"Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por éstos que me diste, porque tuyos son. Y todas mis cosas son tuyas y las tuyas son mías: y en ellas he sido glorificado. Y ya no estoy en el mundo, mas éstos están en el mundo y yo voy a ti. Padre Santo, guarda por tu nombre a aquellos que me diste para que sean una cosa, como también nosotros. Mientras yo estaba con ellos, los guardaba en tu nombre. Guardé a los que me diste, y no pereció ninguno de ellos, sino el hijo de perdición para que se cumpliese la Escritura. Mas ahora voy a ti, y hablo esto en el mundo, para que tengan el gozo cumplido en sí mismos". (vv. 9-13)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 80
Como a pesar de oír los discípulos muchas palabras de consuelo, no se persuadían, El continúa dirigiéndose a su Padre dando expansión al sentimiento de amor que les tenía, y dice: "Yo ruego por ellos"; como si dijera: "Yo les doy no sólo lo que de mí depende, sino que aun pido para ellos otra cosa para manifestarles más mi amor".
San Agustín, in Ioannem, tract., 106
Pero cuando ańadió: "No por el mundo", quiso dar a entender por mundo a aquellos que viven según la concupiscencia del mundo, y no en la suerte de la gracia para ser elegidos de entre el mundo, cuya suerte significa cuando dice: "Sino (que ruego) por los que me diste". Por lo mismo que el Padre ya se los dio, ya no pertenecen al mundo, por el cual no ruega; ni porque el Padre los dio al Hijo perdió los que le dio, y así dice: "Porque tuyos son".
Crisóstomo, ut supra
Repite con frecuencia "Me los diste", para demostrar que esta palabra es grata al Padre, y que no vino como extrańo a seducirlos, sino que los recibió como propios. Después, para que nadie piense que es nuevo su poder y que recientemente lo ha recibido del Padre, ańade: "Y todas mis cosas son tuyas, y todas las tuyas son mías". Como diciendo: Para que nadie crea que porque me los diste dejan de ser del Padre, porque mis cosas son suyas; ni que oyendo que eran tuyos entienda que me eran extrańos, porque lo que es del Padre es mío.
San Agustín, ut supra
Claramente se ve, pues, cómo son del Hijo todas las cosas que son del Padre, por la razón de que es Dios nacido del Padre e igual al Padre. No como se dijo al mayor de los dos hijos: "Todas mis cosas son tuyas" ( Lc 15,31), las cuales se refieren a todos los seres inferiores a la criatura racional, mientras que las dichas al Salvador hablan de la criatura racional que no está sujeta más que a Dios. Esta, pues, perteneciendo al Padre, no podría ser al mismo tiempo del Hijo si no fuera igual al Padre. Es, por tanto, un pecado el decir que los santos de quienes esto se ha dicho sean de otro, sino de quien fueron criados y santificados. Hablando del Espíritu Santo, dijo: "Todo lo que tiene el Padre, es mío" ( Jn 16,15), refiriéndose a lo que pertenece a la misma divinidad del Padre. Y ni el Espíritu Santo habrá de recibir de una creatura que esté sometida al Padre y al Hijo, porque ha dicho: "De lo mío recibirá" ( Jn 16,14).
Crisóstomo, ut supra
Pasa después a probar lo antedicho, en esta forma: "Yo he sido glorificado en ellos", lo que prueba que tengo poder sobre ellos por cuanto me glorifican creyendo en ti y en mí, pues no es glorificado por los que no dependen de su potestad.
San Agustín, in Ioannem, tract., 106
Diciendo que esto ya ha sido hecho, manifiesta que ya ha sido predestinado, y quiso tener por cierto lo que se había de hacer. Pero se pregunta si es la misma glorificación de la que había dicho: "Y ahora glorifícame tú, Padre en ti mismo". Porque si es en ti, ¿cómo ha de ser en ellos? Pues porque esta gloria se les hace patente a ellos, y por ellos a todos los que les creen como testigos suyos, y por esto dice: "Y yo no estoy en el mundo, y ellos en el mundo están".
Crisóstomo, ut supra
Esto es, aunque no aparezca según la carne, soy glorificado por aquellos que mueren por mí, así como por el Padre, y me predican como al Padre.
