"Mas no ruego tan solamente por ellos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que sean todos una misma cosa; así como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también sean ellos una cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en una cosa, y que conozca el mundo que tú me has enviado y que los has amado, como también me has amado a mí". (vv. 20-23)
San Agustín,
in Ioannem, tract., 109
Como rogara el Seńor por sus discípulos, a los que llamó
Apóstoles, unió también a los demás que habían de creer en El, diciendo: "No por ellos tan sólo ruego, sino", etc.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 81
De aquí saca nuevo motivo de consuelo para ellos, descubriéndoles que serán la causa de la salvación de otros, cuando dice: "Que han de creer en mí por su palabra".
San Agustín,
ut supra
En lo que quiso designar como suyos, no sólo a los que entonces vivían, sino también a los venideros; y no sólo a los que viviendo oyeron a los apóstoles, sino a los que nacidos mucho después de la muerte de ellos hemos creído en Cristo. Porque los que vivieron con el Seńor y le oyeron, predicaron a los demás. Y así su palabra llegó hasta nosotros y llegará a los que vendrán después, que han de creer en todo el mundo. Nótese que en esta oración no ruega por aquellos que a la sazón no estaban con El ni tampoco por los que estarán después, sino que ora por los que creyeron en El anteriormente. ¿Acaso estaban entonces con el Seńor Nathanael, José de Arimatea y otros muchos de quienes dice San Juan que creyeron en El? Omito citar al anciano Simeón, Ana la profetisa, Zacarías, Isabel y Juan el Precursor, porque podría responderse que no debía pedirse por tales muertos, que habían salido de este mundo llenos de grandes méritos, lo cual puede igualmente decirse de los antiguos justos. Pero debe entenderse, que los apóstoles todavía no creían con la perfección que Cristo quería que creyeran en El; pero después de su resurrección, enviado el Espíritu Santo, instruidos y confirmados, creyeron como convenía. Mas nos queda por resolver la cuestión del apóstol San Pablo, que dice no fue hecho Apóstol por los hombres, ni por el hombre (
Gál 1,1); y el ladrón que creyó cuando en los mismos doctores desapareció toda fe. Por fin, concluye que entendamos lo que fue dicho "por la palabra de ellos", lo que del mismo Verbo predicaron en el mundo. Se ha dicho, pues, "palabra de ellos" porque ya desde el principio y con mucha solicitud fue predicada por ellos, pues ya se predicaba en la tierra cuando, por revelación de Jesucristo, Pablo la recibió de ellos. Por esto el ladrón creía en la palabra de ellos. Aquella oración, pues, de nuestro Redentor fue por todos los que redimió, ya estuvieran vivos o ya hubieran de vivir después. La razón de rogar por ellos la expresó a continuación diciendo: "Para que todos sean uno".
Crisósostomo,
in Ioannem, hom. 81
Aquí pidió para todos lo mismo que arriba para los apóstoles, a fin de que todos (esto es, nosotros y ellos) seamos una misma cosa. Y así termina su oración, como la empezó; pues al principio dijo: "Os doy el mandamiento nuevo de que os améis los unos a los otros" (
Jn 13,34).
San Hilario,
De Trin. l. 7
Después demuestra con un ejemplo el provecho de la unidad, diciendo: "Como tú Padre, en mí y yo en ti, para que ellos sean una cosa en nosotros". A saber: como el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre, así según la forma de esta unidad entre el Padre y el Hijo todos fuesen una cosa.
Crisóstomo,
ut supra
Esto mismo que dice,
como, no demuestra expresa y exacta igualdad sino en cuanto es posible en los hombres, a la manera de cuando dice: "Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial" (
Lc 6,36), etc.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 110
Debe advertirse aquí con eficacia, que el Seńor no dijo: "Para que todos seamos uno, sino "Para que todos sean uno, como tú Padre, en mí y yo en ti". Se sobreentiende: Somos uno, porque así está el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, que son uno, pues son de la misma sustancia. Nosotros en verdad podemos ser una cosa en ellos, pero no con ellos, porque nosotros no somos con ellos de la misma sustancia. Así están ellos en nosotros o nosotros en ellos, para que sean uno en su naturaleza y nosotros lo seamos en la nuestra. Por tanto, ellos están en nosotros como Dios en el templo y nosotros estamos en ellos como la creatura en su Creador
1. Ańadió, pues: "En nosotros" para que conozcamos que esto se nos concede, no por nuestros méritos, sino por una fidelísima caridad de la gracia de Dios.
San Agustín,
De Trin. 3, 9
O bien, porque no pueden ser en sí mismo una misma cosa los que están separados por diversas pasiones de voluptuosidad, concupiscencia e inmundicia de pecados. Por tanto, deben purificarse por el Mediador, para que sean una cosa con El.
San Hilario,
De Trin. l. 8
Esforzándose los herejes en seducir a fin de que de las palabras "Yo y el Padre somos uno" (
Jn 10,30), no se creyera la unidad de naturaleza y la indiferibilidad de la divinidad, sino una concordia nacida del amor de mutua voluntad, adujeron como ejemplo de esta unidad, estas palabras del Seńor: "Que todos sean uno", etc. Pero aunque la impiedad tergiverse la comprensión del sentido de las palabras dichas, no es posible apartarse de ellas. Pues, si están regenerados en la naturaleza de una misma vida y eternidad, desaparece el asentimiento individual en los que son de la misma naturaleza. El ser uno es propio solamente de la naturaleza del Padre y del Hijo, porque Dios es el Unigénito de Dios en la naturaleza de su origen
2.
San Agustín,
ut supra
¿Qué quiere decir "Para que el mundo crea que tú me enviaste"? ¿Acaso creerá el mundo cuando todos seamos una misma cosa en el Padre y el Hijo? ¿Por ventura no es ésta aquella eterna paz que es más bien el premio de la fe que la misma fe? Pues si en esta vida todos los que profesamos una misma fe somos una misma cosa, por consecuencia somos uno, no para que creamos sino porque creemos. ¿Qué quiere decir, pues: "Todos sean uno, para que el mundo crea"? Ciertamente cuando habla de
todos se refiere al mundo creyente. De éstos dirá lo mismo que había dicho en aquellas palabras: "No ruego sólo por ellos, sino por los que han de creer en mí por su palabra" ¿Cómo, pues, lo hemos de entender sino diciendo que no puso como causa, "Para que el mundo crea que son una misma cosa", sino que orando dijo: "Para que el mundo crea", como había dicho "Para que sean uno mismo"? Finalmente, la exposición de esta sentencia será más clara si ańadimos la palabra
Ruego en todas sus cláusulas: "Ruego que todos sean uno; ruego que ellos sean una misma cosa en nosotros; ruego que el mundo crea por que tú me enviaste".
San Hilario,
De Trin. l. 8
O por esto el mundo ha de creer que el Hijo ha sido enviado por el Padre, porque todos los que creerán en El serán una misma cosa en el Padre y el Hijo.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 81
Nada hay que escandalice tanto como la división, así como la unidad de los creyentes edifica para creer. Ya dijo al principio: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amarais mutuamente" (
Jn 13,35), pues si altercaren, no se llamarán discípulos del pacífico Maestro, pues no reconociéndome a mí como pacífico, no confesarán que tú me enviaste.
San Agustín,
ut supra
Después nuestro Salvador, que rogando al Padre se mostraba hombre, ahora se manifiesta Dios con el Padre, haciendo lo que El mismo pide. Por lo que sigue: "Y yo les di a ellos la gloria que tú me diste", etc. ¿Qué gloria, sino la inmortalidad que en El había de recibir la naturaleza humana? Indica con palabras de pasado la futura inmortalidad de la predestinación. Debe entenderse, que la inmortalidad que dice ha recibido del Padre, también se la ha dado a sí mismo, pues cuando calla su operación en las obras del Padre, nos enseńa la humildad; pero cuando en sus obras nos habla de la operación del Padre, nos prueba su igualdad. En esta forma y ocasión ni se hizo extrańo a la obra del Padre, aunque había dicho "La gloria que tú me diste", ni hizo ajeno de su obra al Padre aunque dijera, "La di a ellos"; pues así como por el hecho de rogar al Padre por todos los suyos quiso que se verificara que todos fueran una misma cosa; del mismo modo quiso que se hiciera en su favor lo que dijo: "Di a ellos la gloria que tú me diste", pues a continuación ańadió: "Para que sean una cosa en nosotros, así como nosotros somos una misma cosa".
Crisóstomo,
ut supra
O llama
claridad a la gloria que resulta de los milagros y los dogmas, y para que sean unánimes: por lo que ańade: "Para que sean una cosa en nosotros, como somos nosotros una misma cosa"; pues esta gloria de estar unánimes, es mayor que la de hacer milagros, y todos los que por los apóstoles creyeron son una misma cosa; y si algunos se han separado ha sido efecto de su desidia, lo cual a El no se le ocultó.
San Hilario,
ut supra
Por el honor dado y recibido todos son una misma cosa, pero no comprendo por qué razón la gracia dada perfecciona la unión. Pero el Seńor expuso cierta graduación y orden de consumar la unión cuando dijo: "Y sean una cosa en nosotros", para que siendo El con el Padre una misma cosa por la naturaleza de la divinidad, nosotros lo fuésemos en El por su corporal nacimiento y doblemente El en nosotros por la fe en el misterio del Sacramento de la Eucaristía, quedando demostrada la perfecta unión por el Mediador.
Crisóstomo,
ut supra
Ya en otro lugar dice de sí y del Padre: "Vendremos y haremos mansión en él", oponiéndose aquí a la herejía de Sabelio, que establece dos personas y destruyendo la de Arrio que dice que el Padre no viene a los discípulos por el Hijo, sino por sí.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 110
Ni tampoco esto quiere decir que el Padre no esté en nosotros, ni nosotros en el Padre, sino que por Cristo, Mediador entre Dios y los hombres, se hizo aún más cercano. Por lo que ańadió: "Para que sean consumados en una misma cosa", demuestra que la reconciliación obrada por el Mediador nos conduce a la reconciliación, para que disfrutemos de la perfecta bienaventuranza. Por eso sigue: "Para que conozca el mundo que tú me enviaste". No creo que esto deba entenderse como cuando dijo: "Para que el mundo crea", porque mientras creemos lo que no vemos, no estamos aún consumados, como lo estaremos cuando merezcamos ver lo que creemos. Cuando se habla de consumación, debe entenderse conocimiento, como el que se realizará por la visión, no como ahora por la fe. Por ende el mundo lo constituyen los mismos creyentes, no persistiendo enemigo, sino convertido en amigo. Por esto sigue: "Y los amaste, como me amaste a mí", pues el Padre nos ama en el Hijo porque nos eligió en El. Por esto no somos iguales al Hijo Unigénito, pues no siempre se denota igualdad cuando se dice: así como aquello es ésto, sino alguna vez se puede entender: porque aquello es, lo es también esto. Tal es el caso de las palabras "Los amaste como me amaste a mí", con las que se quiere decir: los amaste porque me amaste a mí, pues no hay otro motivo para amar a sus discípulos que el de amarle a El. Como, pues, no aborreció nada de lo que hizo, ¿quién podrá expresar dignamente cuánto ama a los miembros de su Hijo, y cuánto más a su mismo Unigénito?
Notas
1.
"La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial". Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza". "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (
Catecismo de la Iglesia Católica, 253). "El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vosotros: "Porque somos también de su linaje" (
Hech 17,25-28).
2.
"Y la liturgia de S. Juan Crisóstomo proclama y canta: "ĦOh Hijo unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal, te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, Uno de la Santísima Trinidad, glorificado con el Padre y el Espíritu Santo, Ħsálvanos!" -Liturgia bizantina, Tropario
O monoghenis - (
Catecismo de la Iglesia Católica, 469).