Estando aun hablando, llegaron de casa del jefe de la sinagoga a decirle a éste: "Murió ya tu hija; ¿para qué cansar en vano al Maestro?" Mas Jesús, oyendo lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, ten fe solamente". Y no permitió que le siguiese ninguno, fuera de Pedro, y Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegados que fueron a casa del jefe de la sinagoga, ve la confusión y los grandes lloros y alaridos de aquella gente. Y entrando dentro les dice: "¿De qué os afligís tanto y lloráis? La muchacha no está muerta, sino dormida". Y se burlaban de El. Pero Jesús, haciéndoles salir a todos fuera, tomó consigo al padre y a la madre de la muchacha, y a los que estaban con El, y entró a donde la muchacha estaba echada. Y tomándola de la mano le dice: "Talitha cumi"; es decir: "muchacha, levántate, yo te lo mando". Inmediatamente se puso en pie la muchacha, y echó a andar, pues tenía ya doce ańos: con lo que quedaron poseídos del mayor asombro. Pero Jesús les mandó muy estrechamente que nadie lo supiese; y dijo que diesen de comer a la muchacha. (vv. 35-43)
Teofilacto
Los que estaban con el jefe de la sinagoga creían que Cristo era uno de los profetas, y por ello juzgaban necesario que fuese a orar por la muchacha. Pero habiendo expirado ésta, comprendieron que no era tiempo ya de orar. Y por esto dice el evangelista: "Estando aún hablando, llegaron de casa del jefe de la sinagoga a decirle a éste: Murió ya tu hija; ¿para qué cansar más al Maestro?". Pero el Seńor indujo al padre a confesar su fe: "Mas Jesús, oyendo lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga: No temas; ten fe solamente".
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2, 28
No se dice que diera su asentimiento a los que llegaron con la noticia y se oponían a que fuera ya el Maestro. Por esto, al decirle el Seńor: "No temas; ten fe", no lo tacha de incrédulo, sino que quiere robustecer su fe. Si, pues, el evangelista refiriera que fue el jefe de la sinagoga quien dijo que no había ya razón de molestar a Jesús -cuando fueron los que venían de su casa los que lo dijeron-, estas palabras se opondrían al anuncio que San Mateo pone en sus labios, esto es, de que la muchacha había muerto.
"Y no permitió que le siguiese ninguno, fuera de Pedro, y Santiago y Juan, el hermano de Santiago".
Teofilacto
Porque el humilde Jesús no quiso hacer nada por ostentación.
"Llegados que fueron a casa del jefe de la sinagoga, ve la confusión y los grandes lloros y alaridos de aquella gente".
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
Les manda que no griten, ya que no estaba muerta la muchacha, sino dormida. "Y entrando dentro les dice: ¿De qué os afligís tanto y lloráis?".
Pseudo - Jerónimo
Dicen al jefe de la sinagoga: Tu hija ha muerto. Y Jesús dice: No está muerta, sino dormida para Dios. Y ambas cosas son verdad, porque es como si dijera: Está muerta para vosotros, y para mí dormida.
Beda,
in Marcum, 2, 22
Estaba muerta para los hombres que no podían volverla a la vida, y estaba dormida para Dios, a cuya disposición estaba su espíritu, que vivía en su seno, y su cuerpo que descansaba esperando la resurrección. De aquí viene la costumbre de los cristianos de llamar dormidos a los muertos, de cuya resurrección no se duda (
1Tes 4).
"Y se burlaban de El".
Teofilacto
Se burlaban de El, como si no pudiera hacer ya más. Pero, declarando ellos mismos que había muerto, tuvieron que convencerse de que la revivía, y por tanto de que era milagroso el hecho.
Beda,
in Marcum, 2, 22
Con razón, pues, hace salir a todos fuera, ya que preferían burlarse de la palabra del que resucita a los muertos a creer en El, haciéndose indignos de ver el poder del que resucita y el misterio de este milagro. "Pero Jesús, continúa, haciéndolos salir a todos", etc.
San Juan Crisóstomo
O es por no hacer ostentación de ello por lo que no permite que estén todos con El. Pero para tener después testigos de su divino poder, eligió a tres de sus principales discípulos y, como más necesarios que los demás, al padre y a la madre de la muchacha. Sin embargo, da la vida a ésta con su mano y su palabra. "Y tomándola de la mano le dice:
Thalitha cumi ", que debe interpretarse como: "Muchacha, levántate, yo te lo mando". La mano vivificadora de Jesús da vida al cuerpo de los muertos, y su voz los levanta. "Inmediatamente, prosigue, se puso en pie la muchacha, y echó a andar".
