Y decían algunos de Jerusalén: "¿No es éste el que los judíos buscan para matarle? Pues ved aquí que habla en público y no le dicen nada: ¿Por ventura han reconocido los príncipes que éste es el Cristo? Mas éste sabemos de dónde es: y cuando viniere el cristo, ninguno sabe de dónde sea". Y Jesús alzaba la voz en el templo, enseńando y diciendo: "Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy: empero yo no vine de mí mismo, mas es veraz el que me envió, a quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, y si dijere que no le conozco seré mendaz semejante a vosotros. Mas yo le conozco; porque de El soy, y El me envió". Y le querían prender: mas ninguno le echó la mano, porque todavía no era llegada su hora. (vv. 25-30)
San Agustín, in Ioanem tract. 31
Ya se ha dicho antes de ahora, que el Seńor había subido de oculto a la fiesta, no porque temía ser detenido, puesto que tenía poder para evitarlo, sino para dar a entender también que se ocultaba en el día mismo de la fiesta que celebraban los judíos, y que esto encerraba su misterio. Mas ahora aparece el poder que antes se consideraba como cobardía: hablaba en público en el día de la fiesta, de tal modo que las gentes se admiraban. Por esto sigue: "Y decían algunos de los de Jerusalén", etc. Sabían que se le buscaba con mala intención, y se maravillaban pensando en virtud de qué poder no era aprehendido.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 49
Y ańadió el evangelista, "de los de Jerusalén", porque los que habían presenciado mayor número de milagros eran precisamente los que creían menos, puesto que viendo la seńal más evidente de la divinidad de Jesucristo sometían todas las cosas al parecer de sus príncipes corrompidos. ¿Y no era una gran seńal de esto, que estando furiosos y buscándolo para matarlo, lo tuviesen en sus mismas manos y de pronto se calmasen?
San Agustín, ut sup
Por tanto, no conociendo claramente el poder de Jesucristo, lo creyeron efecto de la ciencia de sus príncipes, que lo perdonaron porque conocieron que era el Cristo. Por esto ańade: ¿Por ventura han reconocido los príncipes que éste es el Cristo?
Crisóstomo, ut sup
Mas aquellas gentes ni aun se someten a la decisión de sus príncipes, sino que aceptan otro parecer erróneo y digno de su propia locura. Por esto ańade: "Mas éste sabemos de dónde es: y cuando viniere el Cristo ninguno sabe de dónde sea", etc.
San Agustín, ut sup
Esta opinión nació entre los judíos, y no sin fundamento; sin embargo, encontramos que las Escrituras dijeron, hablando de Cristo, que se llamaría Nazareno ( Mt 2,23). Luego habían predicho de dónde vendría. Además, los judíos dijeron a Herodes cuando lo buscaban, que el Cristo había de nacer en Belén de Judá, y citaron el testimonio de los profetas. ¿De dónde nace ahora esta opinión entre los judíos, de que cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde procede? Porque las Escrituras habían dicho lo uno y lo otro; en cuanto hombre, predijeron de dónde nacería; pero en cuanto Dios, se ocultaba a los impíos y buscaba a los buenos. Sin duda formaron esta idea porque habían leído en Isaías: "¿Quién podrá contar su generación?" ( Is 53). Pero el Seńor contestó a una y a otra cosa, tanto a los que sabían de dónde había venido, cuanto a los que no lo sabían. Por esto sigue: "Y Jesús alzaba la voz en el templo, enseńando y diciendo: vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy". Lo cual quiere decir: sabéis de dónde he venido, pero no sabeis de dónde procedo, sabéis de dónde he venido porque soy Jesús de Nazaret, cuyos padres también conocéis. En este asunto sólo se les ocultaba el parto de la Virgen, a excepción de lo cual sabían todo lo que afectaba a Jesús en cuanto hombre. Por esto dijo, con mucha razón: "Y vosotros me conocéis, y sabéis de dónde soy"; esto es, en cuanto a la humanidad y a la forma de hombre que tenía. Pero en cuanto a la Divinidad, dijo el Salvador: "Empero, yo no vine de mí mismo, mas es veraz el que me envió".
