Los soldados, después de haber crucificado a Jesús, tomaron sus vestiduras (y las hicieron cuatro partes, para cada soldado su parte) y la túnica. Mas la túnica no tenía costura, sino que era toda tejida desde arriba. Y dijeron unos a otros: "No la partamos, mas echemos suertes sobre ella, cuya será": para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron mis vestidos entre sí y echaron suertes sobre mi vestidura. (vv. 23-24)
San Agustín,
in Ioannem, tract., 118
Por sentencia de Pilato, los soldados que estaban a sus órdenes crucificaron a Jesús. Así dice: "Los soldados, pues, le crucificaron", etc. Los demás evangelistas hablan poco sobre la distribución y sorteo de los vestidos, pero éste lo dice muy claramente de este modo: "Hicieron cuatro partes", etc. De aquí resulta que fueron cuatro los soldados que obedecieron la orden de Pilato, crucificando al Salvador. Sigue: "Y después tomaron la túnica", esto es, no echaron suertes sobre lo demás, y lo repartieron. Pero la túnica no la dividieron; y sigue diciendo: "La túnica era inconsútil", esto es, toda de una pieza.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 84
El Evangelista hace la historia de esta túnica. En Palestina era costumbre construir este traje con dos pedazos de tela cosidos, y San Juan nos da a entender que así era la túnica de Jesús, indicando la pobreza de su vestido.
Teofilacto
Dicen otros, que en la Palestina no se tejen las telas del mismo modo que entre nosotros, dejando el estambre a la vista superior, y el tejido en la inferior, para que vuelto se vea el tejido, sino que lo hacían al contrario.
San Agustín,
ut supra
El Evangelista dice por qué echaron suertes sobre ella. Dijeron unos a otros: "No la partamos", etc. Se ve que los demás vestidos los repartieron por partes iguales sin necesidad de sortearlos. Pero como la túnica no podía repartirse sin que se cortara sin provecho, por eso convinieron en sortearla. Esta narración del Evangelista, consta justificada por testimonio de los profetas. Por esto dice: "Para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre ellos mis vestidos" (
Sal 58), etc.
Crisóstomo,
ut supra
Observa la exactitud de la Escritura; pues el Profeta no sólo expresó lo que fue repartido, sino que también lo que no lo fue; porque si bien dividieron los vestidos, echaron suertes sobre la túnica, que no quisieron dividir.
San Agustín,
ut supra
Según San Mateo (27,35), repartieron sus vestidos, sorteándolos, queriendo dar a entender, que si bien los demás vestidos fueron repartidos, la túnica fue sorteada; y así es como dice San Lucas "Dividiéndose sus vestidos, echaron suertes" (
Lc 23,34). Habiéndolos, pues, dividido, llegaron a la túnica, de la cual hicieron sorteo, usando de la palabra suertes en plural, en igual del singular. También San Marcos presenta alguna diferencia, diciendo: "Los soldados echaron suertes sobre lo que a cada uno tocaría" (
Mc 15,24), como refiriéndose a todos los vestidos y no sólo sobre la túnica; pero esta brevedad con que habla, engendra oscuridad. Así, pues, se ha dicho: "Echando suertes sobre los vestidos", como si se dijese sorteándolos para dividirlos. Cuando dice: "Qué es lo que tocaría a cada uno", parece que se refiera, no sólo a la túnica, sino que también a todo lo demás, para saber quién se quedaría con la túnica que era indivisible. Esta división de los vestidos de nuestro Seńor Jesucristo, en cuatro partes, figuraba su Iglesia extendida por las cuatro partes del mundo. Pero la túnica es la figura de la unidad de la cuatro partes, por el vínculo de la caridad. Pero si la caridad lleva más elevado vuelo, y es superior a la ciencia, y se sobrepone a todo precepto, según lo de San Pablo a los Colosenses: "Sobre todo esto, tened caridad" (
Col 3,14), con razón el vestido que la simboliza debe ser tejido de una sola pieza. Y ańadió el Evangelista: "Toda ella", porque nadie debe ser extrańo a la caridad del todo, que se llama Iglesia Católica. Es inconsútil (sin costuras), para que nunca se desuna, y tiende a la unidad, porque a todos reúne en un centro. En la suerte se ve la figura de la gracia de Dios, pues no la deciden los méritos de cada uno, sino el secreto juicio de Dios.
Crisóstomo,
ut supra
Dicen algunos que la túnica sin costuras, tejida de una sola pieza de arriba abajo, es la alegoría de la humanidad del crucificado enlazada con la divinidad.
Teofilacto
O de otro modo: la túnica inconsútil, denota el cuerpo de Cristo concebido por el Espíritu Santo y el poder del Altísimo en la Virgen, siendo, por tanto, indivisible el cuerpo de Cristo; pues aunque a cada uno sea dado para que santifique a la vez su cuerpo y su alma, permanece, sin embargo, entero en todos. Y así como el mundo visible se compone de cuatro elementos, puede tomarse por vestidura de Cristo este mundo visible que los demonios se reparten entre ellos cuantas veces entregan a la muerte al Verbo de Dios que habita en nosotros, consiguiendo dividirnos por las falacias de este mundo.
San Agustín,
ut supra
Ni se diga que estas cosas nada significan, porque son obra de los malos. ¿Pero qué diremos, de la misma cruz, hecha igualmente por los impíos? Y, sin embargo, ella significa, perfectamente, como dice el Apóstol, cuál sea su latitud, su longitud, su altura y su profundidad (
Ef 3,18): su latitud, respecto del madero trasversal, sobre el que se extienden las manos, significa las buenas obras de la más extensa caridad; la longitud de la cruz, desde el madero trasversal hasta la tierra, significa la perseverancia en la duración del tiempo; la altura de la cruz, desde el leńo trasversal hasta arriba, significa el supremo fin a que deben dirigirse todas nuestras obras; y la profundidad de aquella parte que se oculta en la tierra significa el abismo de la gracia de Dios, de donde proceden todas nuestras buenas obras, que aparecen y se levantan hasta Dios. Pero aun cuando la cruz de Cristo no signifique más que aquello que dice el Apóstol a los de Galacia: "Los que son de Cristo, crucificaron su carne con sus pasiones y sus concupiscencias" (
Gál 5,24), ¡cuán grande bien es! Finalmente; ¿cuál es la enseńa de Cristo, sino la cruz de Cristo? Este es el signo que los creyentes trazan en su frente, bien sea con el agua regeneradora del bautismo, o con el óleo santo del crisma o con el alimento del sacrificio, y sin el cual nada se perfecciona.