"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. Mas el asalariado y que no es el pastor, del que no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata y esparce las ovejas. Y el asalariado huye, porque es asalariado y porque no tiene parte en las ovejas". (vv. 11-13)
San Agustín,
in Joanem tract 46 et 47
El Seńor nos descubre dos cosas, que nos había propuesto en cierto modo encubiertas. Nosotros sabemos desde un principio que El mismo es la puerta; ahora nos enseńa que es pastor, por estas palabras: "Yo soy el buen pastor". Más arriba nos había dicho que el pastor entraba por la puerta. Si, pues, El mismo es la puerta, ¿cómo entra por sí mismo? Así como El por sí mismo conoce al Padre y nosotros le conocemos por El, de la misma manera El entra en el redil por sí mismo y nosotros entramos allí por El. Nosotros, porque predicamos a Cristo entramos por la puerta. Pero Cristo se predica a sí mismo; porque su predicación le muestra a El mismo, muestra la luz y otras muchas cosas. Si aquellos que presiden la Iglesia, que son sus hijos, son pastores, ¿cómo es que no hay más que un solo pastor sino porque todos aquellos son miembros de un solo pastor? Y en verdad el ser pastor lo concedió a sus miembros; pues Pedro es pastor, y los demás Apóstoles son pastores, y todos los buenos obispos son pastores. Pero la prerrogativa de ser puerta no la concedió a ninguno de nosotros; la reservó para sí solo. No habría ańadido a la palabra
pastor la cualidad de
bueno, si no hubiera pastores malos; ellos son ladrones y salteadores, o por lo menos mercenarios.
San Gregorio,
in Evang hom 14
El ańade la manera de ser del pastor bueno, para que nosotros le imitemos. "El buen pastor da su vida por sus ovejas". Hizo lo que aconsejó, manifestó lo que mandó, dio su vida por sus ovejas, para hacer de su cuerpo y de su sangre un sacramento para nosotros y para poder saciar con el alimento de su carne a las ovejas que había rescatado. Se nos puso delante el camino del desprecio de la muerte, que debemos seguir, y la forma divina a la que debemos adaptarnos. Lo primero que debemos hacer es repartir generosamente nuestros bienes entre sus ovejas, y lo último dar, si fuera necesario, hasta nuestra misma vida por estas ovejas. Pero el que no da sus bienes por las ovejas, ¿cómo ha de dar por ellas su propia vida?
San Agustín,
in Joanem tract 47
Mas esto no lo hizo sólo Cristo; y sin embargo, si aquellos que lo hicieron son miembros de su redil, El fue el único que hizo estas cosas, porque El lo pudo hacer sin ellos, pero ellos no pudieron hacerlo sin El.
San Agustín,
De verb dom. Serm 50
Sin embargo, todos los pastores fueron buenos, no solamente porque derramaron su sangre, sino porque la derramaron por las ovejas; pues no la derramaron por orgullo, sino por caridad. Los mismos herejes que por sus iniquidades y sus errores sufrieron algunos trabajos, se jactan con el nombre del martirio, cubriéndose con esta capa para robar más fácilmente, porque son lobos. No de todos aquellos que entregaron sus cuerpos al martirio debe decirse que derramaron su sangre por las ovejas, sino más bien contra las ovejas, pues dice el Apóstol: "Si entregare mi cuerpo para ser quemado y no tuviere caridad, nada me aprovecha" (
1Cor 13,3). ¿Cómo ha de tener siquiera sea una centella de caridad, aquel que formando parte de la comunión cristiana no ama la unidad? Recomendando el Seńor esta unidad, no quiso nombrar muchos pastores, sino uno solo, diciendo: "Yo soy el buen Pastor".
Crisóstomo,
in Joanem hom 59
Hablaba además el Seńor de su pasión, enseńando que había venido al mundo por la salvación del hombre y no contra su voluntad. Después vuelve a indicar las seńales que distinguen al pastor del mercenario: "Mas el asalariado y que no es el pastor, del que no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye".
San Gregorio,
ut supra
Hay muchos que con razón no merecen el nombre de pastor, porque prefieren la recompensa terrestre a las ovejas. No puede llamarse pastor, sino mercenario, aquel que apacienta las ovejas del Seńor por una recompensa pasajera y no por un amor íntimo; es mercenario el que ocupa el lugar del pastor, pero no busca el bien de las almas, desea con ansia las comodidades de la tierra, y se alegra con los honores de la prelacía.
San Agustín,
De verb Dom. Serm 49
Busca otra cosa en la Iglesia, no busca a Dios; pues si buscase a Dios sería casto, porque el esposo legítimo del alma es Dios. El que busca en Dios otra cosa fuera de Dios, no busca a Dios castamente.