Crisóstomo, ut sup
Por medio de ello les revela lo que ellos pensaban. Como si dijese: no soy de aquellos que han venido a este mundo sin causa, sino que es veraz el que me ha enviado; y si es veraz, me ha enviado en verdad, y el que ha sido enviado debe ser también veraz. Además los convence con sus mismas razones, porque decían: cuando venga el Cristo, ninguno sabrá de dónde procede; y en esto manifiesta que El es el Cristo, porque ha venido del Padre, a quien ellos no conocen; y por esto ańade: "A quien vosotros no conocéis".
San Hilario, De Trin 1,6
¿Pues no es verdad que todo hombre, aunque por la carne no nace de Dios, según el espíritu, conforme todos creen, procede de Dios? ¿Y cómo dice que los que le oyen no pueden saber de dónde procede, si no se entiende con esta palabra "de dónde" el autor de su naturaleza? Porque aquellos cuya procedencia se ignora implica por este sólo hecho la manifestación de su naturaleza; El que procede de la nada, no puede ignorarse de dónde viene, y al conocerse que de la nada viene, ya no tiene la ignorancia de su origen. Es desconocido lo que El es en sí, en cuanto que se ignora de dónde procede. No dice que es Hijo suyo aquel que niega que ha sido de El, ni comprende que no ha nacido aquel que cree que procede de la nada.
Crisóstomo, ut sup
El Seńor llama ignorancia aquí a lo que revelan las obras, como dice San Pablo: "Alardeando que conocen a Dios, y le niegan en sus obras". Por esto, los reprende en dos sentidos: en primer lugar porque hablaban en secreto, esto lo dice en público y lo dice en voz alta para avergonzarlos.
San Agustín, ut sup
Por último, para manifestarles cómo podían conocerlo, ańadió: "Yo le conozco"; por tanto, preguntadme y así le conoceréis: porque no conoce al Padre nadie más que el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera darle a conocer, como dice por medio de San Mateo. "Porque si os digo que no le conozco, seré mentiroso como vosotros".
Crisóstomo, ut sup
Lo cual es imposible, porque si es veraz el que me envió, también debe serlo el que ha sido enviado; en todas ocasiones reivindica para sí solo el conocimiento del Padre, porque es del Padre. Por esto sigue: "Yo le conozco, porque de El soy".
San Hilario, ut sup
Y pregunto si da a conocer que sea de El por creación o por generación; porque si es por creación, también todo lo que ha sido creado viene de Dios. ¿Mas cómo es que todas las cosas no conocen al Padre, siendo así que el Hijo lo conoce por lo mismo que es de El? Si, pues, es propio de Aquél, porque es del Padre, el conocerle, ¿cómo no lo será también de Aquel que inmediatamente es de El, esto es, del que participa de la naturaleza de Dios como su verdadero Hijo? Tiene, pues, la propiedad del conocimiento, como consecuencia de la propiedad de la generación. Sin embargo, con el fin de que la herejía no tomase argumentos del tiempo de su venida, ańadió a continuación: "Y El me envió". Conservó así el orden del misterio evangélico, diciendo que había nacido y que había sido enviado.
San Agustín, ut sup
Dijo además: De El mismo soy, como un Hijo de su Padre; y aunque me veis vestido de la humanidad, El me ha enviado. En ello no debemos ver la diversidad de naturaleza, sino la autoridad del generador.
Crisóstomo
Los judíos se incomodaron cuando oyeron decir al Seńor: "A quien vosotros no conocéis", porque aparentaban que le conocían. Por esto sigue el evangelista: "Y le querían prender", etc. Y véase aquí refrenado de una manera invisible el furor de los judíos. Pero el evangelista, queriendo hablar con más suavidad y humildad, con el fin de que se conociera por esto que Jesucristo era hombre, no dijo que los detuvo de una manera invisible, sino que ańadió: "Porque todavía no era llegada su hora".
San Agustín
Esto es, porque no quería, porque Dios no nació bajo el influjo del fatalismo. Esto ni aun del hombre debe creerse; ¿cuánto menos respecto de Aquél por quien ha sido hecho? Si nuestra última hora depende de su voluntad, ¿qué otra cosa es su hora sino su voluntad? No dijo en la hora en que se vería obligado a morir, sino en la que se dignaría dejarse matar.