San Jerónimo
Alguno acusa al Evangelista de no ser fiel en la exposición de este hecho por ańadir: "Yo te lo mando", cuando
Thalitha cumi en hebreo significa sólo: "Muchacha, levántate". Pero es para expresar el sentido de esta llamada y de esta orden por lo que ańade: "Yo te lo mando, levántate".
"Pues tenía ya doce ańos", continúa.
Glosa
El evangelista ańade la edad de la muchacha para hacer ver que podía andar. Y por el hecho de andar se manifiesta, no sólo que había revivido, sino que había sanado perfectamente. "Con lo que quedaron poseídos del mayor asombro", etc. "Y dijo que diesen de comer a la muchacha".
San Juan Crisóstomo
Para demostrar que la había curado verdaderamente, y no en apariencia.
Beda,
in Marcum, 2,22
En sentido místico, se anuncia la muerte de la hija del jefe de la sinagoga inmediatamente después de la cura de la mujer que padecía flujo de sangre, porque mientras la Iglesia de los gentiles, limpia de la mancha de los vicios, merece ser llamada "hija" por su fe, la sinagoga queda libre de la continua aflicción de su traición, y a la vez de su envidia. De su traición, sí, porque no quiso creer en Cristo. Y de su envidia, porque deploró a la Iglesia creyente. Las palabras: "¿Para que cansar más al Maestro?", se dicen hoy para que los que ven a la sinagoga abandonada por Dios no crean que puede ser restaurada o que deban rogar por su resurrección. Pero si el jefe de la sinagoga, es decir, el consejo de los doctores de la ley quisiera creer en El, la sinagoga sería salvada. Porque, habiendo perdido por su infidelidad la alegría de la compańía del Seńor, yace como muerta entre los que lloran y se lamentan. Tomando, pues, de la mano a la muchacha, la resucitó el Seńor; porque sin que se purifiquen antes las manos de los judíos, que están llenas de sangre (
Is 1), no resucitará la muerta sinagoga. En la cura del flujo de sangre de la mujer y en la resurrección de la muchacha se manifiesta la salvación del género humano, que ha sido dispensada por el Seńor de este modo: viniendo primero a la fe algunos de Israel, después la plenitud de las naciones, y así todo Israel será salvado (
Rm 11). Tenía doce ańos la muchacha y hacía también doce ańos que padecía la mujer, porque los pecados de los que no creían tuvieron lugar al principio de la fe de los creyentes; por esto se dice: "Creyó Abraham a Dios, y
su fe reputósele por justicia" (
Gén 15).
San Gregorio Magno,
Moralia.,4,29
Revive nuestro Redentor a la muchacha en la casa, al joven fuera de la ciudad y a Lázaro en el sepulcro. Esto en sentido moral significa que yace muerto en su casa aquél cuyo pecado está oculto. Es conducido fuera de la puerta de la ciudad aquél cuya iniquidad llama para su vergüenza la atención pública. Y está debajo de la tierra de la sepultura aquél sobre quien pesa la acción del mal y también la costumbre.
Beda,
in Marcum, 2,22
Y es de notar que los pecados más leves y cotidianos pueden ser curados por el remedio de una penitencia más ligera. Por ello el Seńor revive sólo con su voz a la muchacha que yacía sobre su lecho, diciendo: "Muchacha, levántate". Pero para que un muerto de cuatro días pueda franquear las barreras del sepulcro, se estremeció en su espíritu, se turbó y derramó lágrimas (
Jn 11). Por tanto, cuanto más grave sea la muerte del espíritu, tanto más áspera y fervorosa debe ser la penitencia. Es de notar también que una culpa pública necesita un remedio igualmente público; y así Lázaro, llamado del sepulcro, llamó la atención del pueblo. En cambio los pecados leves piden penitencia secreta; por lo que la muchacha, que yacía en su casa, revive delante de un pequeńo número de testigos, y a éstos se les manda que no digan nada a nadie. Se echa fuera a la muchedumbre para que reviva la muchacha, porque si no se echa antes de lo más hondo del corazón a la multitud de cuidados mundanos, no revive el espíritu que yace muerto en sí mismo. Revive, pues, y echa a andar la muchacha. Y del mismo modo el hombre, revivido de sus pecados, debe no solamente levantarse de la inmundicia de sus iniquidades, sino adelantar en las buenas obras y no detenerse, para que pueda saciarse del pan celestial, haciéndose partícipe de la palabra divina y del altar.