Y se volvieron otra vez los discípulos a su casa. Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro. Y estando así llorando, se abajó, y miró hacia el sepulcro: y vio dos Angeles vestidos de blanco, sentados; el uno a la cabecera y el otro a los pies, en donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Y le dijeron: "¿Mujer, por qué lloras?" Díceles: "Porque se han llevado de aquí a mi Seńor, y no sé dónde le han puesto". Y cuando esto hubo dicho, se volvió a mirar atrás, y vio a Jesús que estaba en pie: mas no sabía que era Jesús. Jesús le dice: "¿Mujer, por qué lloras? ¿a quién buscas?" Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: "Seńor, si tú le has llevado de aquí, dime en dónde lo has puesto, y yo le llevaré". Jesús le dice: "María". Vuelta ella, le dice: "Rabbuní" (que quiere decir Maestro). Jesús le dice: "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios". Vino María Magdalena dando las nuevas a los discípulos: "Que he visto al Seńor, y esto me ha dicho". (vv. 10-18)
San Gregorio,
In Evang. hom. 25
María Magdalena que en la ciudad había sido pecadora, lavó con lágrimas las manchas de su crimen, amando a la verdad. Y he aquí cumplida la voz de la verdad, que dice: "Perdonados le han sido sus muchos pecados, porque amó mucho" (
Lc 7); pues la que había permanecido fría pecando, ardía después en amor. Y ańade después, y es digno de considerarse cuánta era la fuerza del amor que la inflamaba, que aun cuando los discípulos del Seńor se retiraban del sepulcro, ella persistía. Dice, pues:
San Agustín,
in Ioannem, tract., 121
"Y se volvieron otra vez los discípulos a su casa". Mientras los hombres se retiraban, un amor más fuerte encadenaba en el mismo lugar a las mujeres "María, pues, estaba junto al sepulcro, llorando a la parte de afuera".
San Agustín,
De cons. evang. 3, 24
Esto es, delante de la caverna del sepulcro de piedra, pero dentro del espacio que mediaba con la entrada en el mismo jardín.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 85
No te admires de que María llorara amargamente junto al sepulcro, y que Pedro no padeciera igual sentimiento, porque el corazón de la mujer es más débil y compasivo.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 121
Los ojos que habían buscado al Seńor, y no le encontraban, se desahogaban en las lágrimas, doliéndose más de que hubiese sido quitado del sepulcro, que cuando había sido muerto en la cruz, porque desaparecería toda memoria de la vida de tan gran Maestro.
San Agustín,
De cons. evang. 3, 24
Había visto con las demás mujeres al ángel, sentado a la derecha sobre la piedra separada del monumento, a cuya voz, cuando estaba llorando, miró al sepulcro.
Crisóstomo,
ut supra
Ved cómo encontró consuelo mirando al sepulcro; vedla más tranquila al inclinarse, para ver el lugar donde descansó el cuerpo del Seńor. Por eso dice: "Mientras lloraba, se bajó y miró en el sepulcro".
San Gregorio,
In Evang. hom. 25
Al que ama, no le basta mirar una sola vez, porque la fuerza del amor multiplica el afán de buscar.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 121
Porque su pena era mucha y no daba crédito a sus ojos ni a los de los discípulos, o tal vez un instinto divino la movía a mirar.
San Gregorio,
ut supra
Buscó, pues, el cuerpo, y de ningún modo lo encontró. Perseveró en buscar, y sucedió que lo encontró; porque creciendo los deseos con la dilación, encontró lo que buscaba. Los deseos santos se aumentan con la tardanza, pero si desfallecen, no eran verdaderos deseos. Observemos cómo obró la fuerza del amor en esta mujer, que después de examinar el sepulcro vuelve a inclinarse de nuevo, redoblando el trabajo de investigación. Sigue: "Y vio dos ángeles vestidos de blanco", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Como el espíritu de esta mujer no se había elevado a comprender la resurrección al ver los sudarios, se encuentra con dos ángeles en traje de fiesta, a fin de que se consuele de la pena de la pasión.
San Agustín,
ut supra
¿Qué quiere significar el que uno se sentó a la cabeza y otro a los pies? ¿Acaso porque los que son llamados ángeles en griego, son en latín nuncios? Son los que dan testimonio de que el Evangelio será predicado desde la cabeza hasta los pies, esto es, desde el principio hasta el fin.
