ganar el mundo entero?". Y como la vergüenza impide a la mayor parte de los hombres que digan lo que ha visto su alma en su rectitud, ańade: "Ello es que quien se avergonzare de mí", etc.
Teofilacto
No es suficiente la fe que se da sólo en el alma, puesto que exige el Seńor que la confiese la boca: que, así como se santifica el alma por la fe, se santifica el cuerpo por la confesión.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
El que ha aprendido esto se somete con ardor a confesar sin vergüenza a Cristo. Llama adúltera a la generación que ha abandonado a Dios, verdadero esposo del alma, y pecadora, porque no ha seguido la doctrina de Cristo, sometiéndose al yugo del demonio y recibiendo la semilla de la impiedad. Quien negare, pues, el dominio de Cristo y la palabra de Dios, revelada en el Evangelio, recibirá el castigo digno de la impiedad, oyendo en la segunda venida estas palabras: "No te conozco" (
Mt 7,23).
Teofilacto
El que confesare que Jesucristo es Dios, será también confesado por El, no aquí, en donde apareció pobre y mísero, sino en la gloria, en medio de la multitud de los ángeles.
San Gregorio Magno,
homilia in Evangelia, 32
Hay quien confiesa a Cristo, porque se halla entre cristianos. Pero si el nombre de Cristo hoy no fuera tan glorificado, no tendría la Santa Iglesia a muchos de los que parece que profesan su doctrina. No basta, por tanto, esta confesión para probar la fe, por la que nadie debe avergonzarse. En tiempo de paz hay otra cosa que nos manifiesta a nosotros mismos tales como somos. Nos ruboriza muchas veces el que nos menosprecie el prójimo y desdeńamos tolerar las injurias. Si acaso nos indisponemos con alguno, nos avergonzamos de dar los primeros pasos para la reconciliación, porque nuestro corazón, verdaderamente carnal, buscando la gloria de esta vida, rechaza la humildad.
Teofilacto
Queriendo manifestar que no prometía en vano cuando habló de su gloria, ańade: "En verdad os digo que algunos de los que aquí están", etc., que es como si dijera: algunos, esto es, Pedro, Santiago y Juan, no morirán hasta que les muestre en la transfiguración cuánta gloria ha de acompańarme en mi segunda venida. La transfiguración no era, pues, otra cosa sino la profecía de la segunda venida, en la cual brillarán el mismo Cristo y los santos.
Beda,
in Marcum 3,36
Por una piadosa providencia sucede que la contemplación por un momento de una dicha permanente, nos hace soportar mejor la adversidad.
San Juan Crisóstomo,
hom. in Matthaeum 56,1
No declaró los nombres de los que habían de subir con El al Tabor, para no despertar en los otros discípulos un sentimiento humano. Les hace, no obstante, esta predicción, a fin de hacerlos más dóciles en lo que a esta contemplación se refiere.
Beda
O bien: el reino de Dios es la Iglesia presente. Algunos de los discípulos no debían morir en tanto que no viesen fundada y elevada la Iglesia contra la gloria del mundo, porque era preciso prometer algo de la presente vida a los discípulos aun torpes, a fin de hacerlos más fuertes para el porvenir.
Pseudo-Crisóstomo,
orig in Matthaeum tom 12,33,35
En sentido místico, Cristo es la vida y el diablo la muerte. Muere el que persevera en el pecado. Y todo hombre prueba del pan de la muerte o de la vida, según son buenas o malas las doctrinas que profesa. Y ciertamente que el menor mal es ver la muerte, porque es mayor el probarla, peor el seguirla, y mucho peor todavía el someterse a ella.