La gente le respondió: "Nosotros hemos oído de la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Pues cómo dices tú: Conviene que sea alzado el Hijo del hombre? ¿Quién es este Hijo del hombre?" Jesús les dijo: "Aún hay en vosotros un poco de luz; andad mientras que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; y el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va; mientras que tenéis luz, creed en la luz para que seáis hijos de la luz". Esto dijo Jesús, y se fue y se escondió de ellos. (vv. 34-36)
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Cuando los judíos oyeron que Jesús hablaba de su muerte, le arguyeron cómo decía que había de morir. Por eso se dice: "Respondió la turba: Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo permanece eternamente. ¿Y cómo dices tú: Conviene que el Hijo del hombre sea exaltado?" Ellos conservaban en la memoria que Cristo había dicho repetidamente que era el Hijo del hombre, porque en este lugar no dijo: "Si el Hijo del hombre fuese exaltado", como había dicho antes (
Jn 12,23): "Llega ya la hora en que el Hijo del hombre sea glorificado"; mas no recordándolo, dicen: ¿Cómo puede suceder que el Hijo del hombre sea levantado de la tierra? Esto es, ¿cómo ha de morir en una cruz?
Crisóstomo In Ioannem hom., 67.
Aquí es de advertir, que los judíos comprendían muchas de las cosas que se les decían por parábolas, porque habiendo ya Jesús de antemano hablado de su muerte, ellos sospecharon que su exaltación se refería a la muerte que había profetizado.
San Agustín ut supra.
O comprendían que Jesús hablaba anticipándose a lo que ellos pensaban hacer. No fue, pues, la sabiduría infusa, sino su propia malicia la que interpretó aquellas oscuras palabras.
Crisóstomo ut supra.
Observa con cuánta malicia preguntan: "Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo no padece (por pasión se entiende en muchos lugares de la Escritura una idea relacionada con la resurrección), sino que permanece eternamente", como si entre estas dos ideas hubiese contrariedad, y como si la pasión fuese un impedimento para la inmortalidad. Pero creían demostrar con esto que El no era el Cristo, porque Cristo permanece eternamente. Después ańaden: "¿Quién es ese Hijo del hombre?". Estas palabras están llenas de malicia, porque es como si dijeran: no juzgues que por odio te decimos esto, sino porque no sabemos de quién hablas. Mas Cristo responde haciendo ver que no hay incompatibilidad entre su pasión y la eterna inmortalidad, y por esta razón continúa: "Díjoles Jesús: Aun la luz está entre vosotros por breve tiempo". Esto es: Yo, que soy la luz, debo permanecer entre vosotros algún tiempo. Manifestando de esta manera que su muerte no era otra cosa que un tránsito, a semejanza de la luz solar que no muere, sino que desaparece un poco para volver a brillar.
San Agustín ut supra.
O de otra manera: Aún existe alguna luz en vosotros, merced a la cual entendéis que Cristo permanece eternamente. Así, pues, "caminad (esto es, acercaos más a la luz, entendedlo todo, que Cristo morirá y vencerá eternamente) en tanto que estáis en posesión de la luz".
Crisóstomo ut supra.
Aquí habla de todo el tiempo, antes de la cruz, y después de la cruz, que es cuando muchos creyeron en El.
"Para que las tinieblas no os rodeen".
San Agustín ut supra.
A saber, si creéis la eternidad de Cristo de suerte que neguéis la humildad de su muerte.
Prosigue: "Y el que camina en tinieblas ignora a dónde va".
Crisóstomo ut supra.
¡Cuántas iniquidades cometen ahora los judíos ignorando que las cometen!, porque tal pasa a los que caminan en tinieblas: creen tomar el camino recto y en realidad toman el opuesto. Por esto continúa: "Mientras que tenéis luz, creed en la luz".
San Agustín ut supra.
Esto es, en tanto que sois dueńos de alguna verdad, creed en la verdad, para que renazcáis a ella. Después sigue: "A fin de que seáis hijos de la luz".
Crisóstomo ut supra.
O lo que es lo mismo, hijos míos. Dijo en un principio el evangelista que nacieron de Dios (o sea del Padre) (
Jn 1,13), y ahora dice Jesús que son hijos suyos, por donde puede verse que son una misma la acción del Padre y la del Hijo.
"Esto habló Jesús, y se retiró, y se ocultó de ellos".
San Agustín ut supra.
No de aquellos que habían empezado a creer, sino de los que veían y envidiaban. Y escondiéndose, no cedía de su infinito poder, sino que contemporizaba con nuestras debilidades.
Crisóstomo ut supra.
Pero no habiendo ellos tomado piedras, ni blasfemado, ¿para qué ocultarse? Porque explorados sus corazones había visto desencadenarse en ellos el furor, y no esperó a que se manifestase al exterior, sino que quiso mitigarlo ocultándose.