San Gregorio,
ut supra
O bien se sienta un ángel a la cabeza, cuando los Apóstoles predican "En el principio era el Verbo" (
Jn 1,1), y el otro a los pies, cuando se dice "El Verbo se hizo carne" (
Jn 1,14). Podemos también entender por los dos ángeles los dos Testamentos que anuncian al Seńor, en igual sentido, encarnado, muerto y resucitado, colocado el antiguo a la cabeza y el nuevo a los pies.
Crisóstomo,
ut supra
Al aparecer los ángeles, nada hablan de resurrección; sino que entran suavemente en esta materia, y para que la mujer no se alarme viéndolos, como no era de esperar, en traje de fiesta, le dirigieron palabras de compasión. Por eso sigue: "Dícenle: Mujer, ¿por qué lloras?". Los ángeles enjugaban sus lágrimas anunciándole una alegre noticia, y por eso le dijeron, ¿por qué lloras? como si le dijeran: No llores más.
San Gregorio,
ut supra
Las Santas Escrituras avivan en nosotros el amor; son las que nos consuelan cuando nos prometen la esperanza de nuestro Redentor.
San Agustín,
ut supra
Pero ella, creyendo que los ángeles le preguntaban por saber, reveló la causa de sus lágrimas, diciéndoles: "Porque quitaron a mi Seńor". Llama su Seńor al cuerpo inanimado, designando la parte por el todo, a la manera que todos confesamos a nuestro Seńor Jesucristo Hijo de Dios sepultado, siendo así que tan sólo fue sepultada su carne. Sigue: "Y no sé dónde le pusieron". Y ésta era la causa de su mayor pena, porque no sabía a dónde ir a consolar su dolor.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 85
Ella no había comprendido todavía nada de la resurrección, sino que se imaginaba que había sido trasladado.
San Agustín,
De cons. evang. 3, 24
Y fue necesario que los ángeles se levantaran, así como fueron vistos en la referencia de San Lucas.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 121
Pero había llegado ya la hora de que lo que habían anunciado los ángeles indirectamente, diciendo que no llorase, se convirtiese en alegría, y por eso sigue: "Y habiendo dicho esto, volvió la cabeza atrás".
Crisóstomo,
ut supra
¿Y por qué mientras hablaba con los ángeles, y sin esperar su respuesta, se vuelve de espaldas? Me parece que cuando estaba ella hablando, se apareció Cristo por detrás de ella, y viendo los ángeles al Seńor, dieron a entender al momento en su figura, mirada y movimiento que habían visto al Seńor; y por esto la mujer se volvió.
San Gregorio,
ut supra
Es de notar, que estando María aún en duda acerca de la resurrección del Seńor, se volvió a mirar atrás para ver a Jesús, cuya resurrección no creía. Pero como amaba y dudaba, aunque le veía no lo reconocía. Por eso sigue: "Y vio a Jesús en pie, y no lo conoció", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Jesús se apareció a los ángeles como Seńor; pero no así a la mujer, para no asustarla, pues no convenía revelarle de pronto una cosa tan grande como su presencia, sino paulatinamente.
Jesús le dice: "¿Por qué lloras, mujer?"
San Gregorio,
ut supra
El le pregunta la causa de su dolor para aumentar su deseo, a fin de que cada vez que nombrara al que amaba, se encendiese más su amor.
Crisóstomo,
ut supra
Y como había aparecido en una forma vulgar, ella creyó que era un hortelano. Por eso sigue: "Ella, creyendo que sería un hortelano, le dice: Seńor, si tú lo has tomado, dime dónde lo has puesto, yo me lo llevaré"; esto es: si por temor a los judíos lo has ocultado, dímelo a mí, yo lo recibiré.
Teofilacto
Temía que los judíos se ensańaran en El, todavía muerto, y quería trasladarlo a otro lugar desconocido.