San Gregorio,
ut supra
Si es pastor o mercenario, no puede conocerse con verdad si falta ocasión; porque en tiempo de tranquilidad, lo mismo el verdadero pastor que el mercenario están solícitos vigilando su rebańo; pero cuando viene el lobo demuestra cada uno con qué espíritu velaba sobre el rebańo.
San Agustín,
ut supra
El lobo es el diablo y los que le siguen; porque dicho está (
Mt 7,15) que vestidos de piel de ovejas, son por dentro lobos rapaces.
San Agustín,
in Joanem tract 46
He aquí que el lobo coge a la oveja por la garganta; el diablo induce al adulterio al alma fiel; debe rechazársele, pero rechazado, será enemigo, pondrá asechanzas, hará tanto mal cuanto pudiere. Te callas, no le increpas; has visto venir al lobo y has huido; permaneciste con el cuerpo, huiste con el ánimo, porque el alma se mueve por los sentimientos, ensanchándose con la alegría, constrińéndose por la tristeza, marchando por el deseo y huyendo por el temor.
San Gregorio,
ut supra
El lobo se arroja también sobre las ovejas cuando un hombre injusto y ladrón oprime a los fieles y humildes; pero el que parecía pastor y no lo era, abandona las ovejas y huye, no atreviéndose a resistir a la injusticia en el momento en que ve el peligro, y huye, no mudando de lugar, sino dejando de acudir con el socorro. El mercenario no presta su auxilio en ninguno de estos peligros, y mientras busca sus comodidades exteriores, deja que por abandono el rebańo sufra pérdidas interiores. "Pero el mercenario huye", etc. Una sola razón hay para que el asalariado huya: porque es asalariado; como si dijera: no puede mantenerse firme cuando están en peligro las ovejas el que gobierna las ovejas, no por amor a ellas, sino por una ganancia terrenal, y por tanto, tiembla si se expone al peligro de perder lo único que ama.
San Agustín,
ut supra
Si los Apóstoles fueron pastores y no mercenarios, ¿cómo es que huían cuando se veían perseguidos? Siguiendo el consejo del Seńor (
Mt 10,23): "Si os persiguieren, huid". Llamemos, que no faltará quien abra.
San Agustín,
Ad Honoratum epist 180
Huyan, pues, de ciudad en ciudad, todos los siervos de Cristo, los ministros de su palabra y de su sacramento, cuando alguno de ellos en particular es buscado por sus perseguidores, a fin de que la Iglesia no sea abandonada por los que no son perseguidos del mismo modo. Pero cuando el peligro es común a todos, a obispos, a clérigos y seglares, los que están necesitados del auxilio de otros no sean abandonados por aquellos cuyos auxilios necesitan, o que todos pasen a sitios seguros, o que aquellos que tienen el deber de permanecer no sean abandonados por los que tienen el sagrado ministerio de la Iglesia. Entonces es cuando los ministros de Cristo, a la vista de la persecución, deben huir de los lugares en donde no han dejado un pueblo que tenga necesidad de un ministerio, o cuando ese mismo ministerio, tan necesario, puede ser desempeńado por otros que no tienen el mismo motivo para huir. Pero cuando el pueblo permanece y los ministros huyen, ¿no es ésta una huida inexcusable de pastores mercenarios que no tienen cuidado alguno de las ovejas?
San Agustín,
in Joanem tract 46
Los pastores buenos se llaman puerta, portero, pastor y ovejas; y los malos, ladrones y salteadores, asalariados, lobo.
San Agustín,
De verb Dom. serm. 49
Debemos amar al pastor, precavernos del ladrón y tolerar al mercenario. El mercenario es útil en tanto no vea al lobo, al ladrón o al salteador, pues apenas le ve, huye.
San Agustín,
in Joanem tract 46
Ni se llamaría mercenario si no recibiese la paga de aquel a quien sirve. Los hijos esperan con paciencia la herencia del padre; el mercenario desea con ansia y con presteza la retribución temporal de su trabajo. Y sin embargo, por sus palabras unos y otros difaman la divina gloria de Cristo; su palabra es dańosa haciendo el mal, no predicando el bien. Coged el racimo, huid de las espinas; porque a veces el racimo que nace de la vid está pendiente de las espinas. Así, muchos buscando en la Iglesia bienes temporales, predican a Cristo y por ellos es oída la voz de Cristo, y la siguen las ovejas, pero no al mercenario, sino a la voz del pastor por medio del mercenario.