San Agustín, ut supra
Pero si consideras la hora en que hablaba, unos y otros estaban aún en el mundo. Cuando dice: "Ya no estoy en el mundo", no podemos entender sus palabras según el progreso del corazón y de la vida. ¿Podemos acaso suponer lícitamente que estuviese poseído en algún tiempo de afectos mundanos? No puede creerse otra cosa sino que, aquel que antes estaba en el mundo, revelaba que ya no continuaría en él con presencia corporal. Por ventura, ¿no decimos todos los días de alguno que marcha o está próximo a morir, que ya no es de este mundo? Por eso, explicando lo que había dicho, ańadió: "Yo a ti voy". Y recomendando después al Padre a aquellos que iba a abandonar su presencia corporal, dijo: "Padre Santo, guarda en tu nombre a los que tú me diste". Así es, que ruega como hombre a Dios por los discípulos que de El recibió. Pero atendamos a lo que sigue: "Para que sean una misma cosa como nosotros". No dijo para que seamos ellos y nosotros una misma cosa, así como nosotros somos uno. En verdad, ellos son una misma cosa en su naturaleza, así como nosotros lo somos en la nuestra 1. El hombre y Dios es una misma persona, entendiendo al hombre en aquello que ruega y a Dios en que es uno mismo con Aquel que ruega.
San Agustín, De Trin. l. 4
Puedo decir en verdad, porque es cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo: yo y ellos no somos una misma cosa, pero sí somos uno, porque la cabeza y el cuerpo es un Cristo. Pero demostrando su divinidad consustancial con el Padre, quiere que los suyos sean uno en Cristo, no tanto por la misma naturaleza, en virtud de la cual los hombres se vuelven iguales a los ángeles, sino aun más por la concordia de la misma caridad, con cuyo fuego inflamados conspiran a una misma bienaventuranza. El mismo sentido tienen estas palabras: "Para que sean uno, así como nosotros somos uno": para que a la manera que el Padre y el Hijo son uno, no sólo en la igualdad de sustancia, sino que también de voluntad, así ellos, entre los que el Hijo es mediador con Dios, sean uno, no tanto porque ellos son de la misma naturaleza, cuanto por el vínculo del amor.
Crisóstomo, ut supra
Volviendo el Seńor a hablar como hombre, dice: "Cuando estaba con ellos, yo los guardaba en tu nombre": esto es, por tu protección. Habla humanamente, y dirigiéndose al pensamiento de los que creían que les reportaría más utilidad su presencia.
San Agustín, in Ioannem, tract., 107
En nombre, pues, del Padre, guardaba a sus discípulos el Hijo-hombre, constituido con ellos en presencia corporal; pero el Padre guardaba en nombre del Hijo a los que en nombre de Este le pedían. No debemos creer esto en un sentido carnal, como si el Padre y el Hijo les guardaran alternativamente, porque a un tiempo nos guardan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; pues la Escritura no nos ilustra si no desciende a nosotros. Entendemos, pues, que, al hablar así el Seńor distingue las personas sin separar la naturaleza. Cuando el Seńor guardaba a sus discípulos con presencia corporal, no esperaba el Padre a que el Hijo se ausentase para guardarlos, sino que ambos les guardaban con su poder espiritual. Y cuando el Hijo retiró su presencia corporal, los guardó con el Padre espiritualmente. Porque, cuando el Hijo-hombre recibió el cargo de guardarlos, no quitó la custodia del Padre. Y cuando el Padre los dio a guardar al Hijo, no los dio privándolos de su presencia, sino que dio al hombre-Hijo, sin separar de Dios al mismo Hijo. "Guardé a los que me diste, y ninguno de ellos pereció, más que el hijo de perdición (esto es, el traidor a Cristo, predestinado a la perdición), para que se cumpliera la Escritura", que había profetizado de él ( Sal 108).
Crisóstomo, ut supra
Y en verdad, entonces él solo pereció, pero después muchos, Dice, pues: "Ninguno de ellos pereció"; esto es, en cuanto de mí dependa, no se perderán. Lo que más claramente dice en otra parte: "No los echaré fuera" ( Jn 6,37), pero si por sí mismos se salieren por un error, yo los atraeré a mí. Sigue: "Ahora, pues, vengo a ti". Tal vez preguntará alguno: ¿acaso no podrá guardarles marchándose? Puede, en verdad, pero manifestó por qué lo decía, ańadiendo: "Esto lo hablo en el mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos"; esto es, para que no se turben, siendo como son imperfectos. Con estas palabras les dio todas las seguridades de su gozo y descanso.
San Agustín, ut supra
O de otro modo, ya más arriba queda expresado cuál sea este gozo, cuando dice: "Para que sean uno como uno somos nosotros": "he aquí su gozo" (esto es, el que El les ha reportado), y que para completarlos, dice "he hablado en el mundo". Dice que ha hablado en el mundo el que poco antes había dicho "ya no estoy en el mundo", porque aun no se había ido y estaba aún aquí, y al momento había de marchar, y se consideraba ya ausente.
Notas
1. A diferencia del modo en que los seres humanos comparten la naturaleza humana, "las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios... 'Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina' (Cc. de Letrán IV, ańo 1215: DS 804)" ( Catecismo de la Iglesia Católica, 253).