San Gregorio,
ut supra
Tal vez esta mujer, ni aún equivocándose erró, creyendo a Jesús un hortelano. ¿Acaso no lo era espiritualmente para ella, en cuyo corazón sembraba por la fuerza del amor las semillas fecundas de las virtudes? ¿Pero qué significa el que, habiendo visto al que creía hortelano, y a quien ella no había dicho aún lo que buscaba, le pregunta si él lo ha tomado? Pero la fuerza del amor suele producir en el ánimo la idea de creer que nadie ignora lo que él está pensando siempre. Después que el Seńor le nombró con el vocablo común de su sexo, y no fue reconocido, la llama por su propio nombre. Por eso sigue: "Y le dice Jesús: María", como si dijera: reconoce a aquel que te conoce a ti. María, pues, oyéndose llamada por su nombre, reconoce exteriormente al que ella buscaba interiormente. Y por eso sigue: "Y volviéndose ella le dice Rabbuní, que quiere decir Maestro".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 85
Así como El se había manifestado con frecuencia a los judíos, del mismo modo se dejaba ver como quería. ¿Pero cómo se dice que ella se volvió en el instante en que Cristo le habló? Yo creo que después de haber pronunciado ella estas palabras: "¿Dónde le has puesto?" se volvió otra vez a los ángeles, para que averiguase el motivo de su admiración, y en seguida, nombrándola Cristo por su nombre, la hizo volver en sí, descubriéndose por su propia voz.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 121
O bien porque vuelta ella primero corporalmente, le tomó por lo que no era; ahora, vuelta en su corazón, conoció quién era. Pero nadie calumnie a esta mujer, porque llamó Seńor al hortelano y a Jesús Maestro; porque primero honraba al hombre a quien pedía favor, y después reverenciaba al doctor, de quien aprendía las cosas humanas y divinas. Ya había dicho de otro modo: "Quitaron a mi Seńor"; y también de este modo: "Si tú le has tomado".
San Gregorio,
ut supra
No dice el Evangelista lo que hizo la mujer; pero se infiere de lo que se le dijo. Sigue, pues: "Dícele el Seńor: No me toques". Estas palabras demuestran que María quiso abrazar los pies del que había reconocido. Pero por qué no deba tocarle, da la razón cuando ańade: "Pues aún no he subido a mi Padre".
San Agustín,
ut supra
Si estando en tierra no se deja tocar, sentado en el cielo, ¿cómo le tocará el hombre? Ciertamente que, antes de su ascensión, se ofreció a sus discípulos para que le tocasen, diciendo: "Palpad, y ved que el espíritu no tiene carne y hueso" (
Lc 24,39); como dice San Lucas. Sería absurdo suponer que quiso ser tocado por sus discípulos antes de subir al Padre y no lo consintió a las mujeres sino después de haber ascendido al Padre. Pero se lee que también las mujeres, entre las que se encontraba la misma María Magdalena, tocaron a Jesús después de su resurrección y antes de que subiera al cielo. Cuenta San Mateo que Jesús les salió al encuentro, diciendo: "Os saludo", y ellas, entonces, acercándose, abrazaron sus pies. O esto está dicho figurando María Magdalena a la Iglesia de los gentiles, que no creyó en Cristo sino después de la ascensión al Padre; o quiso Jesús significar espiritualmente que no podía ser tocado sin que ella creyera que El y el Padre son uno mismo. En efecto, El ascendió en cierta manera al Padre por sus sentidos íntimos, hasta reconocerse su identidad con el Padre. ¿Cómo no había de ser todavía carnal la fe de esta mujer en Aquel que lloraba como hombre?
San Agustín,
De Trin. 1, 9
El tacto es la última prueba del conocimiento, y por eso no quiso el Seńor que ella quedara solamente en la creencia de lo que pensaba y veía.
Crisóstomo,
ut supra
Esta mujer quería tratar todavía al Seńor como antes de su pasión, y preocupada con el gozo no comprendía el admirable cambio operado en la humanidad de Jesús resucitado. Para apartarla de este error, el Seńor le dijo: "No intentes tocarme", a fin de que le trate con la debida reverencia. Por esto no se aparece a los discípulos ni habla con ellos, para que le atiendan con más respeto. Diciendo, pues, "Todavía no he subido al Padre", manifiesta que a esto va. No convenía que Aquel que debía ausentarse y no volver a tratar con los hombres, fuese visto de la misma manera que anteriormente, y esto es lo que manifiesta con las siguientes palabras: "Ve, pues, a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre".
San Hilario,
De Trin. l. 11
Entre otras impiedades, suelen los herejes abusar de estas palabras del Seńor, pretendiendo que no es participante de la naturaleza divina, por cuanto su Padre es también Padre de sus discípulos, y su Dios es Dios de ellos. Pero es de advertir, que, conservando la forma divina, tomó la forma de siervo. Habiendo hablado a los hombres Jesucristo en forma de siervo, no hay dificultad en que llame Padre al que es también Padre de sus discípulos, considerándose como hombre, y que le llame su Dios, como Dios de ellos, con relación a su naturaleza de siervo. Después se expresa del mismo modo, diciendo: "Ve a mis hermanos". Son hermanos suyos en la carne, pero como Hijo único de Dios no tiene hermanos.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 121
O de otro modo: No dice nuestro Padre, sino "mi Padre y vuestro Padre": mi Padre de un modo, vuestro Padre de otro; mío por naturaleza, vuestro por la gracia. Ni tampoco dijo nuestro Dios, sino mi Dios en cuanto a la humanidad, y vuestro Dios; entre El y vosotros yo soy vuestro mediador.
San Agustín,
De cons. evang. 3, 24
Entonces ella salió del sepulcro, esto es, de aquella parte del jardín en donde estaba abierto el sepulcro y con ella las que, según San Marcos, estaban poseídas de temor, sin decir palabra a nadie. Por eso dice: "Vino María Magdalena anunciando a los discípulos", etc.
San Gregorio,
ut supra
He aquí borrada la culpa del género humano en el mismo sitio donde se cometió. Porque en el paraíso una mujer transmitió la muerte a la humanidad, y desde el sepulcro una mujer anunció a los hombres la vida, y refiere las palabras del que la vivifica la misma que había referido las de la serpiente.
San Agustín,
ut supra
Mientras ellas iban, Jesús les salió al encuentro (según dice San Mateo), diciéndoles: "Os saludo" (
Mt 28,9). Nosotros colegimos que habían hablado dos veces con los ángeles en el sepulcro, y una con el mismo Seńor cuando María le tomó por un jardinero, y ahora otra vez se les presenta en el camino para confirmarlas lo mismo. Y así, María Magdalena, con las demás que cita San Lucas, fue a anunciarlo a los discípulos.
Beda
En sentido místico, Jesús sale al encuentro de los que entran en el camino de la virtud, y les saluda, ofreciéndoles su auxilio para llegar a la vida eterna. He aquí dos mujeres del mismo nombre y de la misma piedad; a saber: María Magdalena y la otra María, que vinieron a ver el sepulcro del Seńor, representando dos pueblos fieles: el pueblo judaío y el gentil, que desean con el mismo celo celebrar la pasión, muerte y resurrección de su Salvador. Con razón la mujer que anunció la primera el gozo de la resurrección a los discípulos, sumidos en la tristeza, es la que fue librada de los siete demonios, esto es, purificada de todos los vicios, a fin de que nadie desespere del perdón con una digna penitencia, viendo a ésta elevada súbitamente a la plenitud de la fe y del amor, de tal manera, que anuncia a los mismos Apóstoles el milagro de la resurrección.
Glosa
Por esta mujer, que fue la más solícita en reconocer el sepulcro de Cristo, se designa a toda persona que ansía conocer la divina verdad y, por tanto, es digna de anunciar a los demás el conocimiento de tal gracia, como María lo anunció a los discípulos, para que no deba ser reprendida por haber escondido el talento. No se os ha concedido este gozo para que lo ocultéis en el secreto de vuestro corazón, sino para enseńarlo a los que aman.
Beda
También místicamente, María (que significa Seńora iluminada, iluminadora, estrella del mar) es figura de la Iglesia; y Magdalena también significa bastión de torre. Esto es, Magdal en hebreo es lo mismo que en latín torre. Este nombre, pues, derivado de
torre, conviene justamente con el de Iglesia, por aquello que se dice en el salmo 60,4: "Has sido hecho para mi torre de fortaleza". En aquello, pues, que esta mujer anunció a los discípulos la resurrección de Cristo, se encarga a todos, principalmente a los predicadores, que procuren transmitir a su prójimo lo que a ellos les fue divinamente